Como no soy un polemista ni tengo interés alguno en empezar a serlo, voy a dejar clara mi posición con respecto a una situación que, en las últimas semanas, por la virulencia y malas formas mostradas ha trascendido los límites en los que era previsible que se desarrollase: el ámbito musical de Canarias. No sé si la difusión del asunto se ha debido al interés del mismo (que lo tiene y no en pequeña medida) o a la presencia en determinadas intervenciones de expresiones un tanto fuera de tono para lo que cabe esperar de personas cultas y educadas en el respeto a las opiniones y quehaceres ajenos, aunque no comulguen con los propios (presupongo esta cultura y educación, claro está). Algunos calificativos (groserías, en román paladino) me han incomodado en la medida que suponen manchas en una línea argumental de pensamiento que, aunque no se comparta, merece una atención exquisita.
Dicho esto, vamos ahora con mi posición y con mi voluntad de no participar activamente en la polémica más allá de estas pobres líneas que comparto contigo, mi dilecto lector. Empezaré diciendo que soy un periférico; un tipo que, por el camino recorrido, podría ser ubicado (con suma generosidad y bondad por parte de quienes lo hagan) en el grupo de los escritores, aunque lo más correcto sería situarme entre los “juntaletras” y no de los más brillantes, por cierto. Soy un periférico dentro de la literatura y dentro de cualquier manifestación artística; por tanto, soy un periférico en todo aquello que tiene que ver con el mundo musical. Como juntaletras, gozo del reconfortante apoyo, consejo y cariño de un editor, de un amigo, de un admirable intelectual, que se juega su guita con mis publicaciones, sin pedir subvenciones públicas y sin salir de ese patrón que la sapiencia ancestral nos legó como principio para el equilibrio universal: “Piña asada, piña mamada”.
Considero importante dejar bien clara mi posición porque muchos, subidos al carro de los improperios, podrán echarme en cara el que, siendo así como soy y me declaro, me meta donde nadie me llama, que no soy músico, que mis oídos son de barro, que el tema no va conmigo… Y yo, que no negaré la verdad de lo que no soy ni el que mis oídos sean como dicen que son, tendré que replicar que, aunque lo enumerado con anterioridad sea cierto, el tema sí va conmigo; sí, repito, sí me compete porque soy un contribuyente de la hacienda canaria, porque participo activamente con mis obligaciones tributarias. El tema, pues, va conmigo porque el Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC, en lo sucesivo) se nutre de un presupuesto público; o sea, de unos dineros que entregamos a través de nuestros impuestos los músicos que cotizan en Canarias, los especialistas musicales que publican en medios de difusión, los jubilados, el humilde que esto escribe y… el guagüero que hace la ruta entre Telde y Las Palmas de Gran Canaria, la señora tan amable que trabaja en una notaría de Vecindario, mis compañeras de Lengua castellana y literatura, el empleado que trabaja en una empresa de mensajes ubicada en el Polígono Industrial de Salinetas, etc., etc., etc. O sea, el tema va con todos nosotros porque todos nosotros contribuimos a que el tema sea posible.
