María Mercedes Sanz Dorta
Nostalgia de un cenicero
Hoy me ha dado un ataque de nostalgia, y solo porque he visto al compañero de la mesa tres caer al suelo y convertirse en un segundo en un montón de cristalitos de colores. Pobre. Lleno de chicles, unos envueltos educadamente en papel y otros estampados sin más miramientos.
Entonces he recordado Casablanca, es que soy muy peliculero. Me imagino que soy el tal Ricky diciéndole a la chica: «siempre nos quedará París»; pero claro, me falta el ambiente humoso de la peli, el que me daba el humo de los cigarros que se fumaban en el bar.
Pero todo ha cambiado y he tenido que adaptarme a ser una especie de mini papelera en el centro de la mesa, junto al servilletero y la carta con el menú.
«Cést la vie», decía alguien en otra película de la que no recuerdo el título; pero ya me imagino en este ambiente tan limpio siendo el súper héroe de turno. Esos tienen un aspecto bastante sanote. Tendré que trabajarme el papel y…
Bueno, casi mejor me dedico a preocuparme de que ese camarero torpe me tire a mí también de la mesa y desaparezca con un estallido de brillantes colores, como en la Guerra de las Galaxias…
Ya empiezo otra vez. Es que soy todo un cinéfilo… Mejor que haga el papel que me corresponde: mini papelera, mini papelera.
Foto de Víctor M. Muñoz Arocha