Era verano. Paquito el ferrolano navegaba en el Azor, bordeando la costa, mientras mi familia y yo recorríamos las rías gallegas en un seiscientos café con leche (¿o era achicoria todavía?). A veces me tocaba de copiloto. El espacio era poco, pero yo era muy pequeño y me compenetraba a la perfección con el casete de metal platino que iba sujeto en la parte del salpicadero (!) del copiloto, encajado en un soporte especial que vendían al efecto. ¡Qué dura era la tecla única de aquel Philips! Una clavija permitía sacar el sonido del casete por los altavoces de la radio. Pura artesanía que había hecho mi viejo. Las cintas eran pocas, muy pocas: Oldies, de los Beatles; Manolo Escobar para mis tías; Henry Stephen y su “Limón limonero”… Y sobre todo dos o tres que había grabado un compañero de trabajo de mi padre, directamente de programas de radio, haciendo peripecias de cableado en aquellos tiempos. Escuchaba la quintaesencia del futuro cuando no había cumplido aún los diez años; Los Brincos, y claro, Los Bravos.

Fue allí, junto a Otis Redding y demás sonido Tambla, en una de esas cintas en la que las canciones se cortaban de repente con la voz del locutor, cuando descubrí una canción del verano. Los locutores daban la traducción, Ponte de rodillas, a la hora de presentar el disco, en vez de su título en inglés: Get on your knees. Fue estupendo descubrir que no se trataba de arrodillarte para rezar, tan al uso en aquella época. Debía de ser el verano del 68, después del mayo francés, claro, del que evidentemente no tuve consciencia dada mi edad y la sequía informativa del momento. Para eso debía de ser aquella política de pantanos, para ahogar a los que se quejaban de la sequía.

Descubrí que de las Canarias no sólo llegaban plátanos, como ya nos enseñaban en el cole, y me empecé a tomar en serio la posibilidad de encontrar la felicidad en aquellas islas lejanas, donde siempre hacía sol y los novios pudientes se iban en la flor del enamoramiento.

Los Canarios no eran la típica formación de rock, trío o cuarteto. Eran muchos, como una comuna. Cantaban en inglés desafiando la política de la lengua única y masificadora. Además, sonaban distinto. Una banda de rock, muy potente y con vientos, nada habitual en aquel momento. Para colmo su sonido era negroide. Aquello no era normal. Empecé a informarme más sobre unas islas tan maravillosas y extrañas. Llegué a relacionarlas con Los viajes de SimbadLas mil y una noches fue mi libro de cabecera durante años.

Mi oposición adolescente se adelantó en el tiempo:

-¿Por qué no vamos a esas islas en vez de recorrer año tras año la Cordillera Cantábrica y las rías gallegas?, le preguntaba a mis padres.

-Están muy lejos, hay que ir en avión y vale mucho dinero… Ya irás cuando seas mayor.

A la vuelta del verano, ya en Madrid, reuní dinero con mi hermano para comprar el single, no teníamos muchos más: Arena Caliente de los Pequenikes, Sugar sugar de los Archies, Anduriñade Juan y Junior -regalo de mi viejo por aquella paloma de Picasso en la contraportada-, y los Four Tops con Extiende tus brazos.

Aquella canción, Get on your knees, hizo que viajara en los mapas a través del archipiélago y, por supuesto, que mi mente joven y ávida de incorporar nuevos sonidos se abriera a otras propuestas dentro del rock. A pesar de tener el disco, por fin, tardamos mi hermano y yo casi un año en descubrir aquel Extracto de pollo en lata medio oculto. Fue una nueva revelación. Había lecturas ocultas y yo ya sabía que algunos discos al ponerlos del revés hacían invocaciones satánicas o contenían mensajes cifrados. Llegamos a tener tres singles de Get on your knees (los dos últimos comprados en el Rastro de segunda mano) con los que poder ir a la búsqueda de nuevos mensajes: hacia atrás, a 33 rpm y a 78 rpm; conservando siempre una copia únicamente para el deleite auditivo. No encontramos nada más, pero estábamos convencidos de que el descubrimiento podría llegar en cualquier momento.

Pekeniques, Micky y los Tonys, Los Relámpagos y Mick Ríos tocaban en el Price. Quizá tuviéramos la oportunidad de ver a Los Canarios, mientras recordábamos las palabras de la contraportada del  single: “La revista SP los sitúa como el grupo más importante de estos momentos dentro de la música española…, siendo memorable su actuación personal ante dos mil universitarios de la Escuela de Arquitectura de Sevilla“.

Encontramos en el Rastro otro disco de verano, del verano anterior, que nos llevaba a las Canarias. Era Michel, el ganador del II Festival de la Canción del Atlántico celebrado en Puerto de La Cruz. El tema era Operación cariño. Aquello era canción ligera para la tercera edad, en la línea de José Luis Uribarri, sonido de festival de Eurovisión. Además, la operación de amigdalitis ya había pasado y la Operación Ogro todavía se haría esperar unos años.

Pasaron los años, y en mi primer verano libertario, recorriendo a dedo las carreteras nacionales, caí junto a un compañero de viaje, un Neal Cassidy más, en Nerja. Allí las radiofórmulas machacaban la canción del verano. Eran Palmera con Las llaves de la moto. Un tanto pachanguera, pero una banda canaria se imponía en la península desde Los Canarios. Por fortuna, Radio 3 ya existía, y El kiosko de la paz o Mar de nubes habían sido temas ampliamente disfrutados en reuniones mariguaneras. Más veraniega fue en Canarias Lucy que Las llaves de la moto. Sin duda, un acierto de buen gusto.

Movieplay siguió siendo la discográfica que elevó a una banda canaria (lo intentó también con Prana y Teclados Fritos), y Teddy Bautista seguía teniendo mucho que ver en todo aquello. En esa época, él tenía una medio canción del verano con Pepe Robles: Beatriz.

Hace años que la canción del verano no me afecta, por suerte. Bien es cierto que cuando estás en la playa o sales por la noche suele haber algunos temas que se repiten hasta la saciedad. Pero sin duda afectan más, sobre todo, a los más jóvenes. Yo suelo hacer mi casete, como antaño hacía aquel amigo de mi viejo, con las canciones que machacaré en mi coche o en elwalkman. Una casete dedicada a temas canarios, de los que uno o dos, por determinadas situaciones o estados de ánimo, se convertirán en puntos de encuentro en la memoria de próximos estíos. Serán mis canciones de verano. Y así, este año entrarán en esa casete temas como: Hit me de Saliva, Fuck the critic de Ruin Man, De frente de La Pista Búlgara, El dolor ya es mi amigo de Natural Cream, Sbye de Harmonium, Fuzz prophet de Frogcircus…

Ojalá que tú también tengas una canción del verano. Canaria, por más señas. Material no te va a faltar.

(Por cierto, desde hace trece años vivo en Canarias. No sé qué papel jugó aquella canción veraniega en mi destino).

Publicado en Anarda en agosto de 1999

VICENTE MARTÍN ABREU