Foto de unas manos tocando una guitarra eléctrica

…varias ocasiones esposado por ser distinto, por vestirse de otra manera, por tener el pelo largo, por ser músico en los sesenta. Incluso ha estado en la cárcel por esos motivos: “Era la España de los años sesenta, los tiempos de Paco, aquello era la cagada. Existía una ley de vagos y maleantes debido a la cual yo he dormido en el calabozo por ser músico. Había un policía aquí en el Puerto al que llamaban el Látigo Negro o algo así; el tío la tenía tomada conmigo. Cada noche yo regresaba a casa en taxi, desde El Saxo o La Cacatúa, por quince pesetas, en el año 72. Me asomaba a la puerta del local y paraba el taxi con la mano alzada, porque si me ponía a caminar hasta que pasara uno, el Látigo Negro me ponía contra la pared para registrarme, humillarme y amenazarme con que al día siguiente no quería verme por allí”. Toba recuerda que mientras esperaba al taxi en la puerta del local charlaba con uno de los camareros que luego se hizo famoso porque montó la primera hamburguesería, El Papi: “Aquello sí que eran hamburguesas, y no los rollos éstos del McDonalds; unas hamburguesas de carne a las que se les notaba su perejil por encima…”

Tiempos duros incluso para encontrar y comprar la vestimenta adecuada. En Sevilla les llamaban los pelusos debido a las melenas que llevaban. Toba recuerda los zapatos de plataforma que se los hacían a medida, como los de los Beatles, porque aquí no había. Se los hacían en una tienda frente al Cruz Mayor; y con esos taconazos recuerda una anécdota en el Club Ye-ye de Sevilla:

“La tarima del escenario estaba muy alta y había un andaluz que se ponía en las primeras filas, justo debajo de mí, y empezaba a decirme: ‘Peluso, maricón’. Yo al principio pasé de él, pero él insistía durante todo el concierto a voz en grito: ‘Peluso, mariquita’. Yo era Toba Macho, Vicente, tenía una imagen que dar, así que le dije sobre la marcha que o se callaba o le daba una patada que le arrancaba la cabeza. No me hizo ni caso, siguió con su cantinela y además añadió como respuesta a mi amenaza: ‘Ni tú ni tu novio, ni tú ni tu novio…’ Total, que ya no me aguanté más y me lancé para darle una patada en la cara con aquellos zapatones en plan kung-fu, con tan mala suerte que me caí de culo y me di en eso que le llaman el coxis. El tío no vino a pegarme, sino que se acercó a mí cuando estaba en el suelo y empezó a decirme: ‘¿Lo ves?, si eres una maricona, cómo me vas a pegar’.

Llega el momento de volver al terruño. El ejército le reclama y como en muchos casos rompe una carrera musical. Nosotros siguen y se tiran al río, se van a Sudamérica y giran durante un tiempo por Brasil, Uruguay, Argentina… Cristóbal, por su parte, hace el campamento en Pinar de Antequera, provincia de Valladolid: “Yo me considero uno de los primeros objetores, pues mientras hacía el campamento un sargento me dio con un objeto en la cara, todavía me pregunto con qué fue, y por eso digo en broma que fui uno de los primeros objetores”. Toba tiene un desparpajo y una gracia cuando cuenta las historias que resulta imposible reproducirlos en el papel.

De vuelta a la isla y mientras hace la mili, al igual que Teddy, monta grupos y coincide con éste y alguno más de los Canarios (Germán, el primer guitarra de la banda). Así se gesta Poom, toda una novedad aquí. La idea es un poco la de banda de R&B –por fin se acercó a su concepto de banda aunque Nosotros ya lo era, representando su edad de oro-, a la semejanza de otras que había visto en la Península con sección de metales: Conexión, Grim o Los Canarios sin ir más lejos. En esos momentos se dan cambios en la formación y en los nombres, así que los encontramos en una banda previa bajo el nombre de Los Sobrinos de La Tía Tula. La formación básica estaba compuesta por Antonio Sosa a la trompeta, Raimundo y Amador al saxo, José Antonio Ramírez, Patxi, Pepe Cabrera (antes estuvo Pipo a la batería), Germán (el primer guitarra de Los Canarios) y el propio Toba.

Llega así el 74/75 y se produce un cambio fundamental en la capital grancanaria. El turismo se desplaza al sur de la isla y todos los locales y clubes sociodeportivos que daban tocadas van cerrando. Así caen Balleheart, Racing, Club Las Palmas, Sirtaki, Kontiki, Half Note, San Roque, Polonia… Ser músico se convirtió en ir al Sur. Esa era la historia, todos cogían el Salcai y se dirigían al Sur a tocar. Pero aquello no era lo mismo. Ya no podías tocar lo que tu querías, no podías hacer la música que te gustaba; poco a poco te iban cerrando el camino, y los que mandaban eran los jefes de sala, los directores del hotel o los mismos guías. El estribillo que ellos cantaban era:

–       Toque usted más bajo…, toque un pasodoble…