No todos los días recibimos un comentario de estas características en los artículos que publicamos. Un comentario personal, crítico ante una película ‘La vida de Adèle‘. Argumenta, razona y compara la obra literaria, con la proyectada. Opina sobre su éxito y focaliza el por qué de su rechazo. Ante un comentario como el que expone Paula Alonso, bien vale una publicación aparte. Si no, opinen ustedes mismos.
Por Paula Alonso
Sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… porque mucho decir que «dan visibilidad» y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance.
Soy lesbiana y estoy muy harta de escuchar tantas alabanzas absurdas a esta película que no es más que el desahogo pornográfico de las obsesiones de un director déspota. Fui a verla ilusionadísima porque el cómic me había encantado y tenía las esperanzas de encontrarme con algo igual de bueno o quizá mejor, pero no puedo expresar mi sorpresa al encontrarme tamaña basura… Quince minutos de porno lésbico completamente gratuito e injustificado que ensucian el resto del metraje y actúan a modo de llamada de atención desesperada (así como llamada a la recaudación, a la audiencia y a la crítica masculina) para disculpar tres horas insustanciales, desaprovechadas y vacías, con lo que podía haber dado de sí una temática inicial tan fantástica.
El director sólo se preocupó de rodar tijeras y cunnilingus, no hay rastro de la profundidad de la novela gráfica, de su estética cautivante, de su buen gusto, de su sensibilidad, de su despliegue en cuanto a temas y motivos… sólo sexo explícito, poses ridículas y morbo facilón para arrastrar a la gente a verla y convertirla en vouyers.
Sin esas largas escenas de sexo la película habría ganado en dignidad y fuerza, precisamente es contraproducente a su causa este excesivo regodeo. En lugar de estas escenas (o de gran parte de ellas) se podría haber aprovechado metraje e incluir, por ejemplo, una escena de ataque homófobo de los que están tan tristemente vigentes en Francia u otros países europeos, eso sí contribuiría a una mayor sensibilización del público y no una escena como la de las tijeras con la que la película cae en el ridículo, se descalifica a sí misma y le da la razón a quienes afirman que es pornografía mostrada sólo con el propósito de excitar.
¿Cuál es la intención si no de regodearse de tal manera? ¿Si no vemos ocho orgasmos no entendemos la pasión entre ambas protagonistas? ¿O la “necesidad” de meter estos quince minutos de sexo salvaje era porque si no nadie aguantaría tres horas soporíferas viendo a una actriz con cara de empanada? Mucho más importante y vital para la trama era la escena suprimida en el montaje final de los padres de Adèle echándola de casa cuando la pillan en la cama con Emma, que en el cómic marca un punto de inflexión importantísimo en la vida de la protagonista y así debería haber sido igualmente en la película para entender mejor su desamparo y su soledad. ¿Por qué se suprimió entonces? ¿Para darle más minutos al sexo? Resulta incomprensible.
Me pregunto cómo es posible que nadie (o muy pocos) vean lo que es en realidad esta película: una fantasía pornográfica de un director heterosexual, basándose en un juicio apriorístico de cómo follan dos lesbianas que no es más que su propio deseo puesto en imágenes (y además tiránicamente, en plan “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo mientras babeo»).
De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo, aunque realista, hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes…
Por eso, lo que me escama de todo esto (aparte de que me es imposible simpatizar con un señor que ha hecho que sus actrices se sientan poco menos que abusadas…) es que el director ha reducido una historia compleja sobre el amor, la amistad, la intimidad… en una larguísima escena de sexo hecha desde el punto de vista de un observador masculino que reduce a las lesbianas y a las mujeres en general en objetos hipersexualizados cuyas prácticas sexuales deben ser aquellas que despiertan los deseos del público.
Como siempre, se reduce a las mujeres (lesbianas o no) a lo mismo. Objetos. Objetos con los que vender, comerciar, excitar… objetos masturbatorios y poco más.
Esta película no hace ningún favor a la causa homosexual, más bien todo lo contrario.
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Si me extiendo tanto y me expreso con tanta vehemencia es porque quiero que mi punto de vista (que es el de muchas lesbianas también) ayude a entender por qué tanta indignación justificada con esta película, por eso insisto en dar explicaciones de lo que considero que es un enfado lógico (el que también siente la propia autora del cómic) y no una pura histeria “porque sí”.
Recomiendo encarecidamente la lectura del cómic original para que cualquiera compruebe la diferencia por sí mismo en todo cuanto afirmo: claro que hay sexo, de hecho nadie niega la necesidad de que lo haya, pero está tratado de una manera completamente diferente: con buen gusto, sensibilidad y respeto. Son escenas estéticas y realistas, no tan facilonas, exageradas y burdas como en la película, donde la mirada masculina y casi onanista se delata por sí sola.
La autora, Julie Maroh, también expresó su indignación al respecto. Conste, insisto, que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como “arte”. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual.
Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia…
Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista.
Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc…)
Creo sinceramente que Kechiche no quiso desarrollar con la misma extensión y profundidad ningún otro tema más que el sexual, disfrazando tal cantidad exagerada de escenas pornográficas bajo tres horas de “cine” y “arte”. El director parece que sólo se dirige a un público específico para que alabe su obra. Podía haber hecho una verdadera maravilla, pero se dejó cegar por el recurso más fácil y explícito. Es verdaderamente una lástima.
