Texto de la presentación de Romancero sureño (Mercurio Editorial, 2013) realizada
en el Círculo Cultural de Telde el 20 de junio de 2014, a las 20.30 horas.

[Véase «El Romancero sureño de Faneque Hernández«, 14 de enero de 2014]


Buenas noches a todos y muchas gracias por la amable acogida.

Las directrices de mi intervención las tengo muy bien asumidas. Parten de algunas convicciones que me agrada compartir. La primera de todas está relacionada con la satisfacción personal que siento por hallarme ahora mismo aquí, entre ustedes: por un lado, porque siempre es reconfortante volver al Círculo Cultural de Telde; estar entre amigos, sentir su afecto… Por el otro, porque siempre es grato retomar la palabra para alabar las buenas virtudes de un autor como es Faneque Hernández.

La segunda convicción se sostiene sobre una percepción nítida de la situación que represento en este momento ante el autor y, por extensión, ante ustedes: yo no soy el protagonista esta noche; luego, no se ha de extender mi intervención más allá del trazado de algunas observaciones que me apetece compartir con ustedes y que ha de permitirles entrar de lleno en el poemario saltándose la barrera del preliminar que compuse para esta edición.

Hay dos preguntas que, como lectores, hemos de hacernos cuando tenemos en nuestras manos un libro. La primera pregunta es, si me apuran, visceral, instantánea; involuntaria, si me siguen apurando: ¿De qué va? La segunda, en cambio, suele ser una pregunta que se formula a posteriori, cuando la experiencia lectora ya se ha sedimentado en la conciencia: ¿Por qué se compuso este libro? ¿Por qué surgió en la conciencia, intelecto y creatividad del autor la “necesidad” de plasmar por escrito aquello que luego se ofrecerá en forma de libro? Como buena parte del preliminar aborda estas cuestiones con mayor precisión, mi preocupación ahora no es otra que la de mostrarles el cartel, ese letrero al principio del camino, que les indica hacia donde, a mi juicio, les ha de llevar la lectura de este impresionante Romancero sureño.

En dicho cartel, se apunta que este libro es, ante todo, la representación en versos del largo trayecto poético que ha seguido nuestro autor desde que iniciara la ruta con el descubrimiento de todo lo que es poético y que lo ha circundado a lo largo de su vida (la literatura, el arte, la tierra, la cotidianidad, la familia…); continuara su camino asimilando e interiorizando esta experiencia vital al tiempo que conquistaba aquellas parcelas de poesía donde, para la primavera creativa, hallasen su huerto el intelecto y su jardín las sensibilidades; y llegara a su destino, la colonización de cientos, miles… de páginas en las que se va configurando un estilo muy bien definido y unas magistrales y, por fortuna, fecundas líneas de composición.

La comprensión de este libro se inicia en el mismo índice, donde pueden ver, en la página impar, todo aquello que ha sido aprehendido (“De las artes”: arte y literatura; “De las patrias”: El Hierro, Agüimes y Canarias); y, en página par, la expresión evolutiva de su visión poética (“De los amores”: la cotidianidad familiar, la pérdida de esta cotidianidad y el compromiso con una visión de la tierra que se afianza en una historia colectiva bien fundamentada).

El final de esta vía iniciática viene representado por la que, sin duda, es y será una de las composiciones de obligada mención cuando se hable del quehacer literario de nuestro poeta: “Desafío y muerte de Doramas”, la obra que, de alguna manera, sirvió de germen para este proyecto literario. Lo cuento de manera más extensa en el preliminar.

