caleidoscopio-invitacion
caleidoscopio_cover


Julio Pérez Tejera: Caleidoscopio (Mercurio Editorial, 2013)
Edición y preliminar: Victoriano Santana Sanjurjo.


, , 3ª, , , y parte


4o objeto textual de forma irregular

Zanjado el estudio del envoltorio y hechas las anotaciones meramente anecdóticas, traté de ver qué se podía sacar de la obra. Cuando llegué al texto, a las dos o tres primeras páginas de la narración que da el título al volumen, me envolvió una sensación sísmica parecida a la que experimenté con las primeras de Cien años de soledad. La sensación fue y todavía sigue siendo indescriptible.

Ante todo, me llamó la atención, por un lado, la pulcritud de su escritura; por el otro, su prestancia, esa cualidad poética de los textos que te permite acceder al placer lector ciñendo únicamente tu lectura a las formas expresivas y dejando al margen la profundidad de su contenido, que en Pérez Tejera no es, por cierto, escasa ni fatua.

Enseguida se me ocurrió una sentencia que, según cómo se vea, podía llegar a interpretarse como una perogrullada, pero que, mirada desde la adecuada posición, tiene su importancia: «estamos ante un libro muy bien escrito». No es esta una cuestión baladí. Por fortuna o desgracia, según cómo se mire, la tecnología ha permitido que la publicación de un libro sea una actividad relativamente económica, al menos en comparación a como lo era antes. Ello ha traído consigo que muchos escritores lo sean por tener libros con su nombre en la cubierta, pero no porque merezcan ser ubicados en el tropel (en el mejor de los casos) de los más idóneos redactores de crónica social o, si me apuran, de horóscopos y demás ejercicios propios de los escupe-vocablos.

La prosa de Pérez Tejera es, repito, precisa, impecable; con buenos trazos conceptuales y con una admirable y, en la parte que me afecta, envidiable capacidad para elaborar desarrollos narrativos que enganchan al lector desde el principio y que no lo sueltan hasta el punto y final.

Reconocí entonces y todavía hoy en día sigo reconociendo y proclamando que disfruté mucho con la lectura de un libro como el que nos ocupa, que, además, tiene como felices circunstancias, que nos deben llevar a sentirnos muy orgullosos de esta publicación, el que sea, en general, muy canario (si es que la oriundez se puede cuantificar) y, en particular, muy sureño.

Del agradable ejercicio de la lectura de este volumen saqué algunas observaciones que me complace compartir ahora contigo y que deben servir para que te hagas una idea más o menos general del contenido de Tú no te acordarás… y otros relatos, la obra que se erige en la primera parte de este Caleidoscopio que nos convoca.

Como apunté en la ficha 1, el libro está compuesto por 23 relatos, la mayoría de corta extensión. En las anotaciones que realicé de cara a la exposición, concluí que había dos tipos de relatos: por un lado estaban los que reconocí como relatos anecdóticos; por el otro, aquellos que denominé relatos trascendentes.

La ubicación en uno u otro apartado obedeció a la consideración de este humilde expositor sobre qué prevalecía más en cada escrito. Cuando se detectaba la presencia de un narrador en primera persona, un yo-autobiográfico, que contaba una historia para entretener (con su principio, desarrollo y desenlace), situaba a estos textos en el apartado de los anecdóticos; en cambio, cuando percibía la presencia de un espíritu narrativo donde lo que verdaderamente importa no es la conclusión, sino el trayecto de un pensamiento que se convierte en reflexión filosófica envuelta en una estructura sumamente poética, señalaba que estos textos eran los metafísicos.

Así las cosas, hice una tabla clasificadora como esta:

division textos

Reconocí entonces que esta división era incompleta, pues echaba de menos algunas subcategorías dentro de los apartados generales; e imprecisa, ya que muchos artículos atesoran en ocasiones muchos contenidos que pueden llegar a hacerlos merecedores de formar parte del otro grupo. Un ejemplo de lo apuntado: los textos “El huerto de las higueras” y “Obcecados” eran para mí anecdótico y metafísico, respectivamente; pero hay en su lectura momentos en los que no pude dejar de plantear la posibilidad de que perteneciesen al grupo contrario. Concluí mi apreciación de entonces con la siguiente observación: «Insisto en la presencia de cierta arbitrariedad a la hora de situar a unos textos u otros donde aparecen, pero mi entendimiento los distribuye de esta manera. Supongo que en un estudio más profundo sobre este singular y magnífico libro estas ubicaciones pueden verse alteradas».