Como no me gusta generalizar, diré que una parte de nosotros, un grupo de no-músicos, un conjunto de periféricos, podemos perfectamente opinar y decir que no nos parece adecuado que se invierta una cantidad tan elevada del presupuesto cultural en una sola iniciativa, descompensando así la balanza con respecto a otras manifestaciones artísticas igual de importantes. También podemos quejarnos de que en una comunidad que se ha ido arrastrando entre miserias y subsistencias, con un índice de paro tan elevado, con una población juvenil absolutamente desmoralizada ante la falta de perspectivas…, se lleve a cabo una inversión tan desproporcionada. ¿Podemos decirlo? Sí, claro que podemos. Claro que podemos afirmar que nunca nos convenció ese “lujo” de nuevos ricos dos calles más arriba de un barrio, una ciudad, una isla, un archipiélago que se caen a cachos y que se desmigan contemplando toda clase de caciquismos. Por eso, no hemos podido evitar el trazado de una analogía entre esta situación y la que se da en países gobernados por sátrapas, donde hay un área paradisiaca muy concreta y todo lo demás es podredumbre; y donde solo unos escogidos son los llamados a frecuentar el área hermosa, y donde los de la podredumbre están llamados a sostener el área bella. ¿Que lo hemos pensado? Sí, claro, por supuesto que lo hemos pensado. ¿Que si estamos errados? Bueno, pues vale… Lo que sé es que nuestros dineros y nuestros sacrificios para ganarlos nos lo recuerdan con más frecuencia de la deseada; y no solo con respecto al FIMC, sino con muchos dispendios intolerables: subvenciones por aquí y por allí que benefician, por activa y por pasiva, a personalidades y entidades ya consagradas, sean de la rama que sean; ayudas en forma de publicidad a sociedades anónimas deportivas, que manejan capitales que deberían ir destinados al deporte base, etc.
¿Que por qué lo hemos pensado? Porque no entendemos esa parte de nosotros, ese grupo de no-músicos, ese conjunto de periféricos, o sea, los que también pagamos impuestos y somos más numerosos que los escogidos para disfrutar del Edén, que no se haya fomentado y consolidado la oferta de escuelas municipales de música, que no se haya potenciado más y mejor la base musical en las escuelas, en los institutos, en las asociaciones, en… sabe Dios qué más sitios; que no se haya multiplicado por dos, cuatro, ocho, dieciséis… todo aquello que compete al universo musical de nuestra tierra hasta el punto de convertirnos, por cantidad, en una referencia. Nada digo de la calidad porque tenemos excelentes músicos en esta tierra, magníficos; lo malo es que sean tan pocos los que se vean porque no se hace todo lo posible por visualizar a los muchos que hay. En suma, que no entendemos el que se haya invertido una cantidad tan elevada de fondos públicos para una iniciativa que solo disfrutan unos pocos, que no deja un residuo consistente en el mentado universo y que turísticamente -el gran argumento esgrimido por los defensores del FIMC de siempre- aporta muy poco a Canarias.
Un servidor, que gusta de rodearse de personas preparadas y relevantes en lo intelectual y profesional (por eso de arrimarme a los buenos para ser uno de ellos), un servidor, repito, vista la barahúnda que el tema ha traído consigo y la apelación constante a los beneficios turísticos, ha preguntado si estos eran tales, si el turismo que venía era de calidad, si… Me limito a reproducir en líneas sueltas y de manera libre algunas de las observaciones de mis admirados interlocutores en este tema, que no son ningunos mindundis: “El turismo en Canarias sin el festival no se resentiría porque no forma parte de la oferta principal de las islas en invierno: una agradable temperatura, sol, etc.”; “El turismo que viene a Canarias, en un volumen considerable, es de calidad medio-baja. Deja dinero en las islas porque vienen muchos turistas, mucha cantidad, pero no por la calidad de sus gastos. Mucho dinero se queda en sus países de origen”; “Lo ideal para unas islas muy pequeñas es una cantidad reducida de turistas, pero que gasten mucho dinero en ellas, así se protege el territorio y el medio ambiente. Mucha gente supone una inversión en energía, agua, basuras… y el espacio se daña”; “Sí, alguna vez han venido turistas vinculados al FIMC, pero muy pocos… Una cifra irrelevante, insignificante, si la comparamos con los que vienen con el propósito de disfrutar de nuestro magnífico clima en los fríos meses del invierno europeo”; “Canarias no vende música clásica. Está muy lejos del circuito. Desde el punto de vista económico (inversión X, beneficios X), en Canarias, por su proximidad a África y sus vínculos culturales, compensa más una iniciativa como el Womad, por ejemplo; pero siempre desde el punto de vista publicitario y no tanto por lo que gaste el público que, a pesar de ser más numeroso, no invierte mucho dinero. A las empresas publicitarias sí les sale a cuenta la inversión en Womad porque tendrán un público muy elevado”; etc.
