Asistimos últimamente a un encendido debate en la prensa y en las redes a causa del reciente cambio que el Gobierno autonómico ha promovido en la dirección del Festival Internacional de Música de Canarias, cambio que se ha visto traducido en un nuevo estilo de programación y un criterio de gasto diferente para la próxima edición, para escándalo de la pequeña camarilla cultural autóctona, que mira el Festival como quien contempla un jardín privado. Musicólogos titulados en la escuela de la vida y en los hermosos veranos de Bayreuth y Salzburgo, se aferran a sus fueros y a toda la influencia que aún pueden ejercer, para evitar, dicen, un tremendo dislate, frente a la tropa de paracaidistas que con mayor o menor acierto y probidad ven abierta la posibilidad de abrir una brecha en el búnker, colarse en él y, transformar el Festival en otra cosa, otra cosa parecida en cualquier caso. En torno a ellos, añadiendo ruido y jolgorio a la refriega, se alzan algunas voces apocalípticas que claman por la destrucción del Festival y de todo el entramado decadente y palaciego que sostiene a la cultura en estas latitudes. Tal y como está planteado, es notorio que el debate, promovido, insistimos, desde el propio Gobierno, no deja de considerar la música clásica como un gasto suntuario, y el Festival como un evento para élites y entendidos, más o menos numerosos, más o menos locales, más o menos sectarios. Los actores en liza no dejarán de intentar barrer para su propia casa, confundiendo el interés general con el propio, como sucede a menudo cuando las gentes de la cultura, que son por lo general espontáneamente individualistas y mercenarias, se plantean el compromiso social o político: empiezan con buenas intenciones y acaban tratando de sí mismos y de sus asuntos personales y familiares, que poco o nada tienen que ver con los problemas de la mayoría que los inspiraban al principio.
Un Festival de Música como el que disfrutamos, que se lleva un sabroso bocado del gasto total en Cultura, estaría plenamente justificado en una Comunidad donde la afición a la música clásica estuviera consolidada o donde se pretendiera dar prioridad a la misma desde el plano educativo. No es nuestro caso: en Canarias, como sabemos, no existe una afición numerosa a la música clásica, y a la par que padecemos unos niveles bajísimos en todas las materias culturales y artísticas (índices de lectura, asistencia a teatros, exposiciones y conciertos, incluso afición al cine, tal y como recoge el último estudio publicado por el Consejo Económico y Social del que tenemos noticia, correspondiente al dictamen 2/2011 sobre el Plan Canario de Cultura), tal es la realidad del conocimiento y disfrute de la música clásica en el Archipiélago. Por lo que respecta a la Música dentro del marco de la Educación Pública, que debería ser la puerta de entrada a un conocimiento musical serio para toda la población, el Gobierno canario ha acatado sin rechistar una reforma de la Ley Educativa que reduce drásticamente el peso de la formación musical en el currículo de la Enseñanza Obligatoria, dentro del deterioro generalizado que sufren las Humanidades y las Artes en el modelo tecnocrático y mercantil promovido por la derecha. Así pues, tenemos, por un lado, un abandono y desinterés totales en lo que respecta a la educación musical de ámbito generalista, mientras que, por el otro, cobra importancia un debate sobre el “principal evento cultural del Archipiélago”. Tiene esta contradicción en la política cultural canaria algo propio de colonia subdesarrollada, donde las élites se pelean por los divos que han de venir la próxima temporada mientras el pueblo llano, con pocas expectativas de cara al futuro, cada vez canta menos y se intoxica con el mainstream enlatado de las fórmulas comerciales, sin diálogo alguno entre ambas esferas. En este contexto de desidia e indiferencia reales, resulta claramente arbitrario justificar la presencia de la Orquesta delTeatro Mariinsky o la Sinfónica de Chicago (demasiado cara incluso para muchas salas norteamericanas) en nuestros auditorios. Desde el ámbito del Gobierno y adláteres, sin duda, los más pragmáticos y expeditivos, a quienes bastan un timple y el raca raca con la botella de anís para colmar sus necesidades musicales, querrán aprovechar estas inconsistencias para desmontar piedra a piedra un Festival que, ciertamente, ha traído a Canarias, a lo largo de sus treinta y pico ediciones, a muchos artistas de primer nivel mundial.
