La directora argentina asegura que se “enloqueció” al conocer al personaje que protagoniza el documental con el que se inicia este año el Festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora
Diego Gabel, el protagonista del documental Un aplauso al que vive, “es una persona fascinante, un personaje muy complejo”, dice la directora de la película, la argentina Florencia Inés González Vilchansky; la cinta ha sido escogida por el equipo de selección de MiraradasDoc para ser la película de apertura del Festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora. Así, Un aplauso al que vive es el documental que dará inicio a la décima edición de MiradasDoc, el próximo viernes 30 de octubre, a las 20.00 horas, en el Auditorio de este municipio del sur de Tenerife (Islas Canarias).
González Vilchansky vive a caballo entre Madrid y Buenos Aires, y también divide su tiempo de trabajo profesional en actividades diferenciadas dentro del sector audiovisual. La directora argentina ha experimentado todos los ámbitos de la producción audiovisual imaginables: la ficción, de la que es “una enamorada”, la abordó durante su proceso de formación, pero se decantó por el documental porque “me parece que no podría escribir las películas que yo amo; me da pudor que un actor interprete algo que yo escribí”, dice, y por eso prefiere “meterme en la realidad y contar la historia de otros”.
Esta forma de ver su trabajo es paradójica, si se tiene en cuenta que Florencia Inés González ha escogido situarse profesionalmente en el papel de directora de casting para la selección de actores. “A nivel profesional es posible colocarse donde estés más cómodo”, dice para explicar esa vocación para trabajar con los actores, ámbito en el que también se ha desarrollado como coach de intérpretes infantiles.
Lo más curioso de esta combinación de actividades profesionales es que, cuando se le pregunta si lleva al rodaje documental la experiencia del trabajo con actores, apunta que el caso es justo al contrario: “Es al revés: hacer documentales me hace más fácil la relación con el actor. En el documental es todo muy intuitivo. El documental me facilita mejor ser directora de actores”.
Un aplauso al que vive es su quinto documental, que realiza “para seguir disfrutando”, por eso asegura que “me gasto en el documental lo que gano en la publicidad”. “Lo que pasa –reflexiona– es que también el documental enamora”. Así le pasó con Chico prodigio, que realizó en 2000, y que resultó ser “una experiencia vital tan brutal que engancha”. El documental le aporta la oportunidad de entrar en la vida de otra gente: “… como que la gente te permite espiarlos y que se abran y que te cuenten, eso engancha”.
Ese enganche y la convicción de que se acaba de encontrar con un personaje que sostiene una gran historia es lo que le ocurrió a Florencia Inés González con Diego Gabel, el pastor evangélico sobre el que gira Un aplauso al que vive. Durante una estancia en Buenos Aires, en 2009, la directora leyó una noticia sobre la particular forma de predicar de Gabel y se propuso conocerlo y filmarlo: “No había hecho un documental desde 2005, leí la entrevista en una revista dominical y me enloquecí. Fui al teatro y a la iglesia, aunque lo que ocurrió allí me frenó un poco, porque es muy intenso”.
Los comienzos no fueron fáciles: “lo estuve llamando mil veces hasta que un día me llamó él y me dijo: «Me dijeron que me estás buscando. Por qué te interesa hablar de mí». Le dije que me interesaba el tema de la fe, porque, aunque de educación judía, soy agnóstica y dijo: «entonces sí». Yo creo que lo que le convenció a él es que yo era agnóstica”, mientras que la directora lo escogió a él y su historia porque “me interesa todo lo que sea terrible”.
En el recuerdo, Florencia califica el rodaje como que fue “de a poquito”; los lunes, en el teatro y tres días a la semana, en la iglesia, más las entrevistas, que optó por hacerlas al final de los tres meses que dedicó a rodar las escenas. Mientras esperaba en Madrid por conseguir ablandar la resistencia del personaje para recorrer los caminos de su infancia, algo ocurrió que condujo a un final inesperado.
Sin embargo, para un espectador de la película, esos tres meses de rodaje parecen pocos ante lo que se proyecta en la pantalla, porque Florencia Inés González consigue transmitir una intensidad emocional y una cercanía que parece que solo puede lograrse durante largos periodos de convivencia con los personajes del documental.
La directora explica este resultado porque esos tres meses fueron intensos en vida compartida con todos los que participan en la película, y por la forma en la que se planteó el rodaje de las escenas más intensas: un equipo mínimo, de dos personas –ella y una amiga– “permitió hacer un trabajo no invasivo”. Esta forma de trabajar “dio lugar a problemas de calidad de sonido. Eso lo elegí yo. Porque si ponía a técnicos con un pie, con un micrófono…, no lo habría logrado”, insiste González Vilchansky. En el rodaje, “al principio, uno es un extraño, pero al final la gente se me caía encima, porque no me veían”.
Igualmente, Florencia sitúa también en el rodaje y no solo en la mesa de montaje el momento en el que consigue otra de las características de su documental, que es el cambio de ritmo en la intensidad emocional de la película entre lo que ocurre en el teatro y el templo y lo que dicen los personajes en las entrevistas: “eso se consigue en el montaje, pero también en el rodaje”, insiste la directora argentina, y explica que entrevistó a los personajes en sus casas, porque consiguió que la invitaran a ellas… “incluso me hacían empanadas y eso hace que la entrevista se haga de otra forma”.
Un aplauso al que vive y su directora llegan a MiradasDoc procedentes de México, donde participan en estos días en el festival DccsDF, donde el público mexicano ha recibido la película con mucho interés.