En suma, que la importancia de este Romancero sureño radica en el sentido de evolución que posee de la poética de Faneque: de la inspiración a la expresión. De ahí que no me quepa la menor duda de que, con los años y las sucesivas obras de nuestro poeta, este poemario se convierta en una referencia indispensable para entender la poética de nuestro autor y cómo se ha configurado su universo creativo; un universo creativo del que me gustaría apuntar tres notas sueltas:

  • La 1ª tiene que ver con la impresión personal de que la suya es una obra que se construye con el pico y la pala de las palabras, con los bloques de los mensajes que van más allá de toda búsqueda del mero hedonismo literario y con el cemento de una convicción y creencia que tiene al pueblo como referencia próxima. Las pintaderas de su poética se articulan sobre una sólida y rigurosa simbología que está a años luz de esa iconografía poemática que podemos ver en muchos poemarios (muchos he manejado en los últimos años como mediador editorial) y que se basan en una complejidad impostada.
  • La 2ª nota tiene que ver con el autor como ciudadano, como vecino, como destacado intelectual y sobresaliente poeta. Faneque es un hombre comprometido; es más, todo en él es siempre compromiso: compromiso con su sociedad, con su historia, con su tierra, con sus vecinos, con su entorno familiar, con su profesión… Todo es compromiso, palabra y hecho. En este sentido, nuestro Romancero sureño se erige como la prueba de un ideario que sirve de referencia para muchos, entre los que me incluyo, pues las líneas de su pensamiento e interpretación del mundo no son muy distantes a las de quienes estamos junto a él. El compromiso demanda una toma de posición concreta frente a los hechos que se hacen y los que se contemplan. De ahí que nada en estas páginas sea frívolo, nada persigue -ya lo he sugerido- el mero hedonismo literario, aunque no falten en algunas composiciones ese dulce aroma de la amabilidad de sus contenidos. Cada poema es un destacado ejercicio de militancia con la sociedad que remueve la conciencia del lector sin que ello suponga la presunción, por mis palabras, de que la belleza literaria ha quedado en un segundo plano, porque no es así y porque no puede ser así. La validez de la obra que nos convoca radica en su calidad literaria y en cómo es capaz, además de deleitarnos, de movilizarnos, de hacernos partícipe de la cosmovisión de su autor. Si no fuera así, no presidiría el ambiente ni mis palabras el hermoso término de “poesía”.
  • El último apunte que deseo compartir con ustedes esta noche tiene que ver con la última composición del poemario: “Desafío y muerte de Doramas”. Si la literatura fuese una mina, no sería descabellado apuntar que Faneque ha hallado un filón en ese resurgir del cantar de gesta que no cuenta el nacimiento de ninguna nación política, sino de un nuevo sentimiento de identidad nacional; lo que tiene un valor más allá de lo que se puedan imaginar, pues sustituye la beligerancia armamentística por la dialéctica, la palabra, el debate, las ideas… Animo, recomiendo, sugiero… imploro a nuestro autor a que siga el duro y pedregoso camino literario que representa “Desafío y muerte de Doramas”, pues en sus palabras cobra la historia de nuestro pueblo un nuevo sonido acorde a los tiempos que vivimos, exigentes en el rigor científico y en la transparencia con la que deben fraguar los pensamientos que han de conducir a nuestra sociedad al mejor futuro posible.

Concluyo. Deseo felicitar a Faneque Hernández por el feliz alumbramiento de un Romancero sureño al que deseo toda clase de suertes en su difusión y conocimiento, pues, sin duda, estamos ante un gran título que ya forma parte por méritos propios del más abrumador por su grandeza patrimonio de la literatura en lengua española compuesta en Canarias.

Felicito a Mercurio Editorial por el esfuerzo realizado para que viese la luz este libro y animo a sus miembros a que continúen con el esfuerzo de dar a conocer a nuestros autores.

A quienes me rodean en esta mesa, gracias por permitirme que, por un instante, parafraseando el consejo que se puede leer en el primer tratado del Lazarillo de Tormes, me considere uno de los “buenos” por haberme arrimado a este lado donde tantos buenos hay.

Y a ustedes, muchas gracias por regalar parte de su tiempo y tanta amabilidad a cuantos tenemos algo que ver con este más que recomendable título que hoy nos ha convocado.

A todos, muchísimas gracias.