Ramón se enroló en Cádiz. La primera escala del barco fue en Santa Cruz de Tenerife, a un día y medio de la partida. Entraron por la noche, por después de oscurecer. Los reflectores que circundaban la bahía iluminaban las escarpadas montañas desnudas, tornándolas verdes como la hierba contra el cielo negro, Ramón permanecía junto a la barandilla observando.

– Debe de haber llovido por aquí -le dijo a un miembro de la tripulación que se hallaba de pie a su lado. El hombre gruñó, mirando, no a las verdes laderas artificialmente  brillantes al resplandor eléctrico, sino las luces de la ciudad delante de ellos.

 

A cuatro días de Santa Cruz. Cuentos escogidos, Editorial Alfaguara 1995

Paules Bowles

Santa Cruz. Ciudad Leída