Así pues, encontramos la verdad dolorosa de que la música, clásica, folklórica o de consumo masivo, como bien cultural general, importa bien poco a nuestra infausta clase política, más allá de lo que pueda suponer eventualmente como escaparate publicitario. El nivel de conciencia y conocimientos específicos por parte de los responsables directos es muy deficiente y, al no tener ni idea, se encomiendan a la rosca de los sabios melómanos de antaño, musicólogos apócrifos, compositores atonales en sus ratos libres y gentes de rancio abolengo, que consolidaron su monopolio en cuestiones culturales cuando esto era un pedregal, se divirtieron y gozaron con ello y pretenden ahora seguir sentando cátedra desde sus ajadas tribunas, sin atender a los cambios experimentados con el transcurrir del tiempo y a la irrupción de otras voces, probablemente más cualificadas. Efectivamente ha pasado el tiempo y muchos esforzados estudiantes de música que se formaron fuera han vuelto a las islas, pero la política de implantación musical no ha terminado de cuajar. Tras el periodo expansivo de los años ochenta y primeros noventa, cuando realmente se trató de extender y democratizar el acceso a los estudios artísticos, incluso a nivel profesional, hoy vuelve a darse por sentado que el aprendizaje de la música clásica ha de ser minoritario. La realidad de los conservatorios canarios muestra unos niveles de matrículas claramente insuficientes, procedentes sobre todo de un alumnado que cursa sus estudios obligatorios en colegios privados. Los estudios elementales, profesionales y superiores de Música se han encarecido de forma escandalosa en las últimas dos décadas, en consonancia con lo sucedido en todo el ámbito educativo. La nueva elitización de la educación que promueve la derecha ha dado como resultado previsible un vaciamiento de las aulas en las islas y un ambiente cada vez más mortecino para el alumnado.
Por otra parte, la situación laboral de los músicos y profesores de música, la mayoría de los cuales son titulados superiores con largos años de estudio y experiencia a sus espaldas, es tremendamente precaria en Canarias. Sólo escapan con cierta holgura quienes trabajan para instituciones públicas fuertemente respaldadas, e incluso en algunas de estas observamos un gran desorden, arbitrariedades y malestar laboral, tal y como atestiguan la convocatoria de huelga para septiembre en la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria o los sucesos del curso pasado a raíz del cambio de dirección en el Conservatorio Superior de Canarias. La situación de las Escuelas de Música municipales, a su vez, es muy preocupante. El Gobierno de Canarias y los Cabildos han aprovechado la crisis para eliminar de un plumazo las subvenciones que antaño concedían a estos centros, con el consiguiente deterioro de este servicio. Muchas han cerrado. Otras se han privatizado. Incluso algunos ayuntamientos pretendidamente progresistas y que se toman a sí mismos como modelo de políticas alternativas, mantienen sus Escuelas de Música externalizadas y al profesorado en condiciones precarias, en muchos casos en régimen de discontinuidad, y con una remuneración paupérrima, con la aquiescencia, esto es lo más preocupante, de muchos de estos mismos profesores, que temen perder lo poco que tienen y tratan de mantenerse a flote como sea, dificultando cualquier reivindicación sindical o mejora de carácter colectivo. Del sector privado, productores y asociaciones, no se puede esperar de momento nada bueno. La desregulación absoluta, los abusos laborales, la ausencia de opciones fiscales viables, junto con la permanente incertidumbre de si habrá o no habrá actividades, comportan enormes dificultades de trabajo para el músico que pretenda subsistir en este ámbito. La emigración vuelve a ser la opción de quienes quieren salir adelante. Ningún gran Festival arreglará de momento la situación de estos profesionales.
