MataculebraBENITO CABRERA | VA POR EL AIRE

Es conocida la influencia cubana en nuestros carnavales, sobre todo en Los Indianos de La Palma, cuya tradición de empolvar con talco entronca a su vez con otras muchas culturas que participan de esta catarsis de blanqueamiento ritual.

Pero existieron en Canarias otras costumbres no tan multitudinarias ni conocidas, que trajeron de vuelta los emigrantes retornados. Es el caso del Mataculebra o ritual de matar la culebra, uno de los más curiosos vestigios de la cultura afro-americana que se ha venido desarrollando en los últimos años en el Puerto de La Cruz, estudiado por el profesor Manuel Lorenzo Perera y recuperado por el Grupo Folklórico del Centro Superior de Educación de La Laguna. Según parece, llegó a las islas a mediados del siglo XIX, introducido por Manuel Catalina y se estuvo realizando hasta mediados de la década de 1980. El Mataculebra es representado por Los Negritos y El Mayoral (el amo blanco) que, blandiendo un látigo, propone matar la culebra en un desfile teatral y musical.

Las referencias literarias al rito antillano son abundantes. Nicolás Guillén, en su poema Sensemayá (Canto para Matar a una Culebra), establece una relación metafórica para expresar la muerte del mal y –según algunos exégetas de su obra-, no es otra cosa que la representación simbólica de la muerte del colonialismo y la explotación a los negros, a través de la culebra que “…caminando se esconde en la yerba, /Caminando sin patas”. También el escritor Alejo Carpentier cita la tradición en su famosa novela Concierto Barroco.

Estudiado por el folklorista Fernando Ortiz, este baile cubano se interpretaba en las fiestas afrocubanas del día de Reyes, como una gran celebración en la que se utilizaban linternas e imaginería de santos (el sincretismo religioso sudamericano), con un baile que imitaba el irregular avance rítmico de la serpiente.