LEJANA
Siempre viví ansiándote lejana…
Cobijando en ti mis anhelos.
Amándote en la distancia.
Haciéndote pensamientos en las piedras.
Adivinándote en las tinieblas del alba.

Siempre viví ansiándote lejana…
Hasta que un día escuché tu voz.
Te vi tan pura en la nevasca
que embelesaste mis ojos
hasta convertirme en manada.

Eres diáfana como el día.
Eres tan pura como el alma.
Eres la flor de todos los días.
Eres semilla fecunda
que se siembra en las mañanas.

Pero un día, un día de esos
llegó en mi la esperanza
de tocar con estas manos
lo delicado, la flor de tu planta…
Y te vi lastimada en la nevasca.

Y sentí el clamor de tus labios.
Escuché de tus ansias el suspiro.
Vi sangrando la rosa que guardabas.
Con tu miel que se desgrana.
y con mis labios en llamas

Me sentí cansadamente efímero.
Como quien no vale nada.
Como quien quita un pétalo,
un pétalo virgen, dormido y
lo muerde con sus ganas.

Ganas de penetrar la tierra en
esa infinita y deseada esperanza.
Ser por una vez…, una sola vez hombre
que fragua su destino de incredulidad
en esta vida de dudas y de añoranzas.

Sin decir adiós, sin decir hasta nunca
en lo delicado de esa terrible estocada,
te alejaste en tu silencio interminable.
Y te alejaste como un celestial fantasma
sin ser vista y ni siquiera sutilmente tocada…

Siempre viví ansiándote lejana…
Hoy te has ido para siempre.
También contigo la nevasca.
Es de noche y las estrellas me miran.
Por ti, que eres luna de la tarde y dulce agua…

Christopher Hab

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