Pasea como puedas_wide_color

‘Pasea como Puedas’

Creo que ya lo he dicho antes: soy un freaky del cine. Y es por eso que suelo equiparar las cosas que veo a diario con escenas o diálogos de películas. No lo puedo evitar. Y en los últimos meses una en concreto me viene a la cabeza de manera habitual. Se trata de la mítica ‘Aterriza Como Puedas’, cuando en Capitán Kramer llega al aeropuerto y se sucede una horda de Hare Krishnas, testigos de Jehová, mormones, asociación de ayuda al necesitado, etc. con los que acaba liándose a guantazos para conseguir llegar a su destino.

Pues bien, yo siento lo mismo cada vez que paso por las calles Castillo, San José o Valentín Sanz, entre muchas otras. Zonas que además, por motivos laborales, transito con frecuencia. Me refiero, cómo no, a la gran diversidad de captadores que se mueven por la zona. Pierdo la cuenta: Cruz Roja, WWF, Asociación contra el cáncer, Greenpeace, Acción contra el hambre y “lamadrequemeparió sin fronteras”. ¡Y ahora hasta un videoclub online! Sé que me dejo unos cuantos y que quizás he añadido alguno de forma gratuita. Pido perdón si es el caso, pero ya os digo que me cuesta distinguirlos. A fin de cuentas, todos comienzan igual: “¿puedo robarle un minuto?”, “¿conoce nuestra labor?”, y ahora un novedoso “¿disculpa, eres de aquí?” a modo de introducción.

Entendedme, no tengo nada en contra del trabajo que realizan ni de las asociaciones que representan. Sé que todos ellos, excepto los del videoclub, necesitan ayuda y más en los tiempos que corren. Pero justo por estos tiempos que nos ha tocado vivir, hay menos gente con capacidad para ayudar. Por desgracia, tenemos una población con un porcentaje desmesurado de parados y un número doloroso de personas que no cuentan con ninguna clase de ingresos y, como es obvio, no cuentan con la posibilidad de ayudar. Otro tanto por ciento tiene empleo, pero no gana lo suficiente como para poder permitirse donar nada. Y otra gente, teniendo la posibilidad, opta por la privada y respetable decisión de no soltar ni un céntimo.

Pero me estoy desviando del tema, porque el problema no es la presencia de estos trabajadores: es su masificación. Pensad en un mínimo de cuatro o cinco organizaciones, con tres o cuatro captadores cada una, colocados cada treinta metros. Quiere decir que en ciento cincuenta míseros metros te pueden “entrar” hasta veinte personas diferentes. A mí me ha pasado. Los primeros los contestas con un “no, gracias”. A mitad de camino es sólo “no”. Y a los últimos ni los miras a la cara. Está feo, lo sé. Pero es la verdad. Y si yo tengo que entender que ellos desempeñen sus funciones ahí, ellos tienen que entender que agobian. Y más cuando te ven casi corriendo, les has dicho que no y aún así te siguen unos metros. Y sé que no pueden ver a quiénes han preguntado sus compañeros y que, como es obvio (aunque me pregunten todos los santos días), no pueden recordar las caras de todos a los que han abordado. Pero creo que esa es justo la razón para hacer las cosas de otra manera. Porque os aseguro que ahora hay gente con ganas de colaborar con una ONG en concreto, que van a buscar al captador indicado y a mitad de camino han sustituido las ganas de colaborar por el impulso del Capitán Kramer.