La Coruja – Un relato de Ernesto Rodríguez Abad

Nació una niña hermosa. Tenía la piel suave y delicada. La mirada era limpia. Azules de aguas tranquilas navegaban en las pupilas.

Si hubiese sido la protagonista de un cuento sería una princesa y las hadas hubiesen acudido al lado de su cuna a ofrecerle dones y regalos.

Mas no tenía sábanas de seda, ni colchas de lana pura para aislarla del frío. No tenía unos padres cariñosos a su lado para regalarle besos. Las cucarachas volaban sobre su cabeza. Las ratas roían las patas de la cuna.

Nació en una chabola. Un barrio cualquiera. Una ciudad cualquiera. No aprendió canciones, ni juegos. No fue a la escuela, ni conoció la risa. Tenía que cuidar a sus hermanos, tenía que buscar comida para ayudar a la familia. Deambulaba entre basuras, hablaba con los insectos, susurraba hechizos a los búhos, caminaba en la oscuridad con mirada de gato.

Nació con alma de vieja. Cuando se quedaba sola se iba lejos del barrio miserable. Miraba el horizonte de techos de latón y trozos de colores indefinibles. Se sentía libre en el bosque. Allí las cosas eran distintas. Los más fuertes no eran los que tenían más dinero, los poderosos no eran los que mandaban. Allí reinaban otras leyes. Eran normas que habían nacido en tiempos remotos, cuando los hombres y las mujeres formaban parte de la naturaleza.

Aprendió la lengua de los animales. Supo diferenciar las yerbas, y conoció sus poderes. La pobreza, la vida, el sufrimiento la cambiaron.

El cuerpo fue mutando lento, como si vistiese una carcasa prestada. Los ojos aprendieron a mirar como los animales de la noche. La piel de niña se fue convirtiendo en una áspera corteza ruda. La voz dulce se rompió en ruidos desagradables… La maldad le sonreía cuando la veía pasear entre los zarzales y la basura.

Empezó a frecuentar el mundo de la noche. La luna se escondía avergonzada cuando la veía pasar entre las sombras. El rostro de niña se transformó en jeta de coruja.
 Nació la bruja. Se llamaba Gretel. Cuentan que una dulce niña la arrojó a una olla de agua hirviendo.

 

La Coruja interior

 Ilustración: Sonja án Klukku

 

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