José Bedia es una de las puntas de lanza del arte contemporáneo cubano desde el comienzo de su labor artística hace ya varias décadas. Su obra discurre por cauces inevitablemente telúricos que lo relacionan con otra figura capital como Wilfredo Lam.

La exposición Isla, Monte, Animal, Gente producida por la lagunera galería Artizar, muy presente en la pasada edición de ARCO, se entronca con los mitos del culto Palo Monte, una de las ramificaciones de una devoción que vino a instalarse en Cuba con la emigración africana de los años veinte del siglo pasado. El ritual Palo se estructura en torno al respeto por los ancestros y a la veneración de lo natural. Todo ello queda reflejado en la obra de Bedia.

Se pueden distinguir, tomando las piezas expuestas como hilo conductor, diversos ítems que elaboran un relato simbólico. El paraje natural, unas veces amenazante y otras apaciguado, actúa como variable telón de fondo. En el caso de Al paso y cauteloso, este queda salpicado de una lluvia de cuchillos, mientras que en Viene de la sierra la vegetación amenaza con cortar en pedazos a la figura que avanza por el sendero. A ello se deben añadir diversos matices expresados en el carácter pacífico de Dádiva en la tarde, donde la naturaleza como dadora de vida entrega lluvia al caos inferior; o la pervivencia de una voluntad redentora en Y las aguas empezaron a bajar, en la que el caos del diluvio universal va dejando paso a los primeros animales.

Esta naturaleza descrita queda identificada como una figura femenina que, en Señora del monte bendiciendo todo lo suyo, se sincretiza con una orgullosa postura mesiánica. Esta imagen, sin embargo, dista de ser amable y perpetúa una sensación de incomodidad que Bedia relaciona con el ritual en sí mismo. Esta extrañeza termina por desatarse en Urgencia de la madre, más como un hastío profundo de la propia naturaleza que como un deseo de destrucción. Las figuras humanas huyen pausadamente del escenario de la catástrofe posiblemente ya advertidos por la efigie del Tata Ngombe que preside la muestra. Esta remite al líder espiritual de la tribu, el intérprete de los signos insondables y cotidianos, el oráculo y el chamán.

Bedia no pretende destilar ninguna enseñanza moral sino componer una atmósfera compleja en base a elementos simples: lo insondable, la dicotomía de la figura protectora/destructora y los depositarios efímeros del devenir, los hombres. Tampoco se aprecia ningún deseo de desmitificación, sino de respeto por lo atávico que relacionarse con el medio circundante implica. Ello remite la muestra a la más plena actualidad, hacia un debate ecológico global e interminable que parece abocado a no encontrar solución.

Bedia

Tata Ngombe, 2012 / artizar.es

 

José Bedia. Isla, monte, animal, gente.

Galería Artizar. La Laguna. Hasta el 26 de marzo.