Para los defensores del FIMC de siempre, diré que mis interlocutores (cuya identidad me reservo, entre otras razones, porque sus afirmaciones provienen de conversaciones privadas con este humilde periférico) no se han pronunciado de manera negativa contra el FIMC. No les parece mal que exista, como tampoco les pareció mal que hubiese un festival de cine (y que dejase de haberlo en un determinado momento), un Womad (y que no hubiese más en Gran Canaria), un… En cierta medida, no les falta razón: no es malo que haya un FIMC, pero, a mi juicio (ojo, ahora la afirmación la digo yo, no ellos) sí es “malo” que no se ajuste a la situación económica y social de Canarias, donde la pobreza y la exclusión social adquieren niveles preocupantes, y donde se percibe un déficit muy llamativo en determinadas inversiones cuya prioridad nadie se cuestiona: hablo de sanidad o educación, por ejemplo. También da que hablar el que sea el festival una suerte de “paraíso-fiscal-cultural” donde importa poco el caché de los músicos con tal de traer la representación más relevante del panorama. Me molesta que una tierra pobre, en líneas generales, vaya de rica pagando un caché a los artistas (más elevado de lo normal, me dicen, se lee) con tal de mantener un estatus que los vasallos como un servidor no terminamos de entender constatando el entorno que nos rodea.
Porque el nuestro, nuestro mundo, no está compuesto por calles que claman contra un deterioro de la programación con respecto a las ediciones anteriores. No, ese no es el mundo que pisa el taxista, la dueña de la cafetería donde me echo mi buchito, mis apreciadas conserjes del instituto, el comercial de productos sanitarios que me preguntó la hora la última vez que fui al médico, etc., etc., etc. Su calle es la misma que la mía (al menos, veo que se parecen mucho); y su clamor, oído gracias al ruido que han estado haciendo en los medios desde que se presentó la próxima edición del FIMC, no va en la línea de: “Oh, Dios mío, qué mala calidad tiene la programación”. Lo que yo oigo y leo en esa clamorosa calle es: “Oh, Dios mío, ¿por qué no se gastan las perras en cosas más necesarias para el pueblo?”. El debate de la calle que conozco y el que siempre he conocido, quizás porque no provengo de alta cuna, quizás porque pertenezco al gremio de los que no tenemos donde caernos muertos (aunque ello no nos libre de los impuestos, que deben pagarse con la debida puntualidad y diligencia); ese debate callejero, repito, es el que ha situado el festival como un ilustrado capricho (para el pueblo, sin el pueblo) que, en nombre de una colectividad, unos pocos se regalan.
Es posible que no haya maldad en el propósito de llevar a cabo la iniciativa, es posible que no falten hasta buenas intenciones en la empresa, pero es innegable la desconexión que hay entre esta calle de la que hablo y la que transitan quienes lo defienden tal y como se ha venido desarrollando hasta ahora. ¿Que por qué hablo de desconexión? Porque faltan colegios e institutos (Santa Lucía de Tirajana puede hablar largo y tendido sobre este tema); faltan profesores; faltan muchas escuelas de música y muchos músicos (tantos como en Salzburgo, por ejemplo); falta mucha más inversión en educación y cultura; falta mucho sentido común a la hora de gestionar lo que es de todos y no mirar al olimpo cuando no se tiene el fuste necesario para ello (no volar cerca del sol cuando se llevan alas untadas de cera) y falta, en cambio, tener presente el suelo, la tierra, eso que todos pisamos y donde todos intentamos arar a lo largo del año (repito: a-lo-lar-go-del-a-ño) nuestras mejores cosechas: trabajo, esfuerzo, voluntad de mejora…, a pesar de las dificultades con las que subsistimos y los palos en las ruedas que nos ponen más veces de las esperadas. Cuando esa pretendida base sea firme, ya no habrá más límites que el infinito del cielo; pero siendo esta, como vemos, como siento, tan endeble, tan para salir del paso, ¿qué lógica tiene mirar a las nubes?
