Los defensores de Internet hemos repetido hasta la saciedad que la red, lejos de ser perjudicial para la cultura, sería la solución para un modelo en decadencia que funcionó, más mal que bien, durante el siglo pasado. Lo único que hacía falta era diseñar y aplicar nuevos modelos de negocio que permitieran este buen fin.
Los pioneros en todo esto han sido, sin lugar a dudas, los informáticos. Han sido ellos los primeros que demostraron que es mucho más rentable trabajar sin copyright que con él (exactamente igual que pasa con la industria de la moda que es el sector cultural que más dinero mueve en todo el mundo generando riqueza y que no está acogida a las restricciones del copyright). Los desarrollos de software en código abierto han desbancado por goleada a todos aquellos que se aferraron al «mío, mío, mío». Otra loable técnica ha sido bajar considerablemente los precios de distribución y permitir la instalación de varias copias del software en diferentes terminales aplicando la consabida «economía de escalas» y evitando así el mal denominado «pirateo».
Pero en el cine y la música las industrias son reticentes y van con retraso. Con tanto miedo a perder cuota de mercado lo único que consiguen es perderla a pasos agigantados. No innovan, no arriesgan, no evolucionan y ponen todo su tiempo y energías en penalizar y prohibir. Craso error.
En estos días acaba de ocurrir algo que, a lo mejor, les hace tener otra visión de la jugada. Me refiero a la salida al mercado del nuevo trabajo de Justin Timberlake titulado The 20/220 experience. Lo realmente innovador de este caso es que se puso a disposición de los aficionados en streaming en la Red de forma gratuita. Para cuando sacaron el disco a la venta lograron vender casi un millón de copias en tan solo la primera semana, un 63% más de lo que pensaba vender su compañía discográfica.
Puede parecer un contrasentido que puedas ganar dinero con algo que regalas… pero esto no es nuevo. Ya en el siglo pasado las compañías discográficas regalaban sus discos a las emisoras de radio para que emitieran de forma gratuita sus producciones. Es más, hasta entregaban maletines con dinero negro a determinados locutores para que las emitieran. O cedían parte de los derechos a las propias emisoras con el mismo fin. La idea es que sonora lo más posible para que los consumidores quisieran comprar el disco…
Pues es eso exactamente lo que ha hecho RCA con Justin Timberlake. En este caso han utilizado la distribución gratuita del disco a través de Internet, con casi 8 millones de reproducciones a través de Spotify, como sistema de promoción.
Cuando era la radio quien lo hacía había mucha gente que copiaba las canciones con su radio cassette y no se metía a nadie en la cárcel por eso. Ahora pasa lo mismo con el mp3 pero bajo riesgo de acabar en el talego.
Si había mercado entonces lo puede haber ahora… solo que debemos aplicar la economía de escalas y tener en cuenta que los nuevos modelos de distribución no requieren tantos gastos y buscar sistemas que permitan una remuneración más justa a los creadores y artistas.
Foto de dschmieding: http://www.flickr.com/photos/36238268@N03/8514265883/in/set-72157632879691568/
regalar música por internet
No se me había ocurrido.