Las profecías que se autocumplen

Leo con gran decepción los periódicos de Canarias, mi tierra adoptiva desde que me jubilé. No es que la crítica musical sea un género periodístico frecuente ni prolijo en este país, pero lo de Canarias es que ya pasa de castaño oscuro (expresión esta, por cierto, que siempre me ha resultado al mismo tiempo intrigante y curiosisima para personas como yo, amantes de los árboles).

Como les decía, vivo desde hace unos años en tierras canarias después de jubilarme de mi trabajo de casi cuarenta años en una escuela de música: es decir, creo que de lo único que sé en mi vida es de música.

El Festival de Música es, para mí, uno de los eventos fundamentales de estas islas, aunque también intento estar presente en otros, sean o no de “música clásica”. Esto es lo que se supone que hacemos los melómanos, ¿no?

He seguido, en silencio, la polémica que ha habido desde verano, pero con más terror que interés. Quizá, por ser de fuera, se me quedan algunos detalles en el tintero, pero lo que humildemente detecto es lo que en mi juventud, cuando vivíamos llenos de represión y miedo, se llamaba una caza de brujas. O, dicho en términos de sociología (otra de mis grandes pasiones, especialmente Bordieu), lo que ha sucedido y sucede es la profecía auto-cumplida.

Entender las profecías autocumplidas es muy sencillo: si usted dice “no voy a aprobar el examen” y ni siquiera estudia porque ya asume que no va a aprobar, finalmente suspenderá. Es decir, la causa y el efecto se terminan identificando. Con el Festival de Música, en mi opinión (si me permiten), ha sucedido lo mismo. Los primeros artículos hablaban de muerte, descalabro, miserere, etc. Y, la prensa, ante falta de buenos argumentos musicales, se han respaldado en datos que veo poco justificados. Lo que más me molesta, como músico, es que no se diga nada de la música.

Me pareció escandaloso cuando no hubo grandes comentarios sobre el privilegio de contar en las islas con músicos como los de la Accademia del Piacere y Nuria Rial, que había presentado su trabajo en el Real dentro del marco de la programación del Centro Nacional de Difusión Musical. Nuria Rial, especialmente, es una de las sopranos más importantes de nuestro país dentro del estilo. Si no, echen una ojeada con los músicos de los que se rodea, como Jaroussky (al que admiro muchísimo). Pero nadie dijo nada al respecto sino se limitaron a repetir machaconamente que el festival había muerto. El resultado era de esperar. En vez de un teatro lleno de personas ilusionadas por ver a una de las mejores voces que tenemos, medio teatro que, en realidad, ni sabían lo que iban a escuchar.

Lo mismo sucede, por nombrar otro caso, con Irene Theorin como solista en los Gurrelieder, que fue, entre otros, una de las voces más aclamadas del prestigioso Festival de Peralada en su participación en Turandot de Puccini. Así podría estar un rato, contraponiendo argumentos a los débiles esgrimidos por una prensa a todas luces poco formada, que calificó a los músicos de este año en el Festival de Canarias como de baja o dudosa calidad.

Yo no soy canario, así que no sé qué tipo de relación hay entre los músicos locales y la prensa. Pero estoy aún sorprendido de la poca respuesta que obtuvieron algunos comentarios en contra de los canarios y que se deberían haber motivado. Se tacharon a los músicos locales, en numerosas ocasiones, como malos, meramente escogidos por la nueva dirección por viejas amistades o cosas similares. Estuve escuchando Chamán y Nua y no me parecen, en ninguno de los dos casos, obras de baja calidad, más bien todo lo contrario. Estoy expectante ante Targo, de Leandro Martín, que en cierto modo se puede considerar “de aquí” tras varios años habitando las islas -como un servidor-.

Algo decepcionado estoy también con los músicos de banda, que no asistieron en masa a apoyar la primera inclusión de las bandas en el Festival, que dieron un concierto (en Gran Canaria, donde yo lo vi) de primer nivel. Las obras, especialmente el Chiaroscuro y el concierto de clarinete me parecieron demostración suficiente de que las bandas llevan años negando ese pasado -por otro lado dignísimo- de fanfarrias y procesiones. ¡Hay tantos compositores que demuestran las posibilidades tímbricas de las bandas! Y aquí, por desgracia, seguimos viendo a las bandas como poco más que intérpretes de chunta-chunta y música de pasacalles. ¡Qué poca cultura sobre las bandas! Si yo fuera músico de banda -no lo he sido nunca- me ofendería que sólo se viera una parte de las bandas y defendería su sonido como algo único.

No entiendo, sin embargo, la presencia de grupos como el Cuarteto de Cuerdas de La Habana, que dejaron al pobre Brouwer a la altura del betún, o Goyescas, un débil homenaje a Granados. Entiendo que en toda las programaciones hay luces y sombras, pero en ningún caso éste ha sido un festival como para ser tratado tan “malamente”, como decimos en mi tierra, como se ha hecho aquí.

¿Por qué, en serio, por qué, no hay críticos musicales en las islas? ¿Falta de formación o no se quiere hacer ni un comentario elogioso porque al ser corto de miras nos mete en la dicotomía de “estás conmigo o contra mí”?

Disculpen que me haya extendido más de lo que quería. Simplemente quiero con estas letras romper con el hechizo de las profecías que se autocumplen. Sobre todo porque, ante cualquier análisis serio, caerá por su propio peso la manipulación y la falta de fondo de las acusaciones, si es que la música sigue siendo lo más importante.