Artículo original de Sergio Lojendio publicado en El Día

La Agrupación Musical La Esperanza, de La Guancha, recibe hoy en el Auditorio de Tenerife, en un acto que dará comienzo a las 20:30 horas, la Medalla de Oro de la Isla de Tenerife

 

Auditorio de Tenerife acoge hoy, sábado, a las 20:30 horas, el acto de entrega de la Medalla de Oro de la isla de Tenerife a la Agrupación Musical La Esperanza, de La Guancha.

Este reconocimiento a la banda de música, que se rige por el Patronato de Música XVIII de Enero, tienen que ver con su contribución durante 92 años de historia «tanto al desarrollo de la música como a la expansión de la cultura dentro y fuera de nuestras fronteras, destacado por el valor añadido de las enseñanzas musicales como herramienta de cohesión social».

En palabras del director de esta formación, Jesús Agomar González Guillama (Los Realejos, 1983), recibir esta distinción representa «el máximo reconocimiento insular a la labor de un colectivo que se ha caracterizado siempre por dos vertientes principales: la cohesión social, por una parte, y la formación artística en un amplio espectro, por otra», ligada estrechamente por la vocación cultural que por tradición se ha respirado en La Guancha.

Este joven músico admite que el galardón supone un estímulo que reconoce la trayectoria de una institución «que ha luchado contra viento y madera» -título del popular programa musical de RNE- por permanecer viva en los más de noventa y dos años desde su fundación, al tiempo que honra a «generaciones de músicos y entusiastas que prendieron la llama musical de nuestro pueblo del norte de Tenerife.

A juicio de Jesús Agomar, las bandas de música no solo se constituyen como un elemento de vertebración y de cohesión social, «sino también como potente vehículo para la participación, la formación, la convivencia inclusiva de personas con diversos trasfondos culturales, religiosos, sociales o ideológicos; como también para la práctica instrumental y el aprendizaje artístico». En tal sentido, este director las entiende como «puente de acceso a las enseñanzas musicales, propiciadoras del sentimiento de pertenencia a un colectivo con vínculos intergeneracionales diversos, junto al aprendizaje transversal». Y «culpa» de esa cohesión «a las academias musicales de las propias instituciones o las Escuelas Municipales de Música como formadoras de vocaciones musicales y futuros profesionales de la música que nutren nuestros conservatorios».

En el caso concreto de la Escuela de Música de La Guancha, en la que ejerce como coordinador, subraya que «no han sido pocos los esfuerzos y las luchas por reducir los costes de las matrículas, ofertar una enseñanza personalizada y de calidad, junto a la aplicación de un programa de préstamo que incluye el uso de los instrumentos y de nuestras instalaciones, con el principio de prevención social como telón de fondo».

En cuanto a la adaptación necesaria que requieren los nuevos tiempos, Jesús Agomar precisa que «todos los colectivos que deseen perpetuarse en el tiempo, sin almidonarse, tienen la obligación de adaptarse, más bien resituarse, por la inevitable aparición o no de ciertos valores culturales, éticos, o usos y costumbres más o menos perpetuadas en el tiempo». Así, toda banda de música «está llamada a ser atractiva», dice, también en lo estético, «pero sobre todo por cuanto que se haga comprensible a todos los públicos. En nuestro caso, creemos combinar adecuadamente tradición y nuevas tendencias».

Lo cierto es que las bandas de música siguen siendo el «patito feo», un estigma que califica de «elitista», por cuanto sostiene que «se tilda de burlesco todo lo que huele a popular o costumbrista», cuestión con la que discrepa. «Me chirrían tantas opiniones, a veces de quienes se creen cultos, que establecen diferencias entre música culta de la que no lo es… No. La música es solo una, universal, está llena de matices y propiedades; se interpreta, escucha y siente de forma diferente, tanto por profesionales como aficionados, incluso por los que presumen de no necesitarla».

Con todo, el director de la A.M. La Esperanza insiste en que «calificar despectivamente a las bandas, o decir de ellas que son la hermana menor o copias baratas es desconocer su labor integral e integradora. Bien es cierto que quizás seamos culpables de no transmitir adecuadamente nuestro trabajo, como motores de formación de instrumentistas, entre otras muchas funciones. Es por ello que animo a todas las bandas de música, a los medios de comunicación, instituciones y autoridades locales y supramunicipales, como también a las federaciones de bandas y a todo el colectivo interesado, a conocerlas, defenderlas y acercarlas a la sociedad».

En este sentido, comparte el planteamiento de Nino Díaz, coordinador del Festival de Música de Canarias, en cuanto a que «no deja de ser una decisión complicada incluirlas en la programación por la triste etiqueta social que arrastran, fruto de la ignorancia».

Jesús Agomar defiende su participación «como expresión clara y decidida del latir cultural de nuestras islas. Baste decir que solo en Tenerife somos más de tres mil personas las dedicadas al movimiento bandístico».

Y señala: » Espero que el próximo 2 de febrero seamos muchos los que acudamos a acompañar al maestro alicantino Óscar Navarro, que dirigirá la Banda Municipal de Las Palmas en nuestro auditorio. Depende de nosotros que este ciclo se perpetúe en el tiempo».

Aquella banda de niños nacida en 1924

La Agrupación Musical La Esperanza de La Guancha nació de la conversación del maestro Vicente Carrera y el sacerdote Domingo Hernández, allá por el año 1924. El primero dio la idea, animó al párroco y este la puso en práctica, a pesar de sus escasos recursos materiales y de conocimiento musical. Nace así una banda de músicos niños, dirigida por un sacerdote, que no solo interpretaba su pequeño repertorio musical en La Guancha, sino en otros pueblos como el Realejo Bajo, Arico. Y fue Juan Luis Reyes, director muchos años, el artífice de su permanencia en el tiempo. En la década de los sesenta del pasado siglo, la Banda declinó hasta casi desaparecer. A finales de los setenta comenzó a materializarse la idea de revitalizar la Banda, el ayuntamiento recoge esa inquietud y Anatael Mesa Quintero preparó nuevos músicos y tomó la batuta, con una presentación pública el día de Corpus de 1980. Paralelamente, el ayuntamiento y el Patronato potencian la educación musical. En 1999, Juan Antonio Hernández Luis asume la dirección, además de las riendas de la Escuela Municipal de Música hasta el año 2015, cuando ocupa su lugar Jesús Agomar González Guillama quien toma la batuta para continuar la labor.

Artículo original de Sergio Lojendio publicado en El Día