Muchas gracias, me alegra que mis palabras ayuden a mucha gente a entender por qué tanta indignación justificada con esta película, que no es más que vulgar pornografía disfrazada hipócritamente de “arte” para consumo y disfrute del gran público. El día que vea una película de este director recreándose durante diez minutos en dos hombres gays practicando sexo anal “justificada y bellísimamente” dejaré de pensar que lo que ha hecho Kechiche es simplemente plasmar en la pantalla su propia fantasía. Si alguien quiere hacer porno, que lo haga, pero que no lo justifique haciendo ver que defiende algo o a alguien y sobre todo que se atreva a llamarlo por su nombre y a no disfrazarlo de otra cosa, porque si algo me molesta especialmente en esta vida es que traten de venderme una moto falsa o que quieran hacerme comulgar con ruedas de molino.
Nos ha costado mucho que a las lesbianas se nos respete (y aún nos sigue costando diariamente) para que nos tengamos que ver expuestas de este modo y se nos visibilice sólo para seguir fomentando el mito erótico frente al público mayoritariamente masculino y encima se nos tache de “histéricas” o «mojigatas» si lo denunciamos. Resulta muy frustrante, porque sentimos que es como si al exponer nuestro disgusto nos increparan: «¡Encima que os visibilizamos y de una manera artística además, os quejáis cuando deberíais aplaudir, sois unas histéricas y unas puritanas!». Es casi como cuando las mujeres se ven «obligadas» a agradecer ese piropo que reciben por la calle sin haberlo pedido.
Si queréis más pruebas, os doy tres argumentos más:
– Preguntaos si en una gran historia de amor clásica como por ejemplo, pongamos por caso “Los puentes de Madison” o “Casablanca”, ¿habría “necesidad” de mostrar una escena de 10 minutos con Ingrid Bergman a cuatro patas y Humphrey Bogart jadeante encima para “entender” su pasión y su amor? No, ¿verdad? ¿A que no sería necesario ni estaría justificado y nos indignaríamos si nos obligaran a creer lo contrario? ¿Entonces por qué en esta película es así?
– No hay el mismo regodeo en las escenas de sexo con chicos. Me indigna mucho esa insistencia del director (y de muchas críticas) en la supuesta necesidad de hacer las escenas sexuales tan realistas y explícitas… Creo que en absoluto están justificadas (las posturas son ridículas, la duración exagerada, los planos frontales y la cámara fija buscan el voyeurismo más que el intimismo entre ambas), y menos aún cuando ni en la primera experiencia sexual de Adéle con un chico ni en su posterior infidelidad el director se alarga tanto en contárnoslo. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué no se regodea tanto si se supone que esas experiencias también cuentan en la vida de la protagonista? Porque el sexo hetero está más visto y no interesa tanto ni despierta tanta curiosidad como saber de cuántas maneras diferentes se lo pueden montar dos mujeres en la cama… No me valen las explicaciones del tipo “es que esas experiencias no fueron tan importantes para Adèle”, “es que son frías porque así las sintió ella”… Tampoco es necesario presenciar ocho orgasmos para intuir la pasión o el deseo, a menos que se tome al espectador por idiota y se considere que sí es necesario mostrárselo para que lo entienda.
El verdadero talento y el genio del director se habría demostrado en la sugerencia, en mostrar algo sutilmente (o explícitamente pero de otra manera menos exagerada y fácil), y no así, como mera concesión a las masas.
– ¿Qué me decís de las fotos promocionales? Salen ellas dos en blanco y negro, en sugerentes posturas pseudoeróticas, tumbadas en una cama, medio desnudas, una sentada sobre la otra pintándole los labios… ¿eso tampoco está al servicio de fines comerciales y del morbo? ¿Qué sentido hay si no de promocionar la película con esas fotos? Vendernos la supuesta historia de amor así no está justificado en absoluto, pero sí alimentar fantasías y llevar a la gente al cine.
En resumen: he aquí un ejemplo perfecto de cómo pervertir un fantástico material original, ningunear su mensaje más profundo, reducirlo a un espectáculo zafio y vulgar y querer venderlo hipócritamente como arte.
Existen multitud de alternativas y estrategias a la hora de comercializar una obra. Implicar y, por lo que parece, ofender a una serie de personas, e incluso a la autora de la obra literaria, es un mal recurso. Si somos conscientes de la sociedad en la que vivimos, el público al que va destinado el producto, y que contamos con términos y recursos suficientes como para vender un desnudo como tal, sin tener que disfrazarlo. ¿Por qué nos engañamos? Podemos vender este material al público tal y como es, y seguro que tiene éxito. No hace falta ofender a terceros.
Coincido completamente contigo. Yo no soy lesbiana, fui al cine y salí asqueada?!Qué se habrá creído el mamarracho del director! !Con qué derecho se atreve a utilizar a las mujeres para alimentar una fantasía que nutre las pelis porno de toda la vida! El cuadro del tipo que se excita viendo sexo entre mujeres es tan viejo como el mundo.
Lo siento por las lesbianas. Para una vez que se hace algo que hable de ellas, resulta una vez más una apropiación machista de su elección personal.
Te acompaño en la indignación y el enfado.