LA PASION DE LA PEREZA
Fue Samuel Beckett quien dijo que “no existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza”. No podía ser otro que él, autor de Esperando a Godot, donde Vladimir y Estragon, sus protagonistas, esperan alguien que nunca llega y, mientras, hablan y hablan. Nada más. El existencialismo se fijaba en el tedio, sí, pero también en esa “voluntad de ser” inherente al hombre que tanto analizó Sartre. Es cuestión de elegir rumbo: el que te llevara a eso que los italianos llaman dolce far niente, o el del estrés como medio para obtener el fin, ese momento de relax tan anhelado. Vale, la teoría suena fácil, pero… ¿Cómo llevarla a cabo? Es cierto que muchas situaciones personales dificultan la consecución de algo tan “egoísta” como pensar en uno mismo. Sin embargo, todo es conciliable. Si tienes hijos, pide algún día de descanso mientras ellos tengan clase o estén de campamento. Y dedícalo a no hacer nada. Ni te plantees utilizarlo para terminar “esos recados pendientes”. Y no te despereces: “pérezate”. Leer, escuchar música, practicar algo de yoga o, simplemente, mirar por la ventana, te reconciliaran un poco más con tu vertiente zen.
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Cristina Pulido
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