Flor de Sagarra Chao
Ahora que lejano se quedó en mi recuerdo, vuelve a mí con fuerza el recuerdo de aquel olor que desde mi primer pestañear me acompañó. Durante los primeros años, aunque invisible, constataba la presencia en la casa de un ser extraño y perturbador. Pronto pude verlo, amarlo y temerlo. Y se fue transformando en el aroma del miedo al castigo con un fuerte matiz de ansia de juego.
En estos momentos en que externamente me enorgullezco de haberme desprendido de él, no puedo negar que pese al asco y el desprecio que siento ante su figura, su perfume me devuelve la tranquilidad de los largos viajes en coche, la incertidumbre y la alegría del descubrir un nuevo mundo.
Foto de Víctor M. Muñoz Arocha