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Antonio Cabrera Cruz es, desde el arranque de este canal, uno de sus articulistas de más éxito. Sus escritos son muy apreciados por nuestros lectores consiguiendo las máximas visitas y «Me gusta» en las redes sociales. Suele partir de elementos culturales de nuestro entorno que a veces le sirven de excusa para recorrer el mundo convirtiendo lo local en un universo rico en matices.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1959, cursó estudios en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB  donde obtuvo la diplomatura en Profesorado de EGB-Ciencias, en la University of Phoenix en la que se licenció con el Bachelor of Science in Business Administration y en el Goethe Institut y el British Institute donde obtuvo los títulos de alemán e inglés respectivamente.

Ha sido maestro en diferentes centros canarios y también en Holanda donde residió durante seis años. Desempeñó los cargos de Secretario  de Comunicación y Secretario General de la Federación de Enseñanza de la Unión General de Trabajadores. En la actualidad compagina su creación literaria con la enseñanza en el CEIP Los Altos de la Milagrosa.

Su novela Kopi Luwak es una de las mejores escritas por un autor canario y que solo espera el éxito si encuentra el canal de distribución y el apoyo promocional que necesita cualquier lanzamiento internacional. Conversamos con Antonio en una serena entrevista acompañada de una puesta de sol en La Playa de Las Canteras.

– ¿Cómo se inició en la escritura?

«Mis orígenes literarios están en una niñez sin televisión, entretenido por libros y relatos maternos, entre la playa y en las montañas de Gran Canaria, que crearon un niño enamorado de un mundo poético lleno de letras y puestas de sol.

Comencé a escribir cuentos en las solitarias tardes de una recepción en Puerto Rico, donde tuve mi primer empleo después de haber terminado los estudios de Magisterio. Y no he parado de escribir desde entonces. He combinado la orfebrería de la literatura con el tiempo libre en los distintos destinos que he tenido en la profesión docente: escribí los cuentos de “La Plata y otros relatos” en la escuela de Barranco Hondo, “El anillo del pulpo” en Venlo (Países Bajos) y “Kopi Luwak” a medio camino entre la playa de Las Canteras y Los Altos de la Milagrosa».

– ¿Cuáles considera sus principales fortalezas y debilidades?

«Es difícil ser objetivo y hablar de fortalezas o debilidades propias. Podría decir que me gusta retratar con palabras, tanto paisajes como personas, contar entre líneas, tejer historias que atrapen al lector –como hacía mi madre, narradora maestra- y que lo estimulen, procurando entretenerlo deleitándole».

– ¿A quién debe su carrera?

«Ya he mencionado a mi madre como maestra en la narración oral y después una plétora de escritores que me enseñaron y me inspiraron: Pérez Galdós, Alejo Carpentier, Julio Verne, Malcolm Lowry. A ellos les debo mi vocación literaria. También quiero mencionar a dos valientes editores canarios: Elsa López que editó mi primer libro: “La Plata y otros relatos ciertos e inciertos” en Ediciones La Palma y, sobre todo, a Jorge Liria que me rescató a mí y a mis libros para la literatura tras una etapa alejado de la escritura: Jorge Liria reeditó “El anillo del pulpo” y  publicó “Kopi Luwak”».

– De su producción ¿qué destacaría?

«Kopi Luwak es mi última novela publicada por Anroart. Ha pasado casi desapercibida en la explosión actual de autores de best-seller para grandes superficies, a pesar de su calidad, por los problemas de distribución y promoción. Creo que el tiempo la pondrá en su justo sitio y la palabra la tienen sus lectores».

– ¿Proyectos en la actualidad?

«Estoy muy ilusionado con la colaboración en www.canariascultura.com, que me permite ir publicando con regularidad algunos pequeños artículos, dándole una difusión que no contaban en mi blog personal. Además, después de un intenso proceso de investigación, estoy en los momentos iniciales de la escritura de una nueva novela, escrita a la clásica usanza,  “un roman” de significado universal con personajes de raíz canaria y recorrido planetario».

– ¿Cómo le afectan los recortes y la situación actual?

«Los recortes culturales me afectan indirectamente, más como profesional de la enseñanza que como escritor. A no ser que consideremos los daños colaterales de escasez de fondos para que las bibliotecas públicas adquieran libros, los recortes me han afectado personalmente bien poco. No se necesitan subvenciones para escribir; basta la ominosa soledad de la hoja en blanco para hacerlo».

– ¿Qué opinión le merecen las políticas culturales en Canarias?

«La misma que la de las políticas –en general-, que suelen estar mucho más pendientes de los salarios de los políticos y sus grupos afines que del servicio que teóricamente deberían prestar a la ciudadanía. Es vergonzoso que los presupuestos culturales se destinen mayormente al tristemente famoso “capítulo uno”: los gastos de personal».

– ¿Cuáles son los principales cambios actuales en su sector?

«La literatura está en crisis (como siempre ha estado) y eso le viene bien. Hay una explosión de nuevas tecnologías y creaciones multimedia que parecen competir con la literatura tradicional; pero al mismo tiempo, surgen muchos nuevos autores que intentan abrirse paso en el duro territorio literario.

Creo que esta crisis acabará depurando y separando el trigo de la paja en la literatura. Las crisis siempre fueron buenas para los creadores. La incertidumbre fomenta la creatividad».

– ¿Cuál es su trayectoria en relación a Internet?

«Tengo uno de esos cuadernos de bitácora, llamados “blogs”, desde la publicación de Kopi Luwak. He procurado publicar artículos con regularidad y la audiencia no ha parado de crecer.

Desde hace unos meses colaboro con este periódico digital y el número de lectores y seguidores van en aumento sin cesar. Eso se ve reflejado en mi página de facebook, que también se ve incrementada en “nuevos amigos” 

– ¿Qué anécdota destacaría de su carrera hasta hoy?

«Después de mi etapa sindical, me incorporé al aula y llegué de forma provisional al CEIP Orobal de Arucas. Allí completaron mi horario con los flecos que resultaban del reparto inicial:  “te tocan tres horas semanales de cuentacuentos en las aulas de infantil”, me dijeron.

Confieso que el cometido me preocupó durante varios días hasta que llegó el momento de enfrentarme al público más complicado, y agradecido, que nunca tuve.

Me equipé con una colección de sombreros estrafalarios  -cortesía de mis compañeras del departamento de inglés- y varias colecciones de clásicos de Andersen y Grimm.

Ataviado como un bufón o un juglar me dispuse a contar cuentos a un entendido público de niños de tres a cinco años. Para mi sorpresa, los niños se sorprendieron de mi atuendo, tocado por un sombrero verde de cascabeles y empecé a contar al expectante público, que había hecho un respetuoso silencio.

Conté y conté, enlazando varios cuentos que concluían con aplauso. Salí de allí con la mejor de las sensaciones que pueda tener un contador de cuentos. Fue el comienzo de un curso divertido y satisfactorio. Las horas del cuento me sirvieron para depurar la técnica del relato oral y para someter algunos de mis relatos al exigente test del público entendido.

Esa ha sido una de las anécdotas más agradables de mi carrera como escritor y contador».

– ¿Qué consejos le daría a una persona que se inicia como escritor?

«Que escriba cada día, publique o no».

 

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