Como vemos, hay mucho trabajo que hacer en la implantación de unas políticas que favorezcan la posibilidad de disfrutar mayoritariamente de una vida musical de calidad en el Archipiélago y que sostengan el tejido musical profesional autóctono. Ello va mucho más allá de un mero cambio en la programación del Festival y atañe, como es evidente, a las políticas educativas. La importancia de la música, omnipresente en nuestra vida, justifica que los países más avanzados hayan blindado el derecho de la población al acceso a una cultura musical sólida, incluso mediante reformas constitucionales. Nosotros, como los suizos y los austríacos, también deseamos poder escuchar por estas latitudes a Juan Diego Flórez o a la Petite Bande de Sigiswald Kuijken, y deseamos más aún que se programen y remuneren conciertos educativos de libre acceso durante todo el año para los intérpretes que residen en Canarias. Queremos escuchar en vivo a la Mahler Chamber Orchestra y al Cuarteto de La Habana y queremos también que todos los conciertos del Festival se puedan ver en la Televisión Canaria horario de máxima audiencia. Deseamos ardientemente que traigan a la mezzosoprano Cecilia Bartoli acompañada por Il Giardino Armonico o al violonchelista Pieter Wispelwey con la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam o, por qué no, a la Filarmónica de Berlín con Sir Simon Rattle al frente, para deslumbrarnos con Mahler o Stravinsky; eso sí, que ningún escolar en Canarias se quede sin saberlo, que todo el mundo celebre el desembarco de los artistas y el gran público sepa tararear los primeros compases cuando el maestro empiece a mover la batuta. Mucho pedir, probablemente. Pero a día de hoy no observamos más que un continuismo de fondo que no hará sino prolongar el desencuentro y la falta de arraigo entre el Festival y la población que lo sostiene y financia.
Dávide Payser Ayala, licenciado en Historia y Ciencias de la Música (Universitat Autònoma de Barcelona) y titulado superior en el Conservatorio Superior de Música de Las Palmas. Completa sus estudios musicales en La Haya, Ámsterdam y Berlín. Ha sido profesor en el Conservatorio Nacional de Música de Bolivia (La Paz), realizando diferentes actividades docentes y de investigación. De vuelta en Gran Canaria, es uno de los primeros impulsores del proyecto Barrios Orquestados, en el cual trabaja durante cuatro años (2012-2016). Actualmente trabaja como violonchelista y profesor en las Escuelas Artísticas Municipales de Arucas.
Lo peor es que al calor de ésta kafkiana realidad han brotado situaciones irregulares en fraude de ley que se mantienen desde las propias instituciones para ahorrarse cotizaciones sociales, pagos por el irpf y derechos laborales. Tal es el caso del Coro de la Orquesta Filarmónica dirigido por LUIS GARCIA SANTANA desde el 2000,nacido en la época del sr. Angulo (el mismo que se empeñó en hacer unas pistas de atletismo en el Estadio de Gran Canaria que sólo se usaron en su inauguración),que tras una presunta «beca de estudios» y la apariencia de un falso «curso» se usa y abusa de los coristas para hacer alguna obrita coral o dos a lo largo del año para los poquísimos abonados( unos 600 más las invitaciones que reparte la OFGC entre empresas e instituciones canarias),ocultando auténticos contratos y propiciando una explotación laboral que se cifra en tener todos los deberes de un músico de la orquesta pero ninguno de sus derechos(cualquier tipo de disidencia o intento de mejora en la condiciones se materializa en una expulsión del coro por «bajo rendimiento artístico»). Lo más sangrante de la situación es que muchos de estos coristas son auténticos músicos con titulos de conservatorio o estudiantes de grados superiores de canto y otros instrumentos y merecerían poder desempeñar su trabajo dignamente y vivir de ello. Para colmo, García se busca bolos(zarzuelas,balletes modegnos,bodas y funerales-en los que llega a usar el logo de la OFGC para darse más»fuste»,coros para espectáculos diversos,plúmbeos conciertos sacros en iglesias,TEMUDAS FEST,etc) fuera de estos conciertos programados para rellenar el «curso» y obliga a cantar en ellos a muchos coristas para redondear su sueldo (que no