– ¿A dónde vamos? porque yo creo que Vds. no pensarán en pasar estas cuantas horas mano sobre mano.
– No, no, contestaron unánimemente, a la calle.
– Yo voy a comprar unas baratijas.
– Yo a hacer dos visitas.
– Yo a ver a los amigos.
– Pues señores, yo voy al Casino, y de allí a paseo, y luego a la lancha. Con que hasta la vista.
Y nos precipitamos por la escalera. El uno se fue a visitas, el otro a sus baratijas, aquel a sus amigos, y yo con dos o tres nos dirigimos al Casino.
Atravesamos la plaza, doblamos una esquina y nos hallamos en la calle de la Marina. A los dos pasos, tropecé con un antiguo conocido, hombre de flema, si los hay, amigo conocido, hombre de flema, si los hay, amigo de sus amigos, gran corredor de bromas, que no hay trapisonda, donde no esté, no hay riña que no deshaga, ni hay bautismo de barrios en que no sea padrino, ni baile de candil a que él no asista.
Nueve horas en Santa Cruz de Tenerife
Benito Pérez Galdós. Servicio de Publicaciones
de la Caja General de Ahorros de Canarias, 1986