No sé si será cuestión de edad o de hastío, pero últimamente sólo leo a los clásicos y algún que otro manual curioso sobre nubes o el vuelo de las aves. Eso me permite afrontar este verano de panza de burro y salitre con cierta dignidad entre chapuzón y chapuzón.
El otro día me encontré en el banco de alimentos de la Asociación de Vecinos Playa Chica, de la calle Torres Quevedo, una bella edición de las obras completas de Julio Verne, editadas por Plaza y Janés en 1960. Conseguí seis de los siete volúmenes de la colección. Están encuadernados en piel roja y un papel fino fileteado en oro. Creo que alguno de los libros nunca se abrió, porque hasta las tiras de tela satinada marcapáginas están impolutas. Hice la donación de alimentos correspondiente y me traje los libros a casa.
Eché de menos algunos títulos famosos del genial novelista francés, entre ellos “La vuelta al mundo en ochenta días” o “Veinte mil leguas de viaje submarino” y mucho me temo que alguien se me adelantó para quedarse con ellas en el volumen perdido. Espero que le sea de provecho y disfrute tanto como yo lo hice con las aventuras del capitán Nemo o Phileas Fogg.
No obstante, mi tesoro es considerable: seis volúmenes, de casi dos mil páginas cada uno. La presentación es bella aunque, como veremos más adelante, la traducción se limita a transcribir literalmente los pasajes del novelista galo, sin comprobar la grafía de algunos parajes conocidos.
Hojeando los libros antes de decidirme por una de las novelas, estuve repasando los libros con deleite, comprobando que estaban incluidos algunos de los títulos más conocidos de Verne, como “De la tierra a la luna” o “Viaje al centro de la Tierra”. Pasando páginas al azar me llamó la atención una palabra en el volumen séptimo: ¡Artenara!; sí, decía ¡Artenara! Me paré en seco en la página y seguí leyendo:
“Situado en la pendiente interior de la Caldera de Tejeda, en una altitud de 1200 metros, el pueblo de Artenara es el más elevado de toda la isla, ofreciendo una vista espléndida. El circo, sin hundimiento, sin ningún desplome, sin ninguna cortadura, desarrolla ante las miradas atónitas su elipse de treinta y cinco kilómetros, de cuyos lados convergen hacia el centro arroyos y colinas bajas, a cuyo abrigo se han construido aldeas y caseríos.
La villa es de las más singulares. Poblada única y exclusivamente de carboneros que, de no evitarlo, pronto habrán hecho desaparecer de la isla los últimos vestigios de vegetación. Artenara es una población de trogloditas. Tan sólo la iglesia eleva su campanario al aire libre. Las casas de los hombres están cavadas en las murallas del circo, colocadas una encima de las otras e iluminadas por aberturas que desempeñan el papel de ventanas.”
Mi asombro fue total. ¡Julio Verne describía Artenara e, incluso, mencionaba los problemas de deforestación causados por el carboneo en los pinares de la Cumbre. Miré el título del libro: “Agencia Thompson y Cía” y confieso mi sorpresa e ignorancia momentánea. No había oído hablar de esa novela previamente.
Después de una investigación rápida supe que la obra en cuestión fue una de la novelas póstumas del novelista francés, publicada por su hijo Michel en 1907 (dos años después de la muerte de su padre).
Al parecer, Julio Verne escribió los primeros veinte capítulos, habiendo terminado los diez siguientes su hijo, quien le dio el título de “Agencia Thompson y cía” en lugar de “Un viaje económico”, como había previsto el genial novelista. No destaca el conjunto de la novela por ser excepcional en su trama o por las anticipaciones tecnológicas descritas en sus otras obras más conocidas. Lo curioso e importante de la novela radica fundamentalmente en las descripciones de los paisajes y ciudades de las islas que visitan los viajeros a bordo de un vapor ruinoso. Precisamente, el capítulo vigésimo concluye con la partida del vapor “Seamew” rumbo al sur. A partir de ahí, la historia fue supuestamente continuada por Michel Verne.
Cuenta la novela las andanzas de los pasajeros de un supuesto crucero de lujo (a precio de saldo) por las islas de los archipiélagos de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde. Visto con la perspectiva actual, podría ser una premonición de las agencias de viajes, del turismo de masas, de los cruceros y los viajes a destinos exóticos con “todo incluido”.
Aparentemente Julio Verne no visitó las islas que tan bien describe, pero hace gala de un conocimiento geográfico digno de mención. No conozco que nadie haya mencionado previamente al novelista galo como uno de los literatos relacionados con Canarias. Desde aquí aprovecho para reivindicarlo.