será de mileurista) por un pago irrisorio,mientras él cobra por dirigirlos, totalmente a sus anchas y sin control de la fundación en lo relativo a incompatibilidades del personal al servicio de la administración; y algunos coristas deben interponer demandas para poder cobrarlos… Los argumentos utilizados para despedir a P.Halffter(director de la OFGC) o a Omar Pascual (del CAAM) en relación a la poca implicación de la cultura canaria,africana o americana y el desconocimiento del coro en la sociedad grancanaria, son directamente trasladables a los mediocres resultados, nula implicación del coro en la sociedad y la errática «gestión» de Garcia al frente del Coro OFGC. Tal es así que el Sr. García ha tenido rotundos fracasos de público en sus elitistas programaciones:un ejemplo, de entre muchos sonoras «cantadas»(nunca mejor dicho) de este musicólogo metido a director son el Requiem de Brahms del 2013 ,en cuyos conciertos de Expomeloneras y Paraninfo las personas encima del escenario eran más que el público asistente …pero aquí no pasa nada…la crítica es siempre elogiosa, a pesar del desempaste y desafinación del coro(muy evidentes en el TEMUDAS FEST con Nancy Fabiola y no digamos ya en la Creación de Hayden con un semitono por debajo durante practicamente toda la obra)ya que quienes la hacen es siempre LaProvincia, que ya sabemos los importantes ingresos que recibe por parte del Cabildo de GranCanaria, que es tambien quien financia la OFGC y su coro. Un cambio de rumbo es necesario en este aspecto, si se quiere un coro de verdad que se promuevan las correspondientes plazas para profesionales, se externalize en algún Coro serio y de prestigio(alguno canario hay) o se realicen contratos por obra o servicio determinado cada vez que se necesite.Perpetuar este «echadero» cultural es dedicar un dinero público (100,000 euros en «becas» más el sueldo de dos directores musicales- incluyo a Marcela Garrón, directora del coro infantil y juvenil que no sabemos muy bien qué hace- dos profesores de «canto» (solo se hacen escalas parribaypabajo), uno de «lenguaje musical»( no se da clase, solo sirve para machacar las obras)un pianista repetidor -que ya lo es del conser- ¡viva el pluriempleo!) para 600 ( y en descenso) envejecidos abonados que, además no tienen mucho interés en la música Coral, es, cuando menos, un lujo asiático que una sociedad empobrecida como la nuestra no se puede permitir. Frente a este chiringuito que se montó en la época de las vacas gordas «tirándose los peos más altos que el culo» para dar trabajo a unos cuantos amiguetes y dirigido por un señor cuyos más palpables méritos eran haber dirigido una Coral de un pueblo de Asturias (Coral de Llanera), sus estudios online de Gestión Cultural( qué tendrá eso que ver con dirigir un Coro)y su amistad con Falcón Sanabria, cabe plantear un decidido apoyo a la didáctica musical dedicando ese elevado gasto a proyectos de base como asociaciones de decidida acción pedagógica del estilo de barrios orquestados(promoviendo conciertos de la sociedad filarmónica, o dando los medios humanos y materiales a las Escuelas Municipales de Música, verdaderas creadoras de afición musical y nuevos públicos para la mal llamada «música culta».
Buff..después de leer las declaraciones de una violinista de la orquesta con respecto a las clases extras que daan aglunos m´u sicos y esto del coro yo es k lo flipo.. ¿como podemos como pueblo canario financiar a esta gente que se aprovecha de la incultura del político,como bien dice el autor del artículo?un ejemplo más de colonialismo cultural… esto del Festival, los negocietes de los dl comité de empresa(de ugt tenian que ser), el director del coro de abusadro total redondeando elsueldo …Es como para repensarse ké se hace con la Música clásica por estos lares.. el que quiera ver una sinfonia que se la pague oiga! no se tragta d poner musica folk´lorica todo el rato pero sí de apoyar otras músicas másmodernas. Música clásica que se lapaque elq ue quiera, que busquen patorcinadores que hay mucho rico n ese mun dó, y a apoyar lam úsica enla base que es lo que falta porque a este paso en unos años no hay público, son todo ancianitos.. NO CON MI DINERO SEÑORES POLITICOS!