Carlos Costa
Andrés Gutiérrez & Sheila Torres

La sensibilidad musical de Carlos Costa es incuestionable. Durante más de 25 años se ha labrado un camino que comenzó con una guitarra en 1989, de la mano de Marcos Castilla, para dejarla en favor del bajo eléctrico y finalmente dejarse embaucar por el contrabajo, que lo descubrió y quiso como si de un amor a primera vista u oído se tratase.

Su bagaje de aprendiz lo llevó al Musicians Institute de Los Ángeles, California, para hacer escala años después, en 2003, en Nueva York, y aprender particularmente y de primera mano de tres grandes bajistas: Matthew Garrison, Sergio Brandao y Jeff Andrews. Quién le diría a Carlos en aquel entonces que en un nuevo viaje en 2007 a la ciudad de los rascacielos, a Brooklyn concretamente, para seguir formándose en la School for Improvisational Music (SIM) con Ralph Alessi, Tim Berne, Marc Ducret, Steve Coleman, Tom Rainey, Gerald Cleaver, Andy Milne, etc., activó el mecanismo No Limits y sobre todo derivó en una segunda etapa en Chicago, profundizando con Steve Coleman. Sobre el instrumento, el contrabajo, ha tenido también grandes maestros: Mark Dresser, Mark Helias, Ladislav Stukowsky y Alain Bourgignon.

Después de estos encuentros y estos años, su mente creativa se ha disparado exponencialmente amparada por una reafirmación en sí mismo, una experiencia vital. Carlos Costa no es como es porque toca lo que toca, sino que toca lo que toca y como lo toca porque es como es. En su creación musical es más lo que es que lo que sabe, que por cierto, no es poco. No en vano, además lleva más de una década siendo el profesor titular de Bajo, Contrabajo e improvisación en la Escuela de Música Guillermo González de La Laguna. Solo el conocimiento de la norma y el estudio de la misma hace posible entenderla para aplicarla o para obviarla.

Este músico, además licenciado en Teología por la Universidad de La Laguna, se ha propuesto descubrir sus particulares universos sonoros y compartirlos con el mundo. Su relación con el contrabajo es de amor transgresor y plácido que embelesa sobre todo a quienes lo ven tocar, porque Carlos es un pintor de sonidos y texturas que no deja de sorprenderme en el conocimiento de las posibilidades musicales de su instrumento: el contrabajo. Verlo tocar es verlo danzar con él entre sus brazos.

En la edición de este año del prestigioso Festival Internacional de Música de Canarias, participó como miembro del Pedro Barboza Patchwork Ensamble. Fue solicitado desde Madrid para unirse al proyecto ante la inclusión en el programa, por primera vez, de una formación de improvisación libre contemporánea. Querían estar a la altura y Carlos es el único que da la talla.

Qué gran acierto por parte de los organizadores incluir estas texturas, sonidos y propuestas en el programa de 2017.

Atrás, y muy lejos, queda el Carlos Costa que plantaba cara a la música con su primera formación jazzística, Macrakantha, para seguir avanzando hacia lo que fue en 2004 un cierre de etapa en el jazz fusión, en el que profundizó hasta publicar su primer álbum, Espacios, con su banda Jet Set. A partir de ahí, comenzó a liberarse a sí mismo de etiquetas y ataduras para desembocar en el Carlos Costa que hoy conozco y descubro con este nuevo trabajo discográfico titulado Door of no return.

Musicalmente, Carlos está forjado en el trabajo y es conocedor de los espacios libres por los que transita aplicando la máxima que compartió con él Steve Coleman, uno de sus maestros: “Move on and no excuses”, que podríamos interpretar como una invitación a pasar página, a seguir adelante y a no escondernos tras ninguna excusa. Esa actitud, define a Carlos como músico y como persona, y parece de manifiesto en la fotografía de Andrés Gutiérrez. Con este disco, Carlos ha abierto una puerta de no retorno hacia la creatividad, la improvisación, la libertad y, en consecuencia, un futuro musical prometedor.

La propuesta musical Artista: Carlos Costa. Título: Door of no return. Composiciones y contrabajo: Carlos Costa. Grabación, mezcla y mastering: Wade Matthews. Estudio de grabación: Smiling Cow Studios (Madrid). Discográfica: Aural. Terrains 2016. Diseño gráfico: Carlos Santos. Más info.

 

Un artículo de Alexis Hernández para Diario de Avisos