753 días después de haber hecho esta afirmación, ya puedo señalar que mi clasificación, además de incompleta e imprecisa, encima es inútil, pues se sostiene sobre una absurda necesidad de encasillar la naturaleza de unos relatos que, según como sean leídos, pueden situarse en cualquier estantería del conocimiento y del placer estético. ¡Qué manía la de los críticos y seudocríticos por atomizar unidades de pensamiento y creación compactas! ¡Vaya mentalidad de reponedores de supermercado que mostramos la mayor parte de las veces que nos proponemos hacer un análisis textual! ¡Cómo nos olvidamos de que libros como el que centra mis atenciones en este preliminar se elaboran para ser leídos y no para ser estudiados!

¿Qué debo hacer, pues? Nada más y nada menos que ofrecerte algunas anotaciones sueltas (insisto: anotaciones sueltas), elaboradas en su momento y reelaboradas en estos días de trabajo sobre el “preliminar caleidoscópico”, sin otro objetivo que no sea el de presentarte aquello que me llamó la atención del relato y que puede serte de interés: bien porque te ayuda a que vislumbres alguna clave de la historia desde algún punto de vista (literario, cultural, etc.), bien porque puede estimular tu ánimo para que leas con otros ojos la narración. Veamos:

Relato 1: Tú no te acordarás -Caleidoscopio­-

Es el relato principal del libro. Ocupa 68 páginas (de la 9 a la 77). Está distribuido en 32 bloques textuales. Entre el bloque 25 y el 26 hay un intersticio de 17 páginas.

En la nota previa a los relatos, titulada “A modo de justificación”, el autor señala lo siguiente:

[…] El título de Tú no te acordarás responde al hecho de que la verdadera memoria no es, la mayoría de las veces, un ejercicio consciente sino más bien un cúmulo de experiencias ancestrales recibidas a través de la sangre y con cada célula, y que nos hace desear, temer, acoger o rechazar de forma instintiva según qué cosas. En definitiva, un lugar que enrasa a todos sus personajes (aquí no hay héroes) y los reviste, sin más explicaciones, con esa pátina que da el tiempo. La acotación “caleidoscopio” acude al recuerdo de aquel juguete hecho de trozos de color con espejos, para construir una realidad ilusoria, cambiante, a medida que vamos dando vueltas al tubo que los contiene […]

La lectura completa del primer relato nos mueve a tener presente  Crónica de una muerte anunciada de García Márquez: múltiples personajes cuentan desde su perspectiva la muerte de Edelmiro a manos de Fermín Almeida, el padre del protagonista principal de la historia. En medio, se entrelazan los recuerdos de quienes conocieron a los padres de Gervasio, el hijo de Fermín, en el marco de su Tirajana natal.

Hay concesiones al realismo mágico en diversos pasajes; el más sobresaliente, a mi juicio, se halla en el relativo a la fertilidad de un personaje llamado Facundo:

[…] Pero a pesar de no llevarse bien con él, Pepito soportaba a su tío Facundo porque todo lo que intentaba con las plantas o los animales resultaba de una fecundidad exuberante. Según decía la gente, su madre deseó tanto tener aquel hijo que proyectó en él toda su fertilidad y no faltó quien dijera que debió llamarse Fecundo en vez de Facundo. Tardó tanto en concebirlo que, cuando lo dio a luz, su única hija ya estaba casada. La criatura vino al mundo con buenos augurios en una primavera que llegó de golpe a la mañana siguiente de aquella noche, con la mar como un plato y la luna llena colgada sobre Melenara. Después del cansancio del parto, la madre se durmió y despertó con un alarido del chiquillo, de tal envergadura, que hizo abrirse de una vez todas las flores del patio.

[…] Si alguna vez arrimaba la cochina al varraco, aquella paría no menos de catorce lechones, de modo que él, con ternura de padre, debía retirar a alguno de los recién nacidos de los pezones de la marrana, pues tocaban a menos de uno por cabeza, y así poder amamantar a toda la camada. Las gallinas ponían, invariablemente, huevos de dos yemas y, si alguna incubaba, era digno de ver cómo de cada uno iban saliendo los pollos a pares.

[…] Sin embargo, aquella condición suya le acarreó más de un acceso de desconsuelo porque cada vez que quiso acercarse a una muchacha con intenciones serias, ésta salía huyendo por temor a contraer embarazos triples o vaya usted a saber. Las únicas relaciones que pudo mantener para aplacar sus urgencias fueron con mujeres de la vida, que tomaban sus precauciones, aunque, si en el relajo de sus desahogos les contaba su desdicha, terminaban echándolo y maldiciendo la hora en que habían arriesgado su sustento y hasta sus vidas sin saberlo […]

punto-sadalone