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Autora: Elizabeth López Caballero

Uno cree que viene a amar y a ser amado. Que es una capacidad innata que sabe cuándo y cómo activarse y cuándo y cómo desactivarse. Que tenemos un radar que detecta a esa otra persona que cumple con los requisitos que uno anhela. Uno cree muchas cosas hasta que topa con la realidad y el mecanismo se activa cuando no debe y no se desactiva aunque deba. Una realidad con un radar esquizofrénico que detecta lo opuesto a lo que buscabas, alguien con las patas pa´arriba y las manos en la tierra.

Pero a veces sucede que a Cupido no le tiembla el pulso, que apunta bien, el jodío, y acierta, pero a una le entra el miedo. Ya lo dicen los twits que sabemos que se las sabe todas: “estamos tan acostumbrados a sufrir que cuando aparece alguien que nos trata bien nos da miedo”. Y entonces empezamos a buscarle fallos: –porque alguno tendrá que tener, que todos cojeamos de alguna pata, que mira que me recuerda a mi primer novio que era encantador y ya sabes que me salió rana y me puso los cuernos, que no, que mejor no me fio, que ya me lo dice mi intuición-.

¡Ay, cuánto daño hizo Shakira con aquello de que las mujeres somos las de la intuición! Las mujeres venimos de vuelta, sí. Y en más de una ocasión apaleadas, con el corazón lleno de tiritas por confiar de más y desconfiar de menos. Y a veces ocurre que llega un gran amor y a nosotras nos entra el miedo, y no hay peor enemigo que un tercero en discordia. Un tercero antipático que no quiere que seas feliz. Y una lo intenta y lo reintenta, y de tanto intentarlo resulta que aquello que temías pasa, y le pillas una mentira, los coges en un fallo o trae olor a otra mujer en la chaqueta. Entonces se te saltan los puntos de sutura y te desangras una vez más. Y aunque sabes que no vas a morir, porque no has muerto ninguna de las otras tantas veces, escuece… y agonizas, maldices al demonio , te preguntas que por qué a ti otra vez, y blablablá con el inconfundible diálogo interno que nos corroe las entrañas.

Una vez leí por ahí una frase que llamó mi atención: “cuidado con lo que deseas porque se puede hacer realidad, para bien y para mal”. Quizá sea esa la respuesta. Quizá tenemos que vigilar nuestros pensamientos ocultos, esos regidos por el miedo, esos que nos boicotean y hacen que lo que no deseamos, de tanto no desearlo, suceda.