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El Vals es un género alemán cuya etimología proviene de wälzen, ‘girar, rodar’y su origen “tiene un tanto de leyenda”, en palabras del gran musicólogo Felipe Pedrell. Lo cierto es que es una danza que empezó a popularizarse en toda Europa desde su aparición en el siglo XVIII y conoció su apogeo entre el XIX y el XX. Es el ritmo ternario por excelencia y su versatilidad como baile y como esquema musical ha conquistado tanto a los músicos populares como a los académicos. Desde Chopin hasta Tchaikovsky, son muchos los compositores del Romanticismo europeo que dejaron grandes páginas de valses, tanto instrumentales (la mayoría) como con letra.

En cada país tanto europeo como americano fue adoptando singularidades propias. En Francia se le conoce como musette y es muy celebrada por los acordeonistas parisinos. En Viena (ciudad desde la que popularizó en Europa), adoptó un aire señorial y palaciego. En Argentina encontramos la forma del tango vals o valsesito criollo. En Venezuela son particularmente especiales los famosos Valses Venezolanos, de compositores Antonio Lauro o Aldemaro Romero. En Perú se instaló como parte de la música criolla y ha dado títulos de gran arraigo como Rosa Té o El Rosario de Mi Madre.

El Vals dejó huella también en Canarias, interpretándose en reuniones parranderas o en los Bailes de Candil del siglo XX. Algunos, como el Niña Hechicera, se canta también en México y Chile  (existe una versión grabada por la inolvidable Violeta Parra).  Otros se conocieron sólo en Canarias, como el llamado Vals de Taifa en Gran Canaria o como Vals Marinero en Punta del Hidalgo, según la versión que registrara nuestra cantadora Olga Ramos. De su vinculación con el mundo marinero también encontramos el delicioso ejemplo del vals Chiquilla Mía, que cantaban los mareantes del Puerto del Arrecife (Lanzarote).

 

*Imagen retocada: Fragmento de la Obra de Clarence F. Underwood (1912). ‘Último Vals’