Foto del fuego

La costumbre de quemar un pelele o Judas pervive en algunos pagos de nuestras Islas, como finalización de la Semana Santa, cada Domingo de Ramos. En localidades como Taganana, Moya, Teror o Arucas, se realiza con variantes, pero es básicamente la misma tradición. Descrito por el antropólogo Galván Tudela (Las Fiestas Populares Canarias 1987) consiste en confeccionar un machango, al que se pasea por las calles en burro, en una silla o en un camión, acompañado por el griterío infantil y o con coplillas como ésta recogida en Arucas: Queremos pan / queremos vino / queremos a Judas / colgado de un pino / con un letrero que diga / te colgamos por asesino.

El Peropalo de Cáceres es un claro ejemplo de correspondencia peninsular de esta tradición, que también encontramos en otras comunidades como Cuenca y Guadalajara.

En siglos anteriores, este ritual expiatorio estaba muy extendido por muchos pueblos del Archipiélago. Según el historiador Manuel Hernández (Fiestas y Creencias Canarias en la Edad Moderna, 2007) la tradición, introducida por comerciantes irlandeses en el siglo XVIII, se extendió por todas las islas. La primera noticia que se tiene de la Quema del Judas se remonta a 1750, acompañado de la lectura de un poema de Viera y Clavijo, que se leyó sobre zancos. Así rezaban algunos versos: Soy Judas, aquel traidor, / que sin conciencia ni fe / por un vil precio entregué / al más potente señor. (…).

En 1783, el vicario de Santa Cruz suprimió esta costumbre y así se fueron sucediendo las prohibiciones en muchos de los pueblos y ciudades isleñas. La quema de este personaje venía a simbolizar la purificación de los pecados y la Resurrección de Cristo, como un rito de tránsito entre el invierno y la primavera. Se quema lo viejo, renace lo nuevo.