Les añado algunas otras citas literales:
“No es la Gran Canaria la más vasta de las islas que componen el archipiélago; el valor desplegado por sus primeros habitantes, cuando la conquista de Jean de Bethencourt, es el que le ha valido el ser designada así. ¿No es verdaderamente esta una manera de ser “grande”, que vale tanto como cualquier otra?
La agencia Thompson había dado muestras de muy buen juicio eligiéndola como punto de parada. La Gran Canaria es el resumen de las otras islas. Si bien no posee una cima tan prodigiosa como Tenerife, ocupa a este respecto un buen lugar y el primero bajo todos los demás. Ella es la que posee las costas más inaccesibles, los valles más abrigados, los barrancos más profundos, y en general, las más curiosas particularidades naturales.
No obstante, una curiosa observación hubiera podido hacerse a la agencia Thompson. Para ver todas las cosas interesantes que encierra la Gran Canaria, ¿no hubiera sido conveniente hacer una excursión por el interior de la isla?»
Y los protagonistas emprenden una excursión por el interior de la isla, después de pasear por la ciudad de Las Palmas:
“Por primera vez desde la partida de Londres pudieron experimentar los pasajeros una franca sensación de exotismo. Edificada a la salida del barranco de Guiniguada, en una sucesión de terrenos muy desiguales, la ciudad ofrece un aspecto totalmente oriental. Sus calles estrechas, sus casas blancas y de techos planos, justifican hasta cierto punto el epíteto Kasbah con el que Roger de Sourgues creyó deber gratificarla.” […] “ El río Guiniguada divide a Las Palmas en dos partes desiguales: la ciudad alta, habitada solamente por la nobleza y los funcionarios, y la ciudad baja, más especialmente comercial, que va a morir en el promontorio del Oeste, en cuya extremidad se alza la fortaleza del Castillo del Rey.
Durante tres horas recorrieron los cuatro turistas, ya a pie, ya en coche, las calles de la capital; después acometidos del cansancio se hicieron conducir al Seamew. […]
En cuanto al aspecto morisco de la ciudad, vista desde el mar, suscita esperanzas engañosas, pues mirada de cerca el encanto se desvanece. Nada menos morisco que las calles, las casas, los habitantes, ofreciendo estos últimos a la admiración pública elegancias exclusivamente europeas, hasta francesas.”
Nos halaga Monsieur Verne en estas descripciones de la isla de Gran Canaria, su capital y sus habitantes. Describe también algunos paisajes de la isla de Tenerife y la de El Hierro, antes de que el “Seamew” siga su periplo rumbo al sur en dirección al archipiélago de Cabo Verde para acabar naufragando en las costas africanas.
Comete algún error en las grafías de sitios reconocibles, que no sé si son debidas al autor francés o al traductor, pero cuyos nombres son reconocibles para el lector ilustrado:
“Marchando al paso, rodeóse durante una hora el pico central de la isla, el Pozo de las Nieves, así llamado en razón de las neveras que los canarios han establecido en sus flancos, y luego se atravesó una vasta meseta sembrada de rocas pasándose sucesivamente, por entre las del Saucillo del Hublo (sic1), bloque monolítico de ciento doce metros, de Rentaigo (sic2) y de la Cuimbre (sic3).”
En el párrafo anterior aparecen claramente problemas de transcripción, bien del autor, bien del traductor, debiendo ser respectivamente: Roque de Saucillo, Roque Nublo, Bentaigo/a y Cumbre, errores sólo identificables para el lector avisado.
Se recrea Verne describiendo el valle de la Orotava y el Teide, a donde ascienden con grandes esfuerzos para contemplar el archipiélago desde su cima. No sólo describe Verne paisajes y personas sino parece disponer de información de primera mano sobre la historia económica de las islas e, incluso, sobre el gofio (al que cita tal cual):
“Dedicados exclusivamente en otro tiempo al cultivo de la caña de azúcar, el aprovechamiento del azúcar de remolacha vino a privarles del fruto de sus afanes. Valerosamente cubrieron su país de viñedo; la filoxera, plaga contra la cual no han encontrado remedio los sabios, les asaltó sin tardanza. Arruinados en sus tres cuartas partes, remplazaron entonces la planta querida a Baco por plantaciones de chumberas de cochinilla, y en poco tiempo se convirtieron en proveedores del precioso insecto tintóreo. Pero la ciencia, que hizo se despreciaran sus cañas de azúcar, la ciencia, que no supo defenderse del microscópico enemigo de la vid, vino a atacarles enseguida en sus nuevas tentativas, creando los colores químicos, derivados de la anilina y amenaza con un último y próximo desastre a los infortunados cultivadores de cochinilla.
