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El verano es el tiempo propicio para ocupar la calle como contexto de celebración. Los ritos de comensalidad, de exaltación de la naturaleza y la fertilidad, se concitan en esos desfiles que los canarios disfrutamos bajo el apelativo común de romerías.

La Ordenanza que el Cabildo de Tenerife dictó en el siglo XVII, sobre las fiestas que habrían de celebrarse en honor a San Benito, fue recogida por Núñez de la Peña en 1670. En la misma, se señala que se hagan tres procesiones: una el veintiuno de marzo -día de su santo- otra el día segundo de pascua de Pentecostés “que fue el día que se echaron suertes por los vecinos desta isla para tomar por abogado al sancto…” y la tercera el once de julio, día de su traslación.

Se ha tomado en numerosas ocasiones esta referencia para aludir a la notable antigüedad de la romería. Pero, en justicia, su forma actual proviene de la década de 1940. En esos años, algunos representantes de la burguesía lagunera quisieron evocar la antigua romería y se recreó una especie de pasacalle teatralizado, en el que se representara la tradición campesina, más como una exaltación del tipismo que por motivación votiva. Al igual que el resto de romerías canarias, en las que se pasea al santo en lugar de ir de peregrinación a su ermita, la de San Benito es una recreación figurada de una realidad ajena a sus actores.

Los antiguos programas nos hablan de actos como el Pregón Radiofónico, la bendición del ganado, el Festival de la Copla, encuentros folklóricos, bailes de libreas y danzas, pandorga y quema de caballitos de fuego. Y, como acto central, la Romería Regional de San Benito Abad, que sigue convocando cada año un número importante de visitantes y folkloristas de todas las islas.

 

*Imagen: Tríptico de La LXVII Romería Regional San Benito Abad de La Laguna 2014. Enlace al programa.