Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias

Quantum ensemble

A finales del siglo XIX y, sobre todo, a partir del XX, comenzó a pasar algo fundamental: y es que la música dejó de ser un patrimonio de algunas regiones de Europa (Italia, Francia, Alemania, Austria) y, de pronto, otras tierras alzaron la voz y mostraron la gran dignidad de su producción.

Es el caso de lo húngaro y la Rapsodia húngara n. 9 o “El Carnaval de Pest” (De Buda-Pest).

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Listz se había pasado media vida fuera de su Hungría natal hasta que en 1839 (Listz había nacido en 1811) regresó convertido en un héroe nacional. Entre 1839 y 1840 compuso las Magyar Dallok, o las Melodías húngaras, que sirvieron de base para las Rapsodias húngaras. Éstas están basadas en una música popular húngara, ¿la? / ¿el? Verbunkos, que era la música del reclutamiento militar, y que formalmente consiste en una introducción lenta (lassu) y un desarrollo más lento y con carácter improvisatorio (Friss).

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En la Novena Rapsodia, es notable el tempo variable, que le da un aire fresco. No obstante, muchos autores critican que Liszt europeizó el carácter húngaro, sin darle verdadera voz o espacio al color húngaro.

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No pierdan de vista esto del verbunkos porque el primer movimiento de los Contrastes de Bartok, la siguiente obra del programa, toma también esta forma. Cuando el violinista Jozsef Szigeti y el clarinetista Benny Goodmann (Sí, el de jazz), le pidieron a Bartok una obra para violín-clarinete y piano, no se imaginaban que Bartok les daría Contrastes a cambio, una de sus obras fundamentales para cámara. En ella, no sólo aparece la influencia húngara, sino también la rumana, la griega y búlgara. El ritmo es fundamental en Bartok y, por ejemplo, remarca más que Liszt el ritmo característico del Verbunkos: se trata del dűvő, que consiste en la acentuación de la segunda nota (tun-PÁS, tun-PÁS), que da la sensación de ritmo cojo. Escúchalo en el piano de su Primera Rapsodia:

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El segundo movimiento, Pihënö (relajación) tiene poco de relajante. Más bien todo lo contrario: da bastante mal rollo. Bartok era un maestro en la creación de atmósferas de este estilo. Lo interesante de esta música, es que parece que no pasa nada y pasan muchas cosas. De hecho, uno de sus intérpretes, llamaba a estas construcciones “static motion” o “movimiento estático”.

La obra termina con Sebes (una danza rápida) inspirada en música rumana y húngara.

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Lo interesante de esta música es que ¡se parece muchísimo! al principio de la Danza Macabra de Saint-Saëns. Esto se debe al uso de una técnica en el violín llamada scordatura. Ésta consiste en “desafinar” las cuerdas de los instrumentos de cuerda para conseguir otros efectos.

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A partir de 12:45, Bartok hace algo muy curioso: introduce una parte más, lenta, contrastante, en la que el ritmo es de 13/8. Les cuento:

Cada una de las divisiones (negra, corchea, semicorchea, etc.) tienen un número

Redonda: 1
Blanca: 2
Negra: 4
Corchea: 8
Semicorchea: 16
¿Y a qué vienen estos números? A cuántas notas caben dentro de una redonda. Es decir, en una redonda caben dos blancas, cuatro negras, ocho corcheas, etc.

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Esto, a su vez, marca las relaciones de compás:

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Como ven, más o menos las relaciones siempre son de 2-3-4. ¡Imagínense lo difícil y poco común que es meter 13!

Para finalizar el concierto, llega el Cuarteto n. 1 Op. 25 de Brahms.

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Este Cuarteto fue escrito por un jovencito Brahms (bueno, jovencito para ahora, en la época ser casi treinteañero ya era ser muy mayor). El primer movimiento es una forma sonata, aunque en lugar de tener dos temas tiene ¡cinco!, con un color bastante romanticón. ¿Qué significa esto de romanticón? Cuando nos recuerda en algo al “Sturm und Drang” -aunque éste sea anterior al cuarteto-. Algunos de sus representantes fueron Lessing o Goethe, y en Música CPE Bach. Su pico más alto fue 1770, pero la influencia que tuvo marcó lo que hoy entendemos por romanticismo: aquí aparecen las primeras teorías sobre el genio creador, que “mejora la naturaleza” y expresa sus pasiones sin ataduras.

En el segundo tiempo, vamos a tener la sensación de agitación contante por el acompañamiento nervioso. Opera como scherzo, que fue el movimiento que sustituyó a los menuets de las sinfonías. Scherzo significa “yo juego”, en italiano y, originariamente, tiene la intención de crear un poco de inestabilidad y contraste con respecto al resto de movimientos. Es curioso que Brahms lo sitúe aquí, pues el Scherzo solía estar en el tercer lugar.

El esperado lento llega como tercer movimiento, donde compagina una melodía lírica con una marcha, casi infantil, que nos recuerda al mundo del soldadito de plomo y la bailarina coja. El cuarteto finaliza con un movimiento “Alla Zingarese”, que justifica su inclusión en este programa. Reconocemos lo zíngaro en la rotundidad del comienzo, con un tema sencillo pero muy rítmico. Se considera este movimiento, formalmente, como un rondó, aunque algunos consideran que es más bien la inclusión de grandes cadencias entre “estribillo” y “estribillo” (el cual escuchamos de 32:25 a 32:38).  En este caos, más que una “auténtica” búsqueda de lo gitano, de lo zíngaro, hay una construcción romantizada de el mundo gitano. Lo que Brahms escuchó fue una “deformación” de la música romaní que llegaba a través de orquestas que adaptaban su música a los gustos europeos. Bartok fue, precisamente, uno de los primeros músicos en criticarlo y tomarse en serio la investigación de las raíces musicales de la música gitana, que tiene influencia de muchas regiones dado el carácter nómada de muchas culturas gitanas. De ahí que la música de Bartok nos suene menos familiar que la de Brahms… ¿Se imaginan cómo sonaría una música clásica que se hubiese tomado en serio lo que sonaba por las calles del siglo XVIII y XIX y no se hubiese hecho un falso constructo, como el de los nacionalistas españoles, de “lo español”?

Textos originales de Marina Hervás publicados en el blog oficial del Festival de Música de Canarias