Los resultados de los estudios sobre estos fragmentos volcánicos han sido publicados por la revista científica Journal of African Earth Sciences

Científicos del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) y de la Universidad de La Laguna (ULL) han publicado recientemente en la revista científica de difusión internacional “Journal of African Earth Sciences” los resultados de una investigación llevada a cabo sobre la naturaleza de los fragmentos volcánicos emitidos en las primeras fases de la erupción submarina al sur de la isla de El Hierro ocurrida en octubre de 2011 y conocidos popularmente y en la literatura científica como restingolitas, en referencia al pueblo de La Restinga, situado al sur de la isla de El Hierro, muy cerca de la zona eruptiva.

Científicos del Involcan y la ULL realizan nuevas aportaciones sobre las restingolitas

A primera vista, la característica más llamativa de las restingolitas es su naturaleza mixta, puesta de manifiesto por la presencia en los fragmentos de dos tipos de materiales muy diferentes en color, textura y composición. Su característica más sobresaliente es que presentan un material interno blanco muy vacuolar, de textura extremadamente esponjosa, rodeado por una delgada corteza negra mucho menos vacuolar. A lo largo de su investigación, los científicos analizaron separadamente ambas partes de las restingolitas, encontrando que la parte blanca es de naturaleza traquítico-riolítica mientras que la corteza negra es de naturaleza basáltica.

Sobre el origen del material basáltico existe acuerdo general en atribuirle un origen magmático a partir de la fusión parcial de rocas profundas situadas en el manto superior sublitosférico. Sin embargo, la presencia del material traquítico-riolítico dio pie a un intenso debate en cuanto a cuál es su origen. En general, las hipótesis orbitan en torno a dos ideas fundamentales y contrapuestas: una la que considera que el material blanco tiene origen magmático y la otra, la que considera que su origen deriva del reciclado de material rico en silicio bien procedente de sedimentos silíceos del fondo oceánico o bien procedente de otros materiales volcánicos muy antiguos, también ricos en silicio.

La primera de las dos hipótesis tendría unas consecuencias muy importantes en cuanto a la estimación del nivel de riesgo volcánico ya que un origen magmático, implicaría la existencia de una cámara magmática con acumulación de material traquítico-riolítico y ya que las erupciones de mayor poder explosivo se asocian a este tipo de magmas, la probabilidad de explosiones volcánicas potentes, producidas por este tipo de magma, sería notablemente más elevada que si se tratara de material silíceo reciclado.

A lo largo de su investigación, los autores del trabajo han encontrado evidencias a favor de la segunda hipótesis, es decir, el material blanco tiene su origen a partir de sedimentos o materiales volcánicos antiguos reciclados, incipientemente fundidos por las altas temperaturas del magma basáltico. Este material oscuro englobando al material esponjoso blanco, sellaría la superficie de los fragmentos, dejando en su interior un material muy esponjoso y de elevada flotabilidad en el agua, lo que lo arrastraría hasta la superficie del océano quedando a la deriva a merced de las corrientes.

La consecuencia más importante de esta conclusión es que el peligro de erupciones explosivas de magmas traquítico-riolíticos es considerablemente menor. Sin embargo, los autores ponen de manifiesto una característica de la parte blanca de las restingolitas que resulta inesperada y es el relativo alto contenido de uranio en este material.

Los contenidos de uranio que llegan a valores de entre 30 a 40 ppm (gramos por tonelada) son los contenidos más altos de uranio de todas las rocas volcánicas conocidas de todo el Archipiélago Canario. Los investigadores, que consideran esta característica como muy llamativa, piensan que esta alta concentración de uranio en el material traquítico-riolítico blanco, puede tener su origen en los procesos de transferencia selectiva de elementos traza utilizando como vehículo de transporte los fluidos hidrotermales que circulan por el interior de las rocas de la corteza oceánica y de la base del edificio insular de la isla.