Los dos Festivales

Igual que hay dos iglesias (la de los cardenales emperifollados y seguidores de una moral rancia frente a la de los misioneros que se dejan la piel en países abandonados por la gestión pública y curas y monjas que creen en la gente y no en la institución), dos Españas (una brecha tan antigua y dolorosa que sigue teniendo evidente influencia en la configuración política de nuestro país) y otras duplicidades sangrantes, hay dos Festivales Internacionales de Música de Canarias.

El debate, de un lado y de otro, se ha detenido por la imposibilidad de dialogar porque falta algo esencial: definir qué significa Festival internacional de música de Canarias. Es algo que probablemente estaba claro al inicio del proyecto, hace 33 años. O quizá no lo estuvo verdaderamente nunca, por eso hoy hay una polémica tan grande que ha llegado hasta las más altas esferas.

Vayamos, pues, por partes. Aunque parece que el término de Festival es el único no asediado por la polémica, ya veremos cómo también resulta complejo al relacionarlo con “música”. Comenzaremos, entonces, con “internacional”.

Internacional

Muchas de las críticas se han centrado en que ha habido poca presencia de artistas internacionales en esta edición 33 del FIMC. Pero no se ha nombrado, o al menos yo no lo he visto en ninguna de las ediciones, la importancia de internacionalizar lo local, es decir, generar un marco de diálogo entre locales e internacionales que permita a gente como Leandro Martín tener una obra estrenada por el ensemble mosaik o a Gustavo Trujillo otra interpretada por la Mahler Chamber Orchestra.

Por otro lado, resulta que lo internacional no siempre es garantía de un buen concierto. Es lo que sucedió con el Mozarteum. Una cosa es que se agoten las localidades y que la gente brame sus bravos, y otra que lo que allí haya habido haya sido un buen concierto.

Presuponemos que el criterio de la gente es suficiente para valorar la calidad musical. Si es por eso, más nos valdría programar sólo a Justin Bieber y a Rihanna, que es internacional, se supone que es música y garantizaría un lleno de gente joven. ¿Qué más se puede pedir?

Música

Pero suponiendo que queramos seguir en la música “clásica”, revisemos pues el concepto de música, el cual, por cierto, no se identifica de forma inmediata con lo clásico, ni lo culto ni lo académico. Pero vale, seamos tradicionales y asumamos su identificación.

En las críticas se ha usado -atención- como adjetivo. Una banda, según algunos, es menos música que una orquesta sinfónica. O la música contemporánea es menos música que la música del clasicismo. Ya no digamos si se hubiese programado música cercana al jazz o al flamenco, dos géneros que cada vez más festivales -sí, de música clásica- en España incluyen en su programación, porque se han dado cuenta de que no tiene sentido programar Goyescas como si aquello no tuviese un carácter flamenco y dejar lo flamenco de lado por popular o “menos música que”. En cualquier caso, habría que justificar qué recoge eso de “música” y sustantivizarla.

Festival

La palabra festival viene de festivo, de fiesta. Si es FIMC es, entonces, una “fiesta de la música”, una celebración de su existencia, lo normal sería que entrase de todo. Lo que camufla otro concepto de festival y de música es un casposo elitismo donde las orquestas sinfónicas y con un repertorio acotado de 1600 a 1850 es lo adecuado para honrar al arte de las musas (que, por cierto, nunca fue solo sonido, sino también danza, teatro y poesía).

Hay una ceguera tan abrumadora de los opinadores sobre lo que es o no la música y, sobre todo, mucha sordera autoimpuesta a lo que de verdad está pasando en creación y reflexión musical contemporánea.

Canarias

El último punto es lo de Canarias. ¿Había sido, en serio, un festival de todos los canarios? ¿Se han dado cuenta de que esto del FIMC sólo le importa a ciertas élites “culturales” -pero sobre todo económicas- que aprovechan la ocasión de un evento de alto standing para decir que han visto a Fulanito o a Menganito tocando aunque no sepan diferenciar un violín de una viola pero, sobre todo, para verse en el hall con otros Sutanitos o Perenganitos?

¿Se ha sabido, en estos años, hacer un trabajo de pedagogía musical suficiente, el festival ha servido para aumentar el interés por la música “clásica”, para crear espacios de debate, generar nuevos públicos, etc.?

Yo creo que no. Creo que éste ha sido el gran fracaso del Festival en todas las ediciones anteriores, pero también su germen perverso de inicio: un festival que lo pague todo el mundo pero que sea sólo para una élite social. Vamos, un chiringuito por y para amigos camuflado de actividad cultural.

Festival de Salzburgo

Han pasado 33 años. Yo no estaba en el mundo cuando nació en el Festival, pero ahora sí lo estoy en el de la música y llevo muchos años investigando sobre música. Yo no quiero la herencia rancia de este festival que nos promete Salzburgo. Si nos tomásemos en serio lo de Salzburgo, sabríamos que uno de los hits este año en el Salzburger Festspiele va a ser Wozzeck, de Alban Berg (alumno de Schönberg, del que se ha dicho en Canarias, después de sonar Erwartung, que había sido un “concierto de ruidos” y de “lo peor de toda la programación” (¡una obra que tiene 118 años…) o Lear de Riemann.

¿Qué Salzburgo quieren? Porque les recuerdo que Festivales en Salzburgo hay un montón, y no todos agradarían a sus defensores. Me temo que se refieren al de Pascua, que tiene un su programa a Mozart, Beethoven, Mahler, Schumann y Dvórak. ¿Pasamos, entonces, del festival Aspekte, como si no sucediera en el Mismo Salzburgo que lo demás?

Un Festival serio

¡Venga, supongamos que tenemos el mismo territorio, presupuesto y cultura musical que allí! ¿Y por qué no cogemos nada de Berlín, que es lo que verdaderamente vibra a nivel cultural europeo en los últimos años? Si lo que quieren es el festival uno, el del chiringuito de élites socioeconómicas, yo me bajo. Al igual que lo está haciendo toda la gente joven y toda la gente con criterio e interés verdadero por la música.

Si lo que quieren es un festival serio, donde prime la música como un elemento transformador y no como mero entretenimiento, cuenten conmigo. Estoy segura, porque ya está pasando en muchas otras ciudades, que no estaré sola. Ustedes eligen. Pero llamen a las cosas por su nombre.