«El FIMC que he conocido durante toda mi vida es un Ferrari que circula por cochambrosas carreteras de tierra, sin gasolineras a la vista y sin mecánicos que puedan atender los problemas técnicos del vehículo; el FIMC que considero adecuado es un vehículo normalito (sin que ello presuponga que sea malo), que circula por buenas carreteras, con puntos para el repostaje y profesionales técnicos dispuestos para gestionar las posibles averías».
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