Foto de unas manos tocando una guitarra eléctrica

Llegué con el jet foil de la tarde a Santa Cruz de Tenerife. Había quedado con Paco en la terraza de la cafetería que hace esquina, abajo, en el bulevar con la calle Castillo (cafetería Atlántico, ¿puede ser?). No le conocía y pregunté al camarero si alguien se había interesado por mí. Esperé un rato y por fin llegó. Nos sentamos en una mesa en el interior y pedimos unos refrescos. Él rebosaba entusiasmo por el tema. Le dije cuáles eran mis intenciones y se ofreció por completo. Recuerdo que sacó de su maletín unos discos. El EP de Los Apaches de 1962, que él consideraba como histórico. Estaba clara la influencia de The Shadows, incluso el EP se abría con una versión de uno de los temas más conocidos de la banda inglesa: Apache. (En este sentido, años más tarde pude comprobar la influencia de esta banda en muchas otras formaciones canarias de aquellos años, concretamente en Los Leaders, la primera banda del barrio de San José en la que militó Cristóbal Suárez, y de la que hicieron muchas versiones). Los otros discos que traía Paco eran el EP de Los Misteriosos del año 68 y el de Los Aguacates de 1971.

Me comentó que le habían entrevistado en alguna ocasión sobre ese tema. Concretamente recordaba la entrevista con Pardellas para el libro que escribió sobre en rock canario: El Rock en Canarias (Ayto. de Santa Cruz de Tenerife. Colección Añaza, 1993). Me confesó que le había sorprendido que no tomara notas ni le grabara la conversación, así que supongo que se alegró al ver que yo iba provisto de mi grabadora y cinco casetes de hora y media. Paco era un mare magnun de historias, siempre impregnado de esa efervescencia rockera. Al principio saltábamos de un tema a otro, la asociación de ideas nos llevaba de los sesenta a los noventa en continuos viajes de ida y vuelta. Después de media hora de energía desbordada, nos centramos en el tema: nuestro bienio famoso. Recorrimos así las preguntas del guión previo que yo había hecho para todos estos personajes del mundillo: bandas, programas de radio, espacios en prensa escrita, conciertos, grabaciones, anécdotas….  Paco era la persona indicada para todo eso; él tenía el disco duro del rock en Canarias, sobre todo en Tenerife: de los Festivales Rock and Film con las bandas punteras de los setenta al nacimiento del punk y la nueva ola pasando por otras iniciativas como el Rock por Barrios.

Era un viernes por la tarde, y a eso de las ocho y media íbamos por el cuarto refresco y la tercera cinta. Caía la noche y seguíamos en el interior de la cafetería en la que Paco era viejo conocido del camarero. Descubrí, de repente, que muchas de las mesas de aquel salón estaban ocupadas por grupos en animadas conversaciones y tardé horas en darme cuenta de que me estaba meando. Al volver del baño proseguimos la entrevista durante un buen rato aún, y cuando salimos era ya noche cerrada.

Había conseguido un material excelente, de modo que estaba speedico, sabedor de haber logrado una información muy valiosa, pero no terminaron ahí los descubrimientos. Nos fuimos a su casa, en realidad un piso que Paco tiene en una barriada de Santa Cruz, una especie de despacho, de oficina en la que además de teclado para componer había equipo de música y un montón de casetes en una estantería metálica, de esas que hay en los almacenes. Estaba llena de cintas que contenían conciertos de bandas canarias de sus Rock and Film. Aquello sí que fue excitante. Descubrir que había sonidos guardados de bandas que a pesar de ser multitudinarias en los setenta, ninguna había grabado un solo disco. Era, sin duda, todo un tesoro. Empezamos a escuchar retazos de algunas. Las grabaciones dejaban mucho que desear y no estaban datadas, pero el documento era impresionante. Música de aquellas bandas que yo había descubierto en la hemeroteca a través de breves reseñas  -anuncios en realidad- de sus conciertos en El Búho, O’Clock, El Club de Prensa Canaria, Los Salesianos, el Teatro Leal, el Guimerá, cine Plaza, cine Tenerife… Allí estaban los conciertos de Euterpe, Origen, Roundabout, Eructo del Bisonte, Naranja, Fire Explosion Band, Imada, Ensalada, Yumbosis, Suins, Acuarium, Teclados… Recuerdo que llevaba una caja de cartón blando de cintas TDK con mis cinco casetes vírgenes; las eché en el macutillo y le dije a Paco que me dejara llevarme unas cuantas grabaciones para repicar, que le juraba que en una semana las tendría de vuelta. Accedió sobre la marcha y dado lo valioso de aquél material y para saber exactamente lo que tenía que devolverle, llené la caja. Era un número redondo, diez, imposible de olvidar, lo que cabe en una caja de casetes. Las grabaciones, como digo, eran malas, pero su valor histórico tremendo. El sonido era directo, de los conciertos del Guimerá la mayoría, captado con un magnetófono de bobinas y un micro que salía de él y recogía el sonido ambiente, con lo cuál se colaban los aplausos o los silbidos de la gente que estaba próxima a esa primera fila del teatro, desde la que operaba Paco. Muchos temas estaban cortados debido a que esos sonidos que se metían hacían a Paco desechar el tema sobre la marcha.

Se hacía tarde. Yo era consciente, pero estaba entusiasmado. De aquel cuarto con teclado, cintas y discos pasamos al salón y Paco desplegó un montón de álbumes de fotos. En ellos había multitud de imágenes de bandas canarias, chicharreras sobre todo, junto a una inmensidad de recortes de prensa (algunos de la sección que él mismo llevaba en el periódico La Tarde: Roll on), permisos oficiales de concesión o denegación de locales, carteles de conciertos, recibos de gastos… Allí, en aquel piso, estaba un trozo importante de la historia del rock canario.

Me despedí de Paco en un estado eufórico gracias al material que había encontrado aquel día. Quedamos en seguir muy, muy en contacto. Cogí la guagua en Santa Cruz y subí a La Laguna. Allí, Yoya, una colega de Las Palmas que se había ido a Tenerife, me había dejado las llaves de una casa terrera. El segundo piso de la casa, concretamente, cuya amplia solana daba al cementerio de La Laguna. Tenía miedo de perder aquel material que llevaba encima. Además, Paco me había regalado algunas fotos de los primeros grupos de Ja Ja Record: Moral Femenina, Ataúd Vacante, Venus en Surf… (también una de Familia Real apoyados en un coche, justo antes del concierto en el que Silver se cortó las venas en el escenario). Lo dejé todo bajo llave y me encaminé al Chola a tomar una copa y relajarme un poco. Era más de la una, y al entrar en esos bajos comerciales -cerrados siempre la mayoría- en los que está El Chola, éste todavía rezumaba ese estupendo olor a hachis que habitualmente ha impregnado sus paredes. No tenía mucho tiempo, pues el sábado no podría hacerme el remolón en la cama, ya que había quedado en casa de Óscar Santana con el objeto de completar mi investigación chicharrera. El tiempo justo para tomarme una cerveza y comprar cien duros.