«Él desvió la vista y sacudió la cabeza, negando con gesto desolado.
—Merecías saber la verdad, pero no quería hacerte pasar de nuevo por aquello, y te voy a ser sincero, no quería que dejaras de hablarme, que me miraras como lo que soy, una criatura extraña y peligrosa, no lo hubiera soportado.
—¿Por qué?
Se quedó unos instantes sumergiéndose en la resplandeciente mirada de la joven, absorbiendo el aroma de su piel, su cándido rostro, su frágil apariencia.
—Porque cuando tú no estás, mi alma se muere…»

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