EL SUBJUNTIVO EN CANARIAS
(A modo de homenaje a Lothar Siemens)

Según la Wikipedia, el subjuntivo es un modo gramatical presente en muchas lenguas con diferentes valores, entre los cuales suele estar las afirmaciones hipotéticas, inciertas, o los deseos; todos ellos caracterizados por el rasgo irrealis que se opone al rasgo realis del indicativo.

Recientemente el catedrático de Ciencias Políticas y de la Administración de la Universidad de La Laguna, Juan Hernández Bravo de Laguna, afirmó en un periódico local que “Una cosa es la promoción del talento canario, si lo hubiere (sic), y otra muy distinta aumentar los contenidos canarios, solo por ser canarios” en referencia al Festival de Música de Canarias.

(Veáse el Preámbulo de la Constitución Española de 1978, “DON JUAN CARLOS I, REY DE ESPAÑA, A TODOS LOS QUE LA PRESENTE VIEREN Y ENTENDIEREN, SABED: QUE LAS CORTES HAN APROBADO Y EL PUEBLO ESPAÑOL RATIFICADO LA SIGUIENTE CONSTITUCIÓN:”)

El docto señor hace uso del futuro simple de subjuntivo en “si lo hubiere” como si su palabra fuera o fuese la de la máxima autoridad en la materia, usando un tiempo verbal de uso limitado a textos legales en leyes y decretos, destinados a una advertencia o aviso con carácter de futuro, casi suponiendo desde su cátedra que ese “talento canario” siempre estará bajo sospecha.

Si el señor Hernández Bravo de Laguna hubiese querido dudar de la existencia de talento en Canarias actualmente, le hubiera o hubiese bastado emplear el pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo, mucho más apropiado para pronunciarse “ex-cátedra”.

Me gustaría pensar que el señor Hernández Bravo de Laguna simplemente tuvo un pequeño desliz gramatical, tanto en tiempo como modo gramaticales con su “hubiere”; no queriendo ir mucho más allá, concluyendo que el talento en Canarias ni lo hubo, ni lo hay y -mucho peor- no lo habrá nunca. Afortunadamente, la realidad es otra bien distinta a las predicciones apocalípticas que deja entrever el catedrático en su erróneo “si lo hubiere”.

La realidad lo desmiente: Canarias es tierra de gente talentosa en todos terrenos de la cultura, mucho más allá de los límites geográficos insulares. Canarias ha sido cuna o lugar de adopción para muchos personajes de talento. Le recomendaría al señor catedrático que se documente con la magnífica discografía editada por El Museo Canario, donde se recogen en una serie de 58 CDs la creación musical en Canarias desde la Edad Media, recopilada bajo la dirección magistral de Lothar Siemens.

El reciente deceso de Lothar Siemens nos ha dejado huérfanos de su talento, inteligencia y sensibilidad. La figura renacentista del musicólogo se agrandará con su ausencia y sus muchos discípulos esparcirán las semillas que sembró. Su personalidad amable, su sabiduría y su bonhomía trascenderá a este tiempo mezquino con los hombres de cultura, dejando los tiempos de subjuntivos para la mera entelequia de los mezquinos.

El reciente Festival Internacional de Música de Canarias ha sido uno de esos eventos que marcará una época. El innovador diseño universal, archipielágico, de Nino Díaz y su equipo ha causado un terremoto en el ámbito musical y cultural de las Islas, modificando paradigmas y costumbres.

Las réplicas de ese sismo cultural sigue estremeciendo a la cultura y, sobre todo, a los medios tradicionales que siguen manteniendo un debate artificial y estéril, sobre número de espectadores, ingresos y trascendencia.

Las élites de corbata y abrigo de pieles se han rebelado ante el sacrilegio que ha supuesto sacar los eventos del festival de los vestíbulos de entrada a los teatros Guimerá o Pérez Galdós. El tradicional “ver y ser vistos” de las burguesías capitalinas se ha desplazado a recintos plebeyos de las ocho islas, privando a ciertas damas de mostrar sus galas y a ciertos caballeros a cerrar negocios entre iguales en un escenario noble.

No cesaron editorialistas poco versados y críticos musicales improvisados en criticar a la organización e ignorar fiascos como la de la Morzarteum. Las andanadas de los medios tradicionales iban con las líneas del subjuntivo “irrealis”, dudando siempre, incluso antes de su comienzo, de que el nuevo formato del FIMC fuera buena idea y clamando por la vuelta a los orígenes elitistas, “que la Sinfónica de Chicago le sienta mejor a las joyas de mi esposa”. Y que “la “Accademia del Piacere” es poca cosa para hablar de negocios con ese empresario del turismo en el acceso del Teatro Guiniguada”.

Quizás en otro mundo el citado catedrático de la Universidad de La Laguna no dudaría de que el artista y músico canario Juan Hidalgo Codorniú tenga el talento necesario para merecer el Premio Nacional de Artes Plásticas de 2016, concedido por el Ministerio de Cultura; quizás, incluso, no dudaría en afirmar que es un hecho remarcable que cinco autores canarios, el propio Juan Hidalgo, Juan Manuel Ruiz, Gustavo Trujillo –cuya obra inauguró el festival-, Leandro Martín y Gonzalo Díaz Yerro vieran sus obras representadas en el pasado FIMC.

Pero mucho me temo que eso sólo sucedería en otro mundo y no en éste. Mientras tanto el señor Hernández Bravo de Laguna seguirá pensando en su admonitorio “si lo hubiere” al respecto del talento en Canarias, quizás dudando subconscientemente del suyo propio.