Gaviotas en la grúa_wide_color

Estos tres días de fiesta, huyendo de Jack O’lantern, comiendo alguna que otra castaña y descansando, se tiene tiempo para observar el mundo alrededor. En estas estaba cuando la vi desde la calle: era la tórtola de ayer, que se había posado en el pretil de la ventana del vecino.

La mirada al reloj me convenció. Eran las nueve menos cuarto y acudía puntual a su cita para desayunar. Primero visitaba el balcón de al lado, donde picoteaba las sobras del pienso del perro: un lulú de Pomerania, tan pequeño como callado. Subí a tiempo el ascensor para verla saltar a nuestro balcón, donde estaba buscando las migajas de nuestro desayuno –en vano, porque nosotros nos habíamos retrasado, haciendo honor al día festivo.

Cuando abrí la puerta se asustó y siguió su recorrido subiendo a la terraza del piso superior derecha, donde se entretuvo durante unos diez minutos fuera de mi vista, supongo que dando cuenta de los restos del desayuno de los inquilinos, más madrugadores que nosotros.

Esto ha confirmado mi sospecha de que el ave, pariente de las palomas, tiene una rutina alimenticia regular. La había visto otros días mientras nos íbamos a trabajar, aterrizando en el suelo y picoteando las migas de pan y los fragmentos de muesli que caían al suelo, casi insignificantes para nosotros.

Es un ejemplar de tórtola turca, Streptopelia decaocto, con su pelaje gris y un collar de plumas negras en torno al cuello. Estos animales proceden de Asia Menor y se extendieron por Europa después de la segunda mitad del siglo XX, habiendo sido vistas por primera vez en Viena hacia 1940 y en España en 1960.

En Canarias yo no recuerdo haberlas visto hasta los años ochenta, sobre todo en los jardines del Sur de Gran Canaria. Ahora están presentes en todas las zonas urbanas de la isla, anidando entre el ramaje de los árboles y compitiendo con las palomas por las sobras que dejamos en todas partes. Son animales muy sociales y adaptables, mostrando una inteligencia singular para aprender y prosperar. He visto, incluso, algún ejemplar hibridado con paloma común.

El ser humano está cambiando muchos biotopos naturales, destruyendo hábitats completos de forma acelerada; pero también hay animales que se están adaptando a ello y prosperando en los nuevos medios que creamos. Las tórtolas son una buena prueba de ello.

Otro ejemplo de adaptación de una especie al medio humano es el de las gaviotas. La gaviota común, Larus argentatus, está prosperando de forma extraordinaria en nuestras islas; y además lo está haciendo asociada a nosotros.

En Gran Canaria la podemos encontrar hoy día prácticamente desde la costa hasta la Cumbre. Su capacidad para alimentarse de cualquier resto orgánico la hace visitante regular de todos los lugares de la Isla, siendo residente, cuando no inquilina, de los vertederos. Su número ha aumentado de tal manera que se la ve, tanto volando como posada en cualquier poste elevado, que le permita emprender el vuelo fácilmente.

Las farolas de las autovías que rodean Las Palmas de Gran Canaria son unas magníficas perchas para pasar las noches: allí se las puede ver al anochecer, buscando cada una la suya. Los responsables del alumbrado están empezando a darse cuenta que la presencia de estas aves palmípedas son un problema y han comenzado a instalar barreras de alambre anti-pájaros en algunas de ellas.

Gaviotas en la grúa_Foto Antonio Cabrera Cruz

Foto: Antonio Cabrera Cruz

Pero son tan adaptables las gaviotas que buscan rápidamente alternativas para pernoctar: la última que he visto es una grúa situada en una obra de la calle Grau Bassas, en la zona de la playa de Las Canteras de la capital grancanaria.

La máquina se alza sobre los edificios circundantes, con una magnífica estructura metálica de color amarillo. La grúa debe ser de las de última generación y es, aparentemente, nueva. Allí han encontrado varias decenas de láridas su posadero.

El mar está a pocas decenas de metros, a vuelo de gaviota; un salto les basta para extender sus alas de más de un metro de envergadura y emprender el vuelo sin esfuerzo. Me imagino que los propietarios del edificio no se han dado cuenta de que los primeros inquilinos del edificio en construcción no son humanos.

Proliferan las gaviotas a nuestra costa. Aparentemente, viven mejor de nuestras sobras que antes con una dieta exclusivamente dependiente del océano. No sé si el exceso de pesca en nuestro litoral tiene algo que ver con ello. Habría que hacer un estudio serio, tomando datos y comprobando cuántas gaviotas siguen yendo a la mar y cuántas viven de desechos. Lo cierto es que nunca ha habido tantos ejemplares.

No son los únicos animales que se han ido adaptando a un mundo cada vez más humanizado. Entre otros, podemos mencionar apresuradamente: los pájaros palmeros (gorriones), los mirlos y los cernícalos. Mejor nos olvidamos de ratas, ratones y cucarachas.

Los días de viento, todavía se puede observar el magnífico vuelo de las gaviotas, sobre el mar ,dejándose llevar por el empuje del aire, planeando y oteando el horizonte con su pico anaranjado, lanzando su agudo grito, reclamando el aire para sí. Abajo, en la superficie del agua, están posados los ejemplares juveniles, todavía con su librea parda de inmadurez, mirando a las elegantes aves marinas adultas que las sobrevuelan, antes de enseñarles el camino. ¿Cuál será el destino de estos elegantes voladores de chillar risueño?