No me quejo de que haya un FIMC, aunque, filológicamente hablando, considere que la denominación es inadecuada, pues música (M) no es solo la reconocida con el calificativo de “clásica” (no es o no debería ser). Me parece tan incorrecto pensar que la “Música de Canarias (MC)” queda circunscrita al género clásico, sin atender a otros, como llamar América a Estados Unidos. Pero no me voy a perder ahora en estas apreciaciones, pues lo importante para el caso que nos ocupa es que no está mal que haya un FIMC, como tampoco está mal que haya una universidad o un hospital en cada municipio canario… No es malo si las necesidades básicas están cubiertas; pero si no es así… En la gestión pública hay mucho de “economía hogareña”: si no tengo para subsistir medianamente bien (luz, agua, alimentos, medicinas), ¿tiene sentido que invierta el poco dinero que tengo en cuestiones de menor calado (un coche, un teléfono móvil)? Si se comprende que no es razonable invertir en estos productos dadas las carencias expuestas, más se entenderá si el deseo es adquirir un coche de última gama o un móvil de ultimísima generación. El FIMC que he conocido durante toda mi vida es un Ferrari que circula por cochambrosas carreteras de tierra, sin gasolineras a la vista y sin mecánicos que puedan atender los problemas técnicos del vehículo; el FIMC que considero adecuado es un vehículo normalito (sin que ello presuponga que sea malo), que circula por buenas carreteras, con puntos para el repostaje y profesionales técnicos dispuestos para gestionar las posibles averías.
A punto de acabar la segunda década del siglo XXI, considero que no es de recibo que se sostenga públicamente una iniciativa tal y como se viene haciendo desde 1985 si no tiene repercusión en el ámbito musical canario, si los alumnos y sus profesores no asisten (vaya uno a saber por qué razones, han tenido treinta años para averiguarlo); si los músicos locales no tienen más espacios para desarrollar su trabajo, difundirlo, mostrar su talento, “internacionalizarlo”; y si, después de tres décadas, la iniciativa es incapaz de ir sola, sin ayuda institucional. Y si el festival no puede estar entre los más grandes del mundo, pues que esté entre los más decentes e interesantes (que dinero y excelsitud no siempre van de la mano). Tal y como yo lo veo, siguiendo una metáfora deportiva, prefiero ahora mismo jugar muy bien y muy feliz en segunda división, que estar sufriendo hasta el infarto y el desdén en primera. En segunda puedo fijarme como objetivo subir al grupo de los mejores; en primera, no bajar. Con el tiempo, el público se enorgullece de su “equipo de primera” que está en segunda, mientras que el llamado a descender goza de todo el enfado de su afición. “¿Quedarnos siempre en segunda?”, me preguntarás. No, por supuesto. Cuando la cantera sea productiva, la estructura organizativa sea firme y sólido el proyecto en lo económico y social, el equipo podrá estar en primera división durante muchos años. Con dinero público se ha hecho un festival de primera, pero no se ha atendido ni a la cantera, ni la estructura organizativa ha sido firme ni sólida la iniciativa en lo económico y social a tenor de lo que se ha podido leer, escuchar, ver y percibir estos días.
