Artículo de Marina Hervás para la Fundación Nino Díaz

La soledad de las violas

La viola es ese instrumento que es un poco más grande que el violín pero más pequeño que el cello y, por tanto, se toca igual que el violín, apoyado sobre el hombro izquierdo y que mucha gente piensa que es una especie de violín raro.

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“Sección de cuerda”. Como lo lo veo: violín, viola, cello, contrabajo/Como otros lo ven: violín, violín, gran violín, violín gigante.

Es, además, un instrumento peculiar porque, aunque se afina igual que el cello, su lugar “entre” ha generado que tenga su propia clave (ese simbolito que nos dice cómo se llama cada nota). Mientras que para violín se escribe en clave de sol

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el cello y el contrabajo en clave de fa

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la viola usa la ¡clave de do!

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Para aquellas personas que no se encuentran dentro del ámbito musical, deberán saber que los pobres intérpretes de viola son la diana de todos los chistes posibles. Y es que las violas ocupan un lugar intermedio a nivel de tesitura (de altura de su timbre, de si suena más agudo o más grave) que no le permiten ser tan vibrante como el violín ni tan oscura como el cello. Así que muchos compositores le han dejado a las violas un papel supuestamente secundario y escasean los conciertos de viola solista en el repertorio canónico. Muchos de los chistes vienen también por una leyenda (?) en la que se dice que, debido a que poca gente quiere tocar la viola, precisamente porque no es ni un violín ni un cello, se eligen siempre violistas de dudosa calidad.

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Pero en el siglo XX muchos compositores se dieron cuenta de que, muy al contrario, la viola tenía un sonido muy especial, distinto a todos los demás, que ofrecía grandes posibilidades.

Como tengo tendencia a hacer caso a lo marginado, ignorado y despreciado, esta semana le voy a dedicar mi post a este instrumento delicioso. El origen de las violas es un poco lioso, sobre todo porque solo hace relativamente poco tiempo (unos 300 años) existen los instrumentos de cuerda que hoy conocemos. Anteriormente, no había un canon claro de medidas y se intentaba que los instrumentos de cuerda imitasen las tesituras de la voz, que se divide, al menos, en cuatro: soprano, contralto, tenor y bajo. La viola se encontraría, en realidad, entre la contralto y el tenor.

Aquí tienen un ejemplo de contralto (la voz más grave de mujer…)

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Y aquí el ejemplo de tenor…

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Antes de que se definiera en la viola moderna este punto intermedio, existían varios tipos de viola, que se correspondían más claramente con una voz o con otra. La división que se extendió entre el siglo XV y el XVII era, básicamente, por la posición de los instrumentos en el cuerpo: los de “gamba” eran los que se tocaban entre las piernas (“gamba” en italiano, de ahí eso de “metí la gamba”) y los de “brazo”, que son los abuelos o tatarabuelos de los violines y violas. Por eso, la viola en alemán se llama “Bratsche” (pronunciado más o menos “bratse”, que viene de “braccio”). Mirad a los angelotes:

 

 

En fin, para no meternos en más líos con su origen, queda remarcar que la viola que conocemos hoy en día comenzó a adquirir su espacio en el siglo XVII y poco a poco dejaron de ser un instrumento que meramente doblaba al bajo. Mirad el Sexto concierto de Brandenburgo de J. S. Bach. Una vez más, nos demuestra lo moderno que era, pues como os digo la viola como instrumento como lo conocemos hoy era una novedad en aquellos años.

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También Telemann (el hombre-tele, según algún gracioso), optó por la viola para su música:

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¡Mozart también sucumbió a los encantos de la viola!

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Pero fíjense. En realidad la viola en estos ejemplos explota poco su color oscuro e imita gestos del violín.

Hasta el siglo XX. Uno de los compositores que más en serio se tomó el asunto de la viola fue Paul Hindemith, que escribió esta joyita en 1935.

 

Sus movimientos están basados en canciones populares alemanas (por eso todos los inicios nos van a sonar populares y muy amables), pero después llevan las melodías iniciales más allá de sí mismas, un gesto que parece ejercer con respecto a la propia viola.  De hecho, el interés de Hindemith era evocar otro de los orígenes de la viola, la zanfoña, cuyos intérpretes habituales eran músicos de la calle.

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Diez años más tarde, Bela Bartok, uno de los compositores fundamentales del siglo XX, también se atrevió con un concierto para viola, convirtiéndose éste en una de sus últimas piezas antes de morir de leucemia.

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Ahora les voy a mostrar la viola que a mí más me interesa. Algunos de los que se han colado por otros de mis escritos (¡Gracias por repetir!) saben que lo que me apasiona es la música de nuestra época. Y, especialmente, en este caso, aquellos compositores que exploran cada instrumento hasta el final, en su idiosincrasia, en su especificidad. Como esta obra de Grisey, que es una suerte de interrupción constante del desarrollo melódico:

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Uno de los clásicos, la Sequenza de Berio para viola…

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… o esta Elegía de Stravinsky…

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¡Esta es una de mis favoritas! (Es que Haas me gusta mucho….)

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¡Escuchen este concierto moderno para viola y orquesta!

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¡Hay muchísimos ejemplos! Creo que ya les he dejado suficiente “tarea” para una semana, hasta mi próximo texto… Y, para aquellos que piensan que en el siglo XX y XXI solo se componen “cosas raras” (de lo que hablaremos unos cuantos días), aquí tienen ejemplos de composiciones modernas que de “raro”, nada de nada.

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Y aquí concluye mi homenaje a la viola, un instrumento aún por explotar, explorar y conocer mejor. Como en casi todo, en la música también nos hemos dejado llevar por modas y por ciertos prejuicios que han marcado aquello que se supone que es “mejor”, “más bonito” o “más interesante”, anulando o ignorando un repertorio de gran interés. Es decir, no hay un motivo objetivo por el que hoy en día la viola siga siendo la gran desconocida (o confundida con un “violín grande”), más que tendencias que arrastramos hace años y que hay que esforzarse por (auto)eliminar.

No escribiré con regularidad estable sobre instrumentos. Intercalaré estos textos con otros temas. Soy toda oídos y ojos para sugerencias y peticiones, por si tienen especial interés en conocer algún tema concreto (por ejemplo, la simpática anécdota de porqué el corno inglés se llama así…).

Marina Hervás

marinahervas@fundacion-ninodiaz.org