Autor: Juan Crisóstomo

Las cosas, se dice, suelen caer maduras por su propio peso. En una opinión anterior, ya había indicado que veríamos si la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria llegaría a su mayoría de edad con este concierto… ¡¡y vaya que sí!!

Las referencias eran, a priori, expectantes. Con un repertorio propio de orquestas profesionales de primer nivel, la Orquesta Universitaria, amateur, regaló el pasado viernes en el Paraninfo trabajo, esfuerzo, dedicación, tiempo, música y fiesta a partes iguales. El concierto prometía, y cumplieron…

Por su propio peso

 

La intención.

El tirón que ha experimentado la música sinfónica latinoamericana con la aparición en el mundo orquestal de Gustavo Dudamel no desmerece en absoluto la calidad de las composiciones ni la brillantez de sus autores. Conocíamos la existencia de Ginastera, de Piazzolla, de Bernstein, pero la irrupción en atriles de autores como Márquez y Romero, fruto de la visibilidad otorgada por Dudamel, ha supuesto un nuevo encuentro, una cita con ese maravilloso espacio que es Latinoamérica. Y ese marco latinoamericano, con historia, vivencias, y con la falsa creencia de que en 1492 fue descubierta, cuando realmente ya existían culturas con importantes grados de desarrollo, también supuso el pasado viernes la visión de sus problemas por solucionar.

En pleno siglo XXI, todavía existen comunidades que tienen difícil acceso e incluso imposible en aspectos que consideramos “de ley” en nuestra sociedad, como son la educación y la sanidad. Aquí, a este lado del Atlántico, nos quieren hacer ver que lo conseguido hasta ahora en estos campos es privatizable; y si no es sostenible, pues se recorta; y si no funciona, pues ya habrá empresas que serán capaces de hacerlas funcionar… a un coste, claro. Allí, ni eso. Allí no se plantean privatizar ni nada similar; allí, directamente, no hay qué privatizar. Por eso nos reconciliamos, a nuestra manera y sólo un poquito, con nuestra condición de humanos, porque la feliz iniciativa de destinar la recaudación del concierto a las ONG Canarias con Honduras y Solidaridad Médica España nos produce esa pequeña satisfacción, la de trasladarnos a las comunidades de Honduras y Bolivia donde las dos organizaciones llevan a cabo su indispensable labor. Desde estas primeras líneas va mi gratitud a la orquesta por hacerlo posible.

Por su propio peso

La realización.

He manifestado en varias ocasiones lo idóneo que resulta el contexto para reconocer y enmarcar las obras musicales. Para todas y cada una de ellas hubo referencias previas, información de calidad y adecuada comunicación por parte del presentador, que se estrenaba en estas lides sustituyendo al presentador habitual hasta este concierto, quien incluso tuvo su breve participación en escena. Estos detalles de empatía con el público a través de la presentación es algo que se está haciendo genuino de esta orquesta y por estos lares, lo que redunda, sin duda, en el éxito que están alcanzando… Como diría el maestro y director al final del concierto: «Los conciertos de la OUMV no son mejores ni peores, son diferentes».

Comenzó el concierto con “Libertango”, de Piazzolla. La obra es sumamente conocida, versionada e interpretada; y supuso una adecuada introducción al repertorio latinoamericano, desde el Sur, desde Argentina, con un tango que después se entendió mejor con las dos interpretaciones de “El Choclo”, en versiones clásica y “piazzollesca”, comparación que permitió percibir la revolución del compositor argentino.

“La Conga del Fuego Nuevo”, de Márquez, llegó como antesala de la fiesta, con un público ya situado en el evento y con participación previa en el baile propuesto por el director y presentador. Hablamos de una obra llena de vitalidad y energía que transcurrió a ritmo intenso de principio a fin con un solo melodioso de trompeta en su desarrollo, armónico y bien encajado en el contexto que plantea Márquez.

La primera sorpresa de la noche llegó con la “Fuga con Pajarillo”. La combinación de “Fuga y Pajarillo” como reflejo de los estilos clásico y popular resultó ser una mezcla increíble. El joropo había sido perfectamente desmenuzado por Romero (y por el arreglista que la transcribió a versión orquestal) entre cada una de las secciones de la orquesta, con lo que el golpe llanero viajó por todas las cuerdas, saltó a los vientos y, al final, se condensó en la magnífica interpretación solista de Víctor Batista en el cuatro venezolano… Hablar del Director de Los Gofiones como un gran guitarrista o un músico de los más completos del panorama cultural actual es decir poco, pues se le percibió cercano a la orquesta, disfrutando y haciéndonos disfrutar de todo un regalo de fusión sinfónico-popular.

La energía de la primera parte del concierto pasó del exterior al interior con la interpretación de “Oblivion”. Con este tema de Piazzolla nos quedamos esperanzados porque beber del agua del río Lete para olvidar quizás podría parecer demasiado castigo, pero reencarnarse y poder vivir nuevamente libre de prejuicios es una auténtica salvación. A este estado nos llevó “Oblivion”, con un acordeón magistralmente manejado por Arantza Aguirre, solista habitual y profesora de este instrumento en el Conservatorio Superior de Música de Canarias, a dúo con el clarinete solista; ambos, con una sensibilidad interpretativa que hizo encajar el “Oblivion” perfectamente al molde. El primer sonido del acordeón del tema llegó de la nada, el clarinete lo acompañó con el suyo, y así también se fueron los dos, como lo hace la vida…

El “Concierto de Nácar” puso en escena a los primeros atriles de cuerda, a los que se sumaron piano, güiro, guitarra y acordeón. Sólo la introducción de este concierto, los primeros compases antes de entrar toda la orquesta, fue suficiente en sí misma, con un conjunto ensamblado al ritmo del tango nuevo, con el acordeón, la guitarra y el güiro como sonoridades invitadas y con cuerdas y piano en perfecto acompañamiento rítmico y melódico. Un patrón 3-3-2 del Piazzolla nítido y maravillosamente escrito. Algún día espero que nos completen el concierto con el resto de los movimientos.

