A través de La costa de los ausentes, una puede mirar mar adentro y puede ver otras costas que no sólo representan nuestro paisaje insular y los sitios por los que viaja Nieves Rivero, sino ese paisaje interior donde la marea confluye, en el que los sentimientos nos desbordan y nos hace ser lo que realmente somos, seres humanos finitos, con fecha de caducidad, algo de lo que carece la obra de Santiago Gil, porque sin duda será eterna.

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