La siega en verano

De negrita que era parecía que procediera de otras tierras-Parece Chola, murmuraban los residentes. Su cuerpo flacucho se mostraba salpicado según en qué días, de unas molestas pupas que encontraban alivio gracias a los ungüentos que su madre con cariño, empapaba, y depositaba en su frágil figura, una noche si, otra no.

Carmen fue una niña algo tímida, y pocas veces sonreía. Su pelo negro como la pez, sus piececitos igual de negritos, y entre sus labios, perlas blancas parecían sus dientes; algo enjuta, por la escasez de alimentos de una larga posguerra.

En las tardes de verano se formaba un grupo de criaturas que correteaban de un lado a otro, como si supieran que las horas y los días de juegos infantiles terminarían, y con ellos sus inocentes miradas.

Dando voces se decían unos a otros- ¡la ciega, la ciega en la era!-Acudían en bandadas, como los pajarillos. Los campesinos dispuestos, comenzaban la trilla, tardes calurosas, y cantos de agradecimiento.

Uno a uno formaban una fila, todos querían girar y girar subidos en la plancha de madera que con ayuda de los bueyes, formaba diferentes círculos, triturando el trigo. –¡Yo quiero ser el trillique, yo quiero ser el trillique!, chillaban.

Carmen terminaba sentadita y sonriente, admirando como luego aventaban la paja, y veía caer el bálago, como una lluvia de estrellas brillantes.

De negrita que era parecía que procediera de otras tierras..

María Gladys Estévez.
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