Reflexión para la comparecencia del proyecto Barrios Orquestados en la comisión de estudio sobre la situación de la Cultura en Canarias y su contribución al desarrollo económico y social de las islas [18 de julio de 2016 en el Parlamento de Canarias]

Gestión cultural en Canarias

Queremos a continuación realizar nuestro particular enfoque crítico sobre la gestión cultural en Canarias. Para ello, nos hemos concentrado en lo que consideramos como las dos mayores flaquezas o debilidades de este sector y, concretamente, de su gestión:

EL ENFOQUE – Desde el objetivo al que se vincula la Cultura; es decir, desde un planteamiento de Cultura de ‘Escaparate’.

LA DIRECCIÓN – Desde la direccionalidad de la gestión cultural.

Vincular la cultura al turismo siempre corre el riesgo de pervertir la propia política cultural y convertirla en un exclusivo escaparate turístico. No ignoramos la necesidad e importancia vital del turismo en Canarias; pero alertamos del peligro que supondría condicionar los destinos de la gestión cultural al ‘escaparatismo’, pues, como diría el escritor portugués José Saramago: “Los turistas son como las abejas, que dan miel pero pican”.

La política debe potenciarse por el desarrollo en sí mismo y los elementos identitarios que generan. Si existe o se desarrolla una identidad cultural, el atractivo turístico surgirá como consecuencia de manera automática; pero la potenciación de una cultura de base jamás se debería justificar por la posible repercusión en el turismo de la zona donde se desarrolle. De la misma manera que la enseñanza de “buenos modales” no debe justificarse por la posible aceptación social, sino por el beneficio que ella provoca en la persona que los aprende y en los que con ella conviven, pues la existencia de todos se vuelve más gratificante y estéticamente hermosa.

En este sentido, la cultura no debería ser un instrumento del progreso material de la sociedad donde se desarrolle, sino el fin y el objetivo del desarrollo, entendiéndolo como la realización de la existencia humana en todas sus formas y de manera íntegra. Hacemos nuestras las palabras del poeta senegalés Léopold Sédar Senghor (1906- 2001): “La cultura es el fin y el medio del desarrollo”.

La figura geométrica de la pirámide invertida es posiblemente el otro paradigma del estereotipado sistema de gestión cultural que prevalece en Canarias. Es lo que llamamos coloquialmente “comenzar la casa por el tejado”. Esta cuestión se puede apreciar con la ínfima representación de músicos formados en nuestro entorno dentro de las diferentes orquestas profesionales de las islas después de muchos años; en la escasa programación de artistas en las diferentes temporadas de reconocidas sociedades musicales o festivales de menor o mayor prestigio y de todos los estilos habidos en el panorama cultural del archipiélago; y como no, también es constatable por el exiguo espacio cedido a producciones artísticas locales de géneros y estéticas dispares.

Esta realidad no deja de estar ligada al primero de los talones de Aquiles que percibimos después de una directa y larga observación, que hace referencia a la necesidad de mostrarnos al exterior como fuente indispensable de subsistencia; es decir, el “escaparatismo” al que hicimos referencia cuando aludimos a la cuestionable asociación constante de la cultura con el turismo. Pero aquello que nos hace fuertes también puede matarnos o resultar tóxico para el sano y sólido desarrollo de la cultura, pues produce una desazón en los hacedores, ya que les obliga a un enfoque condicionado, favoreciendo así un crecimiento sesgado y distorsionado de la propia cultura. Por lo tanto, tiene el potencial de ser una herramienta empobrecedora de la propia cultura de los canarios.

Además de esa actitud del mirar constantemente hacia afuera sin mirarnos primeramente hacia adentro, se agrava el asunto con las actitudes caciquiles de quienes quieren hacer de las partidas destinadas a la cultura su pequeño reino de taifas, llevando a cabo con dinero público lo que deberían hacer con sus capitales particulares. La ostentación de algunos individuos con intereses muy personales, que son deseo de una inmensa minoría de la sociedad canaria, se ha normalizado durante décadas relegando los despojos de esas producciones megalómanas para lo que nosotros entendemos como “cultura base”, que debió ser siempre el primer objetivo de financiación, y no la limosna que limpia la conciencia después de la jactancia de un sector bien acomodado representado en grandes plataformas de supuesta promoción cultural para Canarias en favor de un supuesto desarrollo socio-económico general.

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Sin ánimo de destruir dialécticamente todo el recorrido y echar por tierra un trabajo de gestión que también ha provocado muchas cuestiones positivas, consideramos que un cambio de dirección podría haber nutrido con creces esos festivales y diferentes programaciones de las diferentes estructuras que hoy habrían estado gratamente invadidas por artistas formados en Canarias.

La cultura de lo “rápido” en contraposición a la cultura de lo “lento”, ese cortoplacismo alimentado a través de todos los medios y al que tan rápidamente sucumben los políticos, pues en la mayoría de los casos se ven obligados a mostrar resultados a sus electores en periodos de tiempo inadecuados, cuando de educación y cultura estamos hablando, ha sido también uno de los hándicaps con los que los gestores culturales han tenido que batallar y que, finalmente, nada bueno suele ofrecer porque la cultura necesita tiempo y reposo. Es también este factor el que nos ha llevado a una situación indeseada desde nuestro punto de vista, pero no irreversible, pues se le podría incorporar soluciones de inmediato si se persigue un cambio real.

Afirma el docente e investigador en Economía de la Cultura, Rubens Bayardo, que “existen numerosas lecturas y diversas apropiaciones de la noción de cultura, y el problema es qué se incluye y qué se excluye de la misma”. No es nuestro objetivo, ni lo pretendemos en esta reflexión final sobre el estado de la Cultura en Canarias, dictar qué se debe potenciar como elemento cultural y qué no, pues la defensa y desarrollo de todos los elementos susceptibles de ser identitarios culturalmente hablando deben ser atendidos de manera ecuánime, pues solo aumentarán la riqueza y variedad de la misma. Lo que sí nos atrevemos a cuestionar es precisamente lo ya expuesto, es decir, su direccionalidad, proporcionalidad y enfoque.

Este proyecto, Barrios Orquestados, comenzó desde afuera con la certeza de que no se iba a poder realizar desde dentro. Este dilema se debe afrontar en algún momento, no debemos postergarlo más tiempo. Valoramos muy positivamente la creación de una comisión para hacer balance sobre la gestión cultural en Canarias, pero esto será en vano si no provoca un cambio de mentalidad tan radical que nos haga colocar la base de la pirámide en el lugar más estable y justo. Solo si redirigiros el foco hacia los cimientos de la cultura, el cambio será sustancial y, verdaderamente, habrá valido la pena la creación de esta comisión. Porque, ante la situación que hemos venido arrastrando desde hace tantos años, no deberíamos conformarnos con pequeños cambios, sino con una metamorfosis total.

Entendemos que los apoyos por parte de las instituciones de cuantas iniciativas culturales trabajen desde la formación será un caldo de cultivo excepcional que, irremediablemente, modificará de forma sustancial el paisaje cultural en Canarias, provocando un desarrollo multidireccional que traerá enormes beneficios a medio y largo plazo difícilmente cuantificables en términos económicos, pero fácilmente identificables desde múltiples focos de objetiva observación.

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