Foto portada del libroTodo esto nos lo cuenta Enrique Mateu. Somos amigos y casi vecinos, y aunque él viaja mucho nos vemos en la playa de vez en cuando. Ésta ha sido una de esas ocasiones. Lola y yo nos lo hemos encontrado con unos amigos de sobremesa y quedamos para charlar en una terraza junto a nuestra casa de Las Canteras. El episodio de la guitarra ha sido una más de las anécdotas narradas en torno a Fito, pero Enrique guarda muchos más recuerdos en torno a aquel personaje. Veamos.

Llega con el disco homenaje a Triana en el que toca el timple en el tema que hacen Maita Vende Cá, Diálogo (disco en el que Luis Lozano toca en un buen número de temas los teclados). Nos enseña la portada de su próximo disco: Lancelot, el directo que hizo en La Cueva de los Verdes dentro del Festival de Música Visual de Lanzarote del año 95. Una joya que nosotros hemos venido pinchando desde aquel año en la radio, gracias a cuatro temas que él nos facilitó en su día. Por fin verá la luz esa maravilla que te transporta a otros mundos –que no están en éste-. De repente le comento la idea que tengo de escribir algo sobre un personaje que precisamente él no conocerá –pienso- debido a su juventud, pero cuyo nombre dejo caer para ver si le suena. Cuando oye la palabra Fito, su cara cambia de expresión, viaja en el túnel del tiempo y recuerda momentos felices y una compañía que le marcó en su vida. Nos cuenta la historia de esa guitarra que él persiguió y muchas otras cosas. “Recuerdo que pensaba con sana envidia, yo que era –o quería ser-, un buen guitarrista: ‘Pero cómo puede tocar así de bien este cabronazo’ (dicho con todo el cariño del mundo y la sensación de imposibilidad de llegar a tocar jamás como él).

“En un concierto en Escaleritas, cuanto tocaba con Key, Fito estaba entre el público, como siempre, y se subió a tocar con nosotros. Alucinábamos. La banda tenía un equipo modesto pero muy bueno para la época gracias a Luis Lozano. Teníamos compresores, pedales…, un montón de cosas para los grupos de la época. Fito me dijo: ‘No quiero nada, sólo ponme el delay…’ Y empezó a tocar con un sonido que yo no podía sacarle. Mi guitarra, mis artilugios y él tocando mejor que yo. Era increíble -recuerda Enrique-. Fito se ganó la vida durante una temporada tocando boleros, boleros del quince, en el Sur, para los turistas.

“Había un local donde se juntaba mucha gente para tocar en plan amiguetes, lo que se llama hacer jams. Era el Tagor, y por allí pasaban Alfredo Santana, Juan Torres…, un montón de gente, los músicos de aquellos años. Recuerdo que alguien estaba en la puerta y veía aparecer a Fito a lo lejos. Entraba corriendo y nos decía: ‘¡Qué viene Fito, que viene…!’ Para todos nosotros era una estrella.

“Se cuidaba muy poco, vivía la noche. Se levantaba cuando el sol caía y se acostaba al amanecer. Día tras día, año tras año. Fumaba en exceso. Recuerdo que vivía en casa de su madre. Yo le visitaba antes de irme a Madrid. Ya estaba malo. Estaba metido en su cuarto, no salía. Tenía su guitarra y un equipillo donde hacia sus grabaciones caseras. Seguía con su pinta de pelo muy largo y tosía mucho. Él se dejó llevar por la tuberculosis. Al principio pasaba algunas temporadas fuera de la ciudad en clima más seco para curarse. Pero se dejó ir. Fito se autoinmoló, se dejó morir. Le daban accesos y él tenía junto a su mesilla unas pastillas:

-Cuando me venga uno que vea que va a terminar conmigo, acabo yo antes a base de pastillas -decía Fito.

“De su muerte me enteré por Luis Lozano; me llamó por teléfono para comunicármelo”

Le digo a Enrique que Fito es uno de esos personajes que ha marcado a todos los que le conocieron,  pero de los grupos de hoy nadie le conoce.

-Cierto –me confirma- y es que no dejó legado. No hay nada suyo grabado.

La noche ha caído sobre Las Canteras y seguimos en la terraza. Han pasado más de dos horas en compañía de Fito. De repente los ojos de Enrique se iluminan, le sale un resplandor especial al hablar de Fito, y no son alucinaciones mías, saca su móvil –del tamaño de una caja de cerillas- y marca…

-¿Luis?. Enrique.

