Conocí a Lothar cuando volví a residir en Canarias a principios de los 90. La verdad es que no estoy seguro de quién me habló para que fuera a conocerlo personalmente. Creo que fue mi padre.

El caso es que una tarde fuí al Museo Canario, con los nervios naturales por conocer a una gran personalidad, donde me recibió Lothar con una sonrisa y un gesto tan bondadoso que sobre la marcha me hizo sentirme cómodo, como en familia (y ya verán las vueltas de la vida). Yo creo recordar que en aquel primer encuentro me aplicó una especie de ‘tercer grado’ pero con anestesia. Y digo con anestesia porque él preguntaba de tal forma, con auténtico interés, que resultaba fácil abrirse en canal, sin problema.

Poco tiempo después, en otro encuentro posterior, me dijo al verme «hola, primo» y ante mi sorpresa me confirmó que éramos primos lejanos porque los dos descendíamos del importante personaje para la cultura canaria D. Agustín Millares, cosa que yo no sabía en absoluto. Desde aquel entonces, cada vez que nos veíamos, siempre nos saludábamos con un «qué tal estás, primo».

La cuestión es que en aquella primera reunión, al yo comentarle que había estado trabajando como productor musical durante cinco años y que utilizaba sistemas informáticos (por aquel entonces en pañales), me comentó el problema que tenía con los manuscritos originales de las obras musicales depositadas tanto en el Museo Canario como en la Catedral y si podría presentarle un proyecto para la digitalización de las partituras y que pudieran oírse de forma razonable, utilizando sistemas informáticos.

Le presenté el proyecto solicitado y me pidió que le hiciera una demostración. Para ello me entregó, nada más y nada menos, que el Responso a Fray Lesco de Domingo Doreste, una de las obras maestras de la música culta en Canarias. Una pieza que considero del nivel musical del conocido Adagietto de la 5ª de Mahler y que se encontraba ‘taladrado’ por incultas polillas irresponsables y devoradoras de papel. Lógicamente me dio una fotocopia, no hubiera sido yo capaz de aceptar el compromiso ni él de correr el innecesario riesgo.

El caso es que una vez finalizado mi trabajo, recuerdo que se hizo una audición de presentación formal en la propia sede del Museo, en la biblioteca, en la que Lothar me obsequió con muy generosos epítetos. Él era así. Siempre veía lo mejor de todos nosotros y lo potenciaba, lo apoyaba, lo ponía en valor, nos hacía tomar seguridad y creer en nosotros mismos para seguir adelante en nuestra siempre difícil profesión. Algo que me gustaría aprender algún día ya que me parece una maravillosa virtud.

Con todo esto, y sin tener yo la más mínima idea, estaba naciendo el embrión de lo que años después se convirtió en el proyecto RALS de recuperación, promoción y divulgación de nuestro patrimonio y que tantas alegrías profesionales me brindó tanto como productor, como creador o como simple oyente de los CDs.

Visionario incansable, Lothar quería que abordáramos otro proyecto que consistiera en la creación de otra colección, pero esta vez en formato audiovisual, de toda la obra audiovisual de Canarias. Pero hay que explicar que Lothar, según terminaba de hablar conmigo de esto, se reunía con otra persona y le proponía que emprendiera otro proyecto interesante… ¡Pero, ojo! No porque fuera un charlatán ¡Todo lo contrario! Sino por una capacidad emprendedora sin igual. Todo lo que se le pasaba por la cabeza se terminaba ejecutando. Y siempre con calidad por encima de las prisas, pero sin perder el tiempo.

Todo esto podrían parecer exageraciones, ahora que ya no se encuentra físicamente entre nosotros. Pero no lo son.

No quisiera acabar sin contar una anécdota, que en realidad es una chorrada pero que yo atesoro. Estando con él, a la puerta del Teatro Guiniguada, nos encontramos con algunos catedráticos de la ULPG, amigos suyos, y al hacer las presentaciones Lothar indicó que yo era músico. Uno de ellos me preguntó sobre el estilo que hacía y Lothar, con esa socarronería que le caracterizaba, dijo «Enrique hace lo que le da gana»… ¡Jamás nadie lo explicó mejor!

Querido primo, en menudo lío nos has metido yéndote tan pronto (cómo si fuera tuya la culpa). Aquí estamos todos absolutamente desconsolados y despistados preguntándonos cómo narices vamos a hacer ahora sin ti. Cierto es que nos distes lecciones magistrales de gestión, de comportamiento democrático, de asociacionismo, de alta cultura, de producción, de brindar oportunidades, de saber estar, de amar, de pensar, de comunicar la verdad… ¡Pero todavía no habíamos aprendido casi nada, coño!

Me planteaba alguien muy cercano a él, que no voy a revelar su nombre, si Lothar nos había dejado precisamente en este momento con una clara intención de que ocurriera algo que, curiosamente, está ocurriendo y que tampoco voy a revelar aquí. Como si efectivamente todo correspondiera a un orden universal y tuviera una complicada lógica interna. Puede que tenga razón.

Sea como sea. Cada vez que veo en Canarias Cultura tu foto con el texto «Homenaje a Lothar Siemens» no me lo puedo creer. Sigo sin asimilarlo. Ya se que es ley de vida y que estas cosas pasan. Pero reconozco que esta vez sigo sin creérmelo.

La última vez que estuvimos juntos fue durante el FIMC. Yo estaba sentado delante tuya (compramos las entradas en Canarias Cultura en Red justo el mismo día coincidiendo allí por casualidad) y me ofreciste que me sentara a tu lado… ¡Cómo podría yo imaginar el fatal desenlace poco tiempo después!

Tu última aparición fue tu participación en la nueva Comisión Asesora del Festival. Comisión a la que ya habías pertenecido pero que abandonaste hace muchos años, como persona congruente y consecuente. Sin miedo a nada ni a nadie. Y ahora volviste por el giro que estaba dando y que tenía mucho más que ver con tu visión de la cultura para Canarias, que tan magistralmente expusiste en tu comparecencia ante comisión parlamentaria. De nuevo sin miedo a nada ni a nadie. Sin tapujos ni pelos en la lengua. Llamando las cosas por su nombre aunque eso significara que te retiraran el saludo quien ahora se presenta en tu funeral con gafas oscuras, gesto compungido y glosando la amistad más profunda.

¿Y ahora qué? ¿Y qué vamos a hacer ahora sin ti? Afortunadamente formaste y aconsejaste a muchos. Y muchos somos lo que intentamos seguir tus pasos. Tendremos que unirnos para intentar sacar lo mejor de nosotros mismos y ver si así logramos hacer aunque sea solo una parte de todo lo que hiciste tú, maestro y amigo. Primo. Querido primo.

Difícil tarea. Pero lo intentaremos. No nos queda otra. Lo haremos como auténtico homenaje hacia tu persona.