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Algunas celebraciones han ido cambiando radicalmente su concepción y estructura, en virtud de las transformaciones sociales y las decisiones de los diferentes agentes sociales, según las épocas y los lugares. Uno de los casos más significativos es la fiesta del Corpus Christi, de la que nos hemos ocupado en otras ocasiones.

Arquetipo de la lucha entre el bien y el mal, es una de las primeras fiestas que se celebran en Canarias tras el proceso de conquista y colonización. En La Laguna, cuando aún era un campo militar, se celebró en 1496, incorporando símbolos y ritos de diversa naturaleza, aunque todos ellos con el objeto de evangelizar e ilustrar la lucha contra la herejía.

La antigua procesión del Corpus contenía expresiones dramáticas, musicales y coreográficas, representando una simbología acorde a la mentalidad y la iconografía de la época. La Octava venía a refrendar el concepto de resurrección y representaba a su vez el orden jerárquico de la sociedad. Participaban en la misma diablos, matachines, danzas de espadas, grupos de gremios, pelícanos, águilas, caballos… El elemento principal -aparte de la Sagrada Forma- era una serpiente monstruosa, conocida como Bicha o Tarasca.

En el siglo XVIII, esta manera de entender la festividad fue decayendo en Canarias, aunque otras comunidades españolas (como Valencia o Toledo) conservan parte de esos elementos, como la Tarasca. En Venezuela, los Diablos Danzantes son todo un símbolo cultural.

Este año, la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de La Laguna ha desarrollado un proyecto para recuperar este desfile histórico. Tendrá lugar el jueves 19 de junio, como complemento cultural a su celebración religiosa. Bajo el genérico nombre de ‘Diablos y Tarasca’ intervendrán en el mismo muchos de los componentes históricos de la fiesta, algunos de ellos actualizados. En próximas entregas seguiremos abundando en los diversos elementos que lo componen.