cabra mojada_wide

El solsticio de verano es propicio para la expresión ritual, mágica y premonitoria. Cristianizado bajo la advocación de San Juan, contiene un repertorio de pequeños y grandes ritos y costumbres en los que confluyen la superchería, la religiosidad y el culto al sol. Las estrofas de Juan del Río Ayala, musicalizadas por el maestro J. Herrera nos recuerdan algunas de estas supersticiones, ligadas muchas de ellas al agua y al fuego: en el agua del estanque / temprano te has de mirar / si el agua estuviera turbia / un año no vivirás.

En Lanzarote, recuerdo desde niño que el día de San Juan era preceptivo ir a darse un baño al mar. Mejor si era bien temprano. Según algunos historiadores, parece que ya los antiguos habitantes de estas islas practicaban esta costumbre de bañarse de forma ritual en las aguas marinas. En Gran Canaria, el cronista G. Escudero cuenta la costumbre de las harimaguadas (una especie de sacerdotisas), acudían solas a bañarse disponiendo de “día diputado para eso”. Diversos lugares, en distintas islas, abundan en lugares denominados bañaderos, donde acudían nuestros antepasados con un sentido ritual y purificador, al son de los gritos llamados ajijides.

La tradición pastoril de bañar al ganado en la mañana de San Juan también formó parte de este complejo ritual. Pervivió en algunos lugares como el Puerto de la Cruz , en Tenerife. Con la explosión turística de la década de 1980 se fue extinguiendo por considerarse poco decorosa para los bañistas playeros. Estudiada por el etnógrafo Manuel Lorenzo Perera, fue recuperada por algunas asociaciones como el Colectivo Cultural Valle de Taoro. Posteriormente, fue el inolvidable Chucho Dorta su principal valedor. En la actualidad, gracias al empeño de instituciones y colectivos, tiene al frente a Amílcar Fariña como impulsor de esta entrañable tradición sanjuanera.

 

*Imagen: El baño de las cabras, de Carmen c.fuentes2007. Ver Original.