Detalle de la cúpula del Palacio de Longoria sede de la SGAEEn un comunicado extenso, claro, amable, pero contundente a la vez, Antón Reixa, el nuevo presidente de la SGAE de la era post Teddy Bautista, se dirigía ayer a sus asociados y al público en general. Una clara denuncia que pone sobre la mesa un problema endémico de la profesión autoral y de la sociedad en general: la picaresca.

Un asunto gravísimo que permite que personas y entidades absolutamente desconocidas ganen cantidades indecentes de dinero provenientes de los autores.

Antón Reixa explica en su comunicado que ya en la SGAE de los años sesenta y setenta – cuando la E del acrónimo era de España y no de los Editores como cambió Teddy – existía un grupo de militares, a los que denominaban ‘los tupamaros’, que a base de declarar que las bandas y orquestas siempre interpretaban sus obras y arreglos musicales (cosa que no era cierta) lograban ganar más dinero que los auténticos responsables de los éxitos de la época. Lo que Reixa ha querido obviar es que, además, los tupamaros iban a las asambleas con su pistola encima y cuentan ‘las malas lenguas’ – yo se lo oí contar a Ramoncín – que incluso alguna vez, al levantarse para intentar imponer sus puntos de vista, a alguno se le calló ‘la pipa’ al suelo.

Cuando los tupamaros abandonaron el poder esta picaresca la adoptaron, por ejemplo, una notable cantidad de músicos de hoteles, que en vez de declarar que tocaban los temas de moda certificaban – en las hojas que a tal uso utilizaba la SGAE – que interpretaban su propia música. En realidad  su música era absolutamente desconocida y por ende no la interpretaban. La trama se elevaba a rango mayor, al igual que hacían los tupamaros, con una sencilla práctica que consistía en aliarse con otros músicos de hoteles con los mismos escrúpulos y nivel moral de tal forma que todos ellos afirmaban que solo interpretaban música compuesta por ellos mismos. Y así los unos apoyaban a los otros dicendo que tocaban las ‘geniales’ obras de sus amigotes. Esto, como el asunto de las pistolas, tampoco lo cuenta Reixa porque en realidad no aporta nada nuevo. Es solo una anécdota más de la mencionada picaresca anidada en el sector, pero en mi modesta opinión, ilustra sobre la cuestión de que las malas prácticas jamás dejaron de existir y que nadie luchó contra ellas hasta ahora.

Como tampoco explica el caso de las editoriales – intermediarios que legalmente pueden quedarse con hasta el 50% de los derechos – pertenecientes a las grandes emisoras de radio que ‘ofrecían generosamente’ que firmaras con ellos cediendo ‘solo’ el 50% de tus derechos de autor para que pudieras optar a entrar en sus listas de éxito. Y digo optar porque encima tampoco te garantizaban nada, ya que firmaban tantos que no todos podían entrar en los primeros puestos de las listas. Que por cierto, también podríamos hablar de los maletines, regalos y viajes con todos los gastos pagados que se entregaban a determinados locutores famosos. Tampoco explica el ejemplo de las editoriales de las compañías discográficas que también te ‘ofrecían de igual forma generosa’ que firmaras editorial con ellos de por vida y por ‘solo’ el 50% de tus derechos de autor como condición «sine qua non» para publicar un disco. Tal vez la razón por la que Antón no lo explique sea o para no extenderse más, o porque los tiene sentados a su vera en el consejo de dirección – recuerden que la E de España se cambió por la E de Editores incluyéndolos en la Sociedad -.

Lo que sí hace el nuevo presidente de la SGAE es explicar el como se ha modernizado la cuestión. Explica, con claridad meridiana, como puede ser que ancianos que jamás han compuesto una obra, o menores de edad de un talento aparentemente inusual, ganen cientos de miles de euros (parece ser que alguno llega hasta el millón de euros) como el más grande compositor de éxito internacional… sin que nadie los conozca ni en su casa a la hora de la cena.