La segunda interpretación de Márquez de la noche fue el “Danzón Nº2”. Sugerente inicio antes de tocarla por parte de la presentación, con la colaboración de la percusión y el piano, con unos compases del danzón llenos de “cubanía y sensualidad”. Sólo quedaba escucharla. La intensidad puesta por la Orquesta Universitaria en el desarrollo de la obra fue elevadísima. En principio, el clima de danzón; luego, el desarrollo intenso con las cuerdas entregadas en la melodía, y una transición rítmica hasta alcanzar el clímax en el final de la obra, de menos a más. Por el camino, muchas intervenciones magníficas: por dúos en clarinete-oboe, violín-clarinete o clarinete-flauta, al unísono piano y flautín, o solos como la trompeta.

La última obra de la velada fue la “Suite Estancia” de Ginastera. Esta pieza, sumamente compleja por el planteamiento casi stravinskyano de Ginastera, fue abordada extraordinariamente por la Orquesta Universitaria, con una perfecta sección de trompas a lo largo de toda la interpretación (y de todo el concierto). Tras abordar diferentes ritmos cambiantes en los tres primeros movimientos, la explosión del malambo invadió de energía la sala y, al final, el público agradeció la entrega con un sonorísimo aplauso.

A este regalo musical de un repertorio latinoamericano magníficamente interpretado, le pusieron el lazo con el “Mambo” de West Side Story de Bernstein, compositor, que sin ser latinoamericano, recogió en su obra la esencia de lo latino como parte del desencuentro entre los orígenes irlandeses de los Sharks y la procedencia puertorriqueña de los Jets, en una nueva versión de Romeo y Julieta. A cada grito de «¡Mambo!» más satisfacción por haber elegido convenientemente mi asistencia al concierto.

Por su propio peso

La entrega.

Una orquesta como la Universitaria no llega hasta el nivel del pasado viernes sin un trabajo adecuado y sin una entrega por parte de cada uno de los integrantes. En conciertos anteriores se percibía ya su progresión, pero en esta se ha plasmado perfectamente. Además, el proyecto que llevan a cabo también les permite agrupar en torno a sí a músicos profesionales, formando parte del “tutti”, como de los solistas invitados, lo que demuestra a las claras que, además, hacen conjunto, hacen grupo, y eso se nota en la complicidad que muestran a cada instante.

Empieza a visualizarse el nivel ascendente también en los atriles: solistas de cuerda, viento madera y viento metal; percusión rayando la matrícula de honor, sincronizados en sus múltiples papeles; pianistas increíbles… Y el ejemplo palpable se puede personalizar con las magníficas aportaciones e intervenciones del violín concertino, Eva Cabrera, sutil y expresiva en todos sus solos; del clarinete solista, Javier Mederos, al que el sentimiento musical se le percibe acústica y visualmente; y del trompeta solista, Alejandro Saavedra, sin duda, el descubrimiento de la noche, aire que parecía tranquilo, pero que se convirtió el pasado viernes en un viento de potencia, prestancia y calidad sonora en todos los registros, sin olvidar el gusto musical.

También se hace visible la labor del director, José Brito, ya curtido en conjuntos vocales e instrumentales, pero que con la orquesta está volcando todo su conocimiento de la dirección como técnica, además de la palpable transmisión que hace a los músicos de lo que significa la música como arte, como sensación, como disfrute… Impecable dirección de este programa, magnífica, pero se percibe que la labor va más allá de la dirección en sí misma, porque la entrega a sus gestos por parte de los músicos refleja una simbiosis básica, en lo musical y en lo emocional.

Por su propio peso

El agradecimiento.

Esto ya es de mi cosecha. No creo equivocarme mucho si escribo acerca de la opinión del público que habitualmente sigue a la orquesta universitaria y, sobre todo, en este último concierto. Y lo digo porque, además de las conversaciones que mantengo con muchos de los asistentes, se les ve en las caras la dicha de haber invertido tiempo en un evento que al final les supone eso, felicidad. Y esta alegría, que puede ser efímera, se está complementando con algo no tan temporal o pasajero, que es el orgullo: el de sentir esta orquesta como nuestra. Quizás esté en condiciones en estos momentos de manifestar que mis acercamientos a la orquesta universitaria me han hecho valorar muchísimo su trabajo y entrega. Me siento cómodo en sus conciertos. Espero con ansias desde ahora el siguiente evento, como si uno supiera o previera que lo que va a pasar va a ser grande también, y eso no me va a retraer para manifestar mi opinión crítica, porque la haré desde el más profundo de mis respetos y en mi ánimo de contribuir a pulir, desde mi modesta opinión y capacidad, los bordes y aristas de un diamante que ya brilla, después de seis años, de manera fulgurante.

Por su propio peso