La caja de Pandora en la OFGC

Que el ejercicio de la infamia no conoce freno se deduce claramente a la vista de las actitudes y discursos que nos brindan de continuo los miembros del comité de empresa de Fundación Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.

Ahora, ante la celebración de la rueda de prensa de los otros músicos (el pasado viernes día 5) persisten en sus viciados argumentos, es decir, en el cultivo del descrédito personal y la descalificación profesional tanto de la concertino Mariana Abacioaie como de la violinista Vanesa Gherman Abacioaie. Reiteran la misma mezquindad y sinrazón porque carecen de un respaldo consistente al que aferrarse.

La consigna que les mueve es indudable: los turbios suelen ser ruidosos porque creen que el barullo tapa bien la mentira.

¿Existe acaso un motivo más deleznable que convocar una huelga para que despidan a una compañera? Es el primer punto de sus exigencias, con el que no contemplan la posibilidad de transigir ni de negociar. Esta huelga-exprés, -anunciada nueve días después de la fecha del contrato de Vanesa- pone en evidencia el profundo malestar que les causa aceptar el derecho de la violinista a ocupar la plaza que le corresponde.

Mal que les pese, no se trata de admitir a “un intruso” ni a una “sobreprotegida”, según sus palabras, sino de integrar en el conjunto a una excelente profesional, con un alto nivel de formación (del que, por cierto, muchos de ellos carecen), que además participó durante siete años en la filarmónica como extra tras superar unas audiciones. Como superó el proceso de selección de hace dos años, tropezando únicamente con el escollo de la manipulación y la falta absoluta de transparencia en la fase final de las pruebas.

Fueron incluso capaces de improvisar nuevos baremos de calificación inventados expresamente para ella, ignorando las precisiones del convenio colectivo.

No es de extrañar la falta de respeto por cualquier tipo de examen, dado que encabezan este ataque despreciable los que no han pasado por ninguno. Así se entiende que se atribuyan la capacidad de decisión de a quién debe contratar o no la empresa.

Por cierto, es curioso comprobar cómo algunos de los huelguistas que hoy abominan de la concertino y de la violinista (afirman incluso que ni siquiera saben tocar), no dudaban, hace poco tiempo (ah, pero eso fue antes de las pruebas) en participar en la orquesta de cámara que dirige la primera, y en compartir incluso concierto, codo con codo, con la segunda.

Debe de ser que en sus cabezas guardaban bien escondida la “caja de los truenos” y que aguardaban para abrirla a la tremenda osadía cometida por Vanesa: el deseo de obtener una plaza en su orquesta en igualdad de condiciones que el resto de aspirantes.

Eduvigis Hernández Cabrera

Eduvigis Hernández Cabrera (Treinta y Tres, Uruguay, 1961) reside desde 1972 en Las Palmas de Gran Canaria. Ha publicado los siguientes libros: Muerte natural y otros suicidios (Ediciones Baile del Sol, 2007); Fantástica Fábula (alharafishedita, 2010); La Lógica del rastro (Gas Editions, 2012) y ciudad(es) (Aulaga Literaria, 2013), en colaboración con la artista Fabiola Ubani. De 2014 es su texto Verbo Cisne dentro de la colección Rumores de Artemisia, publicado por Aulaga Literaria.

 

 

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