Las numerosas transformaciones que han sufrido sus cultivos muestran, en todo caso, el espíritu de iniciativa de los habitantes. Es seguro que nada podría resistir a su paciente trabajo, si no tuvieran que luchar contra la sequía.” […]
“Era una suerte que la caminata hubiera aguzado el apetito de los excursionistas, haciendo así que hallasen algunos encantos en lo que constituyó el plato fuerte y principal, el gofio, especie de mezcla de harina de maíz o de trigo muy torrefactada y diluida en leche…”
En suma, Julio Verne nos retrata con los ojos de un viajero y explorador a finales del siglo XIX y principios del XX, mostrando un conocimiento detallado de nuestro paisaje, de nuestras islas y nuestras costumbres. Quizás sea la oportunidad de mencionar esta novela póstuma y poco conocida de Julio Verne a modo de reivindicación, de bandera literaria y de premonición sobre el turismo de masas que visita nuestra tierra. Una vez más, Julio Verne en su novela “Agencia Thompson y Cía” (o Un viaje económico, como prefieran)”, resultó tener una visión del futuro más que acertada.
A D. Pepito le ha dejado de gustar la ciencia ficción. Seguro.
Horacio,
Creo que Don Pepito crea su propia ficción a diario…
Interesantísimo artículo, al menos para mí que desconocía la existencia de esta novela. La descripciones magníficas y válidas para un folleto de información turística actual.
Jajaja, usted siempre tan acertado.
Bernardo,
Yo fui el primer sorprendido cuando la leí. Es asombroso que nadie en Canarias haya reparado en ella hasta ahora.
Aparte de las posibilidades para la promoción turística, también debería ser una lectura recomendada en nuestra escuelas e institutos.
Desde aquí queda dicho.
Interesante descubrimiento de Antonio Cabrera Cruz del libro de Agencia Thompson y Cia. En los libros de Julio Vernes, en el que se narra el viaje a las islas con detalles explícitos de sus recorridos por la capital Gran Canaria y Artenara, así como de Tenerife y el Hierro, lamentando el autor de este artículo, que el desconocimiento de este libro, no se hubiera aprovechado con fines de promoción turística.
En definitiva, un excelente trabajo, tal como nos tiene acostumbrado, dicho autor.
Para G. Canaria toda promocion es poca. El otro dia goce d unos dias y menudo secarral. Nada q ver con los dias q pasamos en una espectacular Tenerife.
Era la isla q m faltaba y la q menos particularidades presentaba para mi. Si… Maspalomas, Mogan y algun paisaje interior, pero muy light.
Lo siento si alguien se siente ofendido.
Carmo, opinar sinceramente y desde el respeto jamás puede ofender. Y eso es lo que has hecho tú. Pero mucho mejor si además escribes con tu nombre real y pones tu correo real. No hacerlo resta credibilidad al punto de vista.
Carmo,
Debes ser un buen lector o lectora de el periódico El Día, porque repites los argumentos y la terminología del propietario, editorialista al respecto de la Gran Canaria. Me ofrezco a guiarte en persona por los paisajes descritos por Julio Verne en esta isla donde se combina el desierto con el pinar, la ciudad cosmopolita con los roques quebrados del interior, las playas de arena rubia con el puerto internacional. Y sobre todo, la hospitalidad con una gastronomía única.
Pruébalo por ti mismo; desde Tenerife es sólo un pequeño salto. Gran Canaria te da la bienvenida con los brazos abiertos.
Juan,
Muchas gracias, una vez más.
una buena ocasion para leer de nuevo a Julio Verne,que desde mi juventud no releia,en cuanto a la isla mi esposa y yo somos argentinos que por cuarta vez venimos a esta ciudad por los tres meses de verano (muy crudo invierno en nuestros lares)…volvemos por los paisajes ,por la calidez ,por la hospitalidad sin dobleces de la gente, dentro de las cuales se encuentra el autor de esta nota,Antonio, al que es un privilegio llamarlo amigo,Ricardo
Lo de Julio Verne no hace falta para ningun CANARIO que se precie,a veces no conocemos ni nuestra propia isla como vamos a conocer nuestra Region,cada isla tiene su encanto,y mesclar al del Dia con los Canarios de verdad me parece poco Regionalista y activar el pleito insular,admiro a Gran Canaria he vivido y la visito todos los años,pero hay gente que no merece defenderla,al igual que los hay en Tenerife como el del dia
Amigo Antonio Cabrera Cruz,dese usted una vuelta por las islas y haga Region. Un Chasnero Lagunero adoptivo,esta ud invitado
Hablar bien de una isla no es ir contra la región. Hablar mal de otra, en cambio, sí lo es. Jamás, en todos los escritos de Antonio Cabrera ha hablado mal de ninguna isla…
Amigo Juan José González Regalado,
Conozco muy bien la isla de Tenerife, desde Anaga a Teno, de Taganana a Adeje, de La Laguna a Icod, desde la cima del Teide a las cuevas volcánicas de Güimar. Suelo visitar la isla hermana varias veces al año y a mis amigos que no la conocen se las recomiendo (sin ir más lejos iremos con la familia Argentina Ripa, que escriben una nota antes que la suya).