Aquí entra en juego, de nuevo, nuestra conocida picaresca. Perdón, ‘presunta picaresca’. Exactamente la misma ‘presunta’ de los sobres, la de los aeropuertos sin aviones, la de los eres andaluces, la de los créditos hipotecarios, la de las renuncias a las siglas para mantenerse en el escaño, la de declarar a su madre inválida permanente para cobrar la pensión, y el largo etcétera de ‘presuntas’ con el que los telediarios nos obsequian diariamente.

En este caso, las presuntas son las editoriales creadas por las televisiones que para ahorrarse parte del dinero que tienen que pagar a las sociedades de gestión de derechos han desarrollado una estrategia realmente efectiva y legal. Para ello utilizan los programas de Tarot, Bingo y demás basura nocturna que, incomprensiblemente, tienen a músicos tocando en directo. ¿A nadie le ha sorprendido que no haya prácticamente ningún programa diurno que tenga música en directo (o enlatada) y que por el contrario, durante la noche, todos los programas tienen música en directo o son, pura y simplemente, conciertos de músicos en directo?

Logotipo de SGAEAntón Reixa lo explica claro, clarito. Esa música imperceptible que tocan unos músicos que aceptan semejante humillación, me imagino que por necesidad, está compuesta o arreglada por testaferros, que son los que las declaran como suyas en la propia SGAE. Entre que las televisiones pueden montar su propia editorial y que la obra está registrada por un testaferro, el dinero que tienen que pagar a la SGAE por derechos de autor vuelve de nuevo a sus arcas como por arte de magia. Y en el caso de los conciertos nocturnos la cuestión es más grave ya que, según afirma Reixa, los músicos aceptan grabar esos programas no solo sin cobrar un euro si no además cediendo el 50% de sus derechos económicos en favor de la propia editorial de la televisión. Dicho de otra manera; no solo no pagan a los músicos si no que además estos tienen que ceder el 50% de lo que les corresponde como derecho autor.

Alucinante ¿Verdad? Pues aquí no acaba la cuestión. Como en la SGAE cada socio no tiene un voto, si no que cada socio tiene tantos votos dependiendo de cuanto dinero recaude, resulta que estos ‘listillos’, estos españolitos de pro que tanto se parecen a los tupamaros – aunque a lo mejor no lleven pistolas físicas -, podrían llegar a dar un ‘golpe de voto’ – igual que hizo Teddy en su momento para echar a los tupamaros del poder – y sentarse en la dirección de la SGAE dejando sin cargo a Reixa.

Esta cuestión del ‘voto ponderado’, otra de las terribles herencias de la era Bautista por las que Antón Reixa pasa de puntillas, se ha querido matizar. Y de hecho se ha logrado variar la proporción. Pero dista mucho todavía de lo natural en democracia. Desde la plataforma Autores Indignados se pide insistentemente que cada socio tenga un voto, precisamente para impedir este tipo de cuestiones. Pero lógicamente es muy difícil que esta medida se adopte ya que en cualquier votación para cambiar este extremo son precisamente los que tienen muchos votos los más interesados en mantener su condición.

En resumen, y como decía al principio, valiente declaración de Antón Reixa que pone el dedo en la llaga denunciando públicamente algunas de las malas prácticas ‘de la casa’ pero manteniendo a la vez una postura conciliadora y nada estridente. Puño de acero, guante de terciopelo. Una de cal y otra de arena. Pero dicho queda y advierte de su intención de acabar con todo esto. Todo un primer asalto.

Es de agradecer que en un momento en el que casi nadie es capaz de entonar el mea culpa, en el que día tras día, con un rostro de ‘titanio embrutecido’, nos repiten a través de los medios «yo no he sido, soy totalmente honrado/a, y mi partido es ‘súper mega chachi’ y por el contrario el otro es el que es malo, malísimo», y algunos hasta se permiten el lujo de hacernos una peineta dejándonos claro que ‘la vida sigue igual’, salga a la palestra el presidente de una entidad diciendo, de forma elegante pero diáfana, que en su casa ha habido y hay un cachondeo importante pero que se va a acabar.

Si quieres continuar leyendo el «segundo asalto»…

Foto de Perrenquehttp://www.flickr.com/photos/perrenque/2887478417/

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