Un mini previo de saludos y Enrique le pide a su amigo que se siente:

-Fito -murmura Enrique sobre el auricular de su móvil.

Al otro lado del teléfono se hace un silencio. Enrique espera y le vuelve a repetir el nombre con un añadido:

-¿Te acuerdas?

Cómo no se va a acordar. La caja de los truenos se destapa para Luis. Tiene una grabación de hora y media de Fito tocando con él, y algunas cosas con un grupo que se llamó Chamán. Allí estaban, junto con Fito y Luis, Florencio –Flo- y Jorge Brito. Hacían música en la línea de Chick Corea y Return to Forever, y mucho rock sinfónico. Luis tocaría más tarde con su tocayo Vecchio –uno de los papás del jazz en las islas-.

Luis Lozano le dice a Enrique que se va a la India con una representación de ballet contemporáneo que tiene música en directo. Harán sólo un concierto, pero se quedarán una semana. No es para menos. El contacto está hecho. Enrique me facilita el teléfono y el emilio de Luis y quedamos en seguir hablando para ver qué hacer con todo eso. Se nos empiezan a ocurrir mil y una ideas. La noche cae y Enrique tose de vez en cuando, al igual que Lola y yo. Es diez de febrero y se ha metido mogollón de tierra desde el Sáhara que masticamos a la perfección en nuestros paladares.

Antes de irse, Enrique asegura que no está mal poder recordar aquellos tiempos y seguir en la música. Ver su evolución. “Ahora, viendo aquí la segunda prueba de portada para el próximo disco, hablando de la producción…, todas esas cosas. Y en aquellos tiempos no teníamos nada. Quién iba a pensar en grabar un disco o algo así…, pero vivíamos la música de una manera única, irrepetible, éramos unos iniciados en una nueva religión. La edad, supongo, pero recordar aquello te produce un efecto efervescente”.

Foto de Luis Lozano, Antonio Miranda y Enrique Mateu

Luis Lozano, Antonio Miranda y Enrique Mateu

A su regreso de India empiezo a cruzar emilios con Luis. Le envío un par de fotos suyas tocando, en los Rock and Films que organizaba Paco Dorta en Tenerife, con su grupo Origen. Alucina con las fotos y se abre su baúl de los recuerdos. Unas semanas después Enrique Mateu, que está con Antonio Miranda y Luis –el nuevo trío que forma la banda tras la marcha de Germán-, acabando el segundo disco de Artenara titulado Maye, me trae en mano una grabación de Luis con Fito. Guitarras, teclados y cajas de ritmos: un documento histórico donde los haya, de un músico querido por todos los que le conocieron del que no hay ningún material sonoro disponible (aunque puede que su familia guarde algunas casetes que no facilita a nadie, y quizás Paco Toribio tenga algo también). Se trata de una grabación de diciembre de 1980, los últimos años de Fito. La guitarra de bluesman se da la mano con la guitarra de bandas de rock sinfónico como Pink Floyd o Yes. No son temas, canciones, sino cuarenta y cinco minutos de sesiones de estudio, de improvisación sobre colchones de sonido en los que ahora se luce la guitarra, ahora lo hace el teclado (con primacía, no obstante, de la guitarra de Fito). Todo ello en siete cortes, sin título, que terminan con brusquedad, que se ven interrumpidos súbitamente, como si se tratara de recortes de obras de una larga extensión. Luis ha limpiado la grabación y siempre queda un colchón final que simula el sonido de los chorros de humo sobre el escenario, lo que le confiere un toque envolvente. Me deshago en agradecimientos por haberme confiado este material único.

(No puedo dejar de pensar en la necesidad de intentar remasterizar todas las casetes que Paco Dorta tiene con trozos de conciertos de sus Rock and Films: Imada, Yumbosis, Samara, Origen, Fire Explosion Band, Luis Vecchio, Pololo, Cebolla Band, Teclados Fritos, Eructo del Bisonte… La calidad de sonido es muy mala y a veces los temas se pierden entre las voces de los espectadores de las primeras filas, donde Paco se encontraba con su magnetófono de cintas redondas, pero es eso o nada. ¡Qué será de todo ello!).

VICENTE MARTÍN ABREU

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