No ha sido consistente en lo económico (lo que preocupa a los de a pie porque el dinero que va para aquí no va para allá, donde se necesita), no ha sido, repito, consistente en lo económico porque ha dependido del dinero público para sobrevivir. Los defensores del FIMC de siempre me dirán que he de contar con los abonos, la publicidad, etc.; y yo (¿qué quieren que les diga?) no puedo más que poner cara de extrañado. ¿Abonos? Resulta que a mi condición de periférico hay que sumarle la de abonado de la OFGC. Sí, puede resultar raro que alguien tan vulgar como yo invierta en este tema; pero, ya ven, es el único capricho que me doy. Cuatrocientos euros anuales cuesta mi asiento e impagable la información que recibo de muchos músicos y muchos conocidos vinculados al entorno musical: “Victoriano, tú pagas lo que pagas porque aquí se regalan muchas entradas; si no, esto estaría semivacío”, me dice uno; “Si todos apoquinasen, no haría falta tanta subvención pública”, me dice el mismo; y, como estas afirmaciones, no pocas más que me han llegado y que luego he tenido la oportunidad de verificar. Sea como fuere, el caso es que, por aquí y por ahí, oigo y leo “cosas extrañas” sobre los abonos que me molestan en la medida que la OFGC y el FIMC se sostienen con fondos públicos. Sí, los mismos que provienen de melómanos, de músicos, de personalidades culturales de muy alto nivel, de artistas sublimes… y de la encargada de un supermercado en Guanarteme, el jardinero que trabaja en un complejo turístico de Morrojable, la señora que visa mi DNI antes de subirme a un avión, el camarero de un restaurante en Puerto del Carmen, etc., etc., etc. Que hagan cambalaches con su dinero las empresas privadas, bien, es su problema; pero cuando llega a lo público, ya es el problema de todos (en este “todos” me incluyo).
Por eso, porque vivo en el mundo de la “piña asada, piña mamada”, concluyo que la dependencia de lo público del FIMC es absoluta, pues sin este fondo el festival no existiría; y sí, en cambio (por eso de jugar con pólvora ajena), si la publicidad fuese escasa o la venta de abonos irrelevantes. Sin abonos y publicidad, hay festival si hay dinero público; sin dinero público, no hay festival. Y no lo digo yo, que voy echando días para atrás con mi economía de andar por casa (a pesar de darme el lujo de ser abonado de la OFGC), sino quienes se han preocupado por echar cuentas y quienes reclaman que se aclaren todas y cada una de las pesetas (antes) y euros (ahora) que se han invertido, y los anunciados beneficios obtenidos. Solo hay que sondear las redes sociales para captar este deseo. Me dicen algunos de estos reclamantes, gente que valoro por su formación y capacidad crítica, que hay un cierto pacto de silencio para tapar “demasiadas mierdas, Victoriano. Nunca tirarán de la manta, nunca…”. Todo seguirá igual, me dicen; mientras estén [me señalan al cielo], todo seguirá igual, me insisten.
Y es esto, quizás, lo que más me inquieta y me enfada, que todo este barullo termine por no servir para nada; que este cuestionamiento del pasado, este deseo de cambio del presente y la perspectiva de una posible mejora futura al final no conlleven cambio alguno, que se vuelva (por miedo, aprensión o intereses particulares) a lo de siempre, que la gran oportunidad para los músicos de Canarias termine siendo un prolongado silencio sin aplausos al final. Todo esto me inquieta y me enfada; lo que me irrita es que, como ya ocurriera con la dictadura franquista, ante la falta de una conciencia clara sobre la realidad de nuestra tierra y la transformación de nuestra sociedad, y ante cierto anquilosamiento aristocrático, tengamos que recurrir a la biología para que se produzca el definitivo cambio y las nuevas generaciones adecúen estas iniciativas a lo que se demanda en estos tiempos.
Le comento a un muy querido amigo músico esto último, lo de, siguiendo la analogía de la dictadura, apelar a la naturaleza para que resuelva lo que el diálogo, la corrección y la buena voluntad no han logrado, y esboza una media sonrisa, un gesto del tipo: “Ay, qué inocente eres”. Sujeta mis hombros con firmeza, me mira fijamente y me dice: “Nada cambiará. Ya hay relevo. ¿No dejó el cacique mayor todo atado y bien atado? Pues quédate con la copla”. Ante esto, solo me cabe confesar que sus palabras no me inquietan, ni me enfadan, ni me irritan; no, nada de esto, me joden abiertamente.
Artículo original en Soltadas de Victoriano Santana Sanjurjo
Felicidades Victoriano. Llevo muchos muchos pero muchos años esperando escuchar un artículo como este. Cumple usted con la regla de las tres «C»……Claro, Conciso y Concreto.
Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos……falta muchísimo sentido común..
Estimado señor don Victoriano Santana Sanjurjo:
He leído con atención su artículo y deseo realizar algunas precisiones. Comenzando por el principio, decir que no estoy de acuerdo con la nueva orientación que don Benigno Díaz da al Festival Internacional de Música de Canarias para la temporada de 2017, y por lo tanto según deduzco de su escrito, también estoy en desacuerdo con usted. No soy músico y mis opiniones son exclusivamente mías, no represento a nadie aunque evidentemente deseo que muchas personas estén de acuerdo con mis apreciaciones.
No me voy a extender en consideraciones sobre las razones que me llevan a no estar de acuerdo con la orientación dada al Festival por el coordinador, si lo desea puede ver en el siguiente enlace algunas respuestas dadas a otras intervenciones expresadas en sentido contrario a mi parecer, https://www.facebook.com/tomasjesus.britodelgado. Puede usted comprobar que en todo momento he mantenido una actitud respetuosa y educada, y siguiendo la petición del coordinador del festival solo aporto argumentos al debate. Estoy cansado de solo ver, en el medio en el que usted se expresa, opiniones contraria al Festival de Música de Canarias tal como hasta ahora se ha producido y que algunos comentarios míos, discrepantes con algunos artículos aquí publicados, de forma sospechosa no aparezcan o desaparezcan al poco tiempo.
Me limito aquí a realizar algunas consideraciones sobre sus palabras: comprendo su preocupación por el destino dado al dinero público y permítame decirle que comparto su preocupación, sin embargo he de decirle que el propio Don Benigno Díaz reconoce que Festival Internacional de Música de Canarias “ha cuadrado gastos e ingresos en 2014” en una entrevista concedida al diario Canarias 7, que los abonados al Festival que igualmente se reconoce en torno a una cifra de 1.100 aportan en torno a 400.000 euros a las arcas del festival, cantidad a la que hay que añadir el dinero aportado por los miembros del club de empresas protectoras del festival y por el dinero recaudado en taquilla, solo a modo de ejemplo en el festival 32º se vivieron dos llenos en el Auditorio de Tenerife (Juan Diego Flórez y Niños Cantores de Viena). Dicho lo anterior ¿cree usted que con un descenso de la calidad del Festival se mantendrán los ingresos de años anteriores? Si el principal problema del Festival es el monetario, lo correcto sería suprimirlo con lo que el gasto seria 0, ¿no cree usted interesante continuar suprimiendo las aportaciones públicas a la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y con la Ópera de Las Palmas? Con esto el dinero que podríamos destinar a la población sería aún mayor, y si estos eventos se sostienen con lo que recauden en taquilla bien, sino que desaparezcan. No cree usted que esto sería una desgracia para la cultura (con mayúsculas) del pueblo que perdería la posibilidad de vivir algo diferente al clásico “pan y circo”, como simple ejemplo le indico que si la Orquesta Sinfónica de Tenerife desapareciera las poblaciones de tres municipios de Tenerife no podrían disfrutar “gratuitamente” de tres conciertos en los primeros días de septiembre, en que se interpretará una selección del Mesías de Haendel.
En segundo lugar, ¿no cree usted que algunos “beneficios” del festival son difícilmente cuantificables? Desconozco si se ha hecho un estudio riguroso de la presencia de personas no canarias o no nacionales durante los conciertos del Festival, pero mi percepción no es la que sus fuentes sostienen. Creo que una obra estrenada por un compositor canario en el Festival llevará el resto de su vida unido su nombre al de Canarias, muchos músicos tienen en su curriculum haber participado en el Festival de Música de Canarias, en muchísima prensa europea y americana se recuerda el paso por Canarias de la Orquesta Sinfónica de Chicago, conozco el caso de personas que han viajado “desde muy lejos” solo y exclusivamente para escuchar a Cecilia Bartoli y consideró que siempre es bueno que se recuerde esta tierra por la cultura.