Estoy completamente de acuerdo con usted, en que el Archipiélago es uno y cada isla tiene sus encantos (e infiernos). Por eso he respondido ( sin acritud) al comunicante anónimo que descalifica a mi isla natal.
Amo y conozco cada isla de esta tierra nuestra por eso escribí este artículo maravillado de que Julio Verne nos describiera en una novela suya poco conocida. Es verdad que resalto las descripciones de Gran Canaria, pero también lo hace el propio novelista francés.
Los lectores pueden leer la novela por sí mismo; está en un enlace sobre estas líneas.
Si usted quiere podemos encontrarnos en septiembre y compartir un buen vino de Tacoronte- Acentejo o del valle de Güímar.
Yo creo que quien activa el pleito es quien menosprecia una isla queriéndole cambiar el nombre o llamándola ‘secarral’. Antonio nunca ha hecho semejante cosa. Todo lo contrario.
Quien necesita «negar» es quien más cree, de lo contrario no tendría tal necesidad y quien necesita «descalificar» es quien más falencias alberga, necesita hacerlo para encubrir seguramente las suyas. Tengamos paz y seamos un poco caritativos con estas joyas, es un mal histórico que al parecer hemos de soportar de por vida. ¡Pobre gente!
Soy y he sido siempre un entusiasta de la obra de Verne, de hecho tengo la mayoría de sus libros y por supuesto me los he leído y releído. «Agencia Thompson y Cía» cuando la leí, hace ya años,supuso para mí, como isleño, tener la visión de aquel entonces sobre nuestras islas, aunque no fuese exacta. Solo añadir que cada isla tiene su encanto, y lo del pleito insular, solo interesa a los políticos como siempre, para hacernos creer que defienden algo, cuando no son capaces de resolver los verdaderos problemas, que es su verdadera misión.
No es cierto que nadie haya reparado hasta ahora en la vinculación de esta novela de Verne con nuestras islas. Ya en 1984 Josette Chanel-Tisseau des Escotais presentó un trabajo sobre la misma en el «VI Coloquio de Historia Canario-americana» titulado «Las Canarias en la obra de Julio Verne» (publicado por el Cabildo de Gran Canaria en el tomo II de las correspondientes Actas, 1988, pp. 863-882).
Más recientemente se ha abordado el mismo tema, ampliando o corrigiendo las aportaciones de esa investigadora francesa, desde el grupo de investigación Fran-Can de la ULL (http://francan.webs.ull.es). Véase, por ejemplo, «De excursión por Gran Canaria con la Agencia Thompson», en «Nerter. Una revista dedicada a la Literatura, el Arte y el Conocimiento» nº 11, 2007, pp. 73-77, o la ponencia «El crucero macaronésico de Jules Verne» presentada en la Universidad de Salamanca en 2008 y que verá la luz próximamente.
El admirado Julio Verne de quién conozco «casi» todo lo que escribió, no solía viajar, pero si documentarse y en este caso en que titula de Grande a Canaria, lo hizo de la obra de Fr. J. Abreu Galindo, » Historia de la conquista de las siete islas de Canaria»Libro II – Capítulo I – Que por qué se dice Gran Canaria.Goya Ediciones, 1977. En » Le Canarien», yo, por el momento, no he encontrado esa cita y no creo que se la haya inventado el fraile. Habrá otra fuente desconocida.
El admirado Julio Verne no solía viajar, pero si se documentaba a la hora de escribir sus novelas. En este caso lo hizo de la obra de Fr. J. Abreu Galindo, «Historia de la conquista de las siete islas de Canaria» – Libro segundo – De la conquista de la isla de Gran Canaria – Capítulo I – Que por qué se dice Gran Canaria.editada por Ediciones Goya, 1977, quien atribuye lo de Grande a Juan de Betancourt.
En este caso Verne también «se inspira» (por no decir otra cosa) en los textos que habían publicado R. Verneau y G. Verschuur sobre Canarias.
http://abcdigital.disqus.com/la_canarias_fantastica_que_julio_verne_sono_en_agencia_thompson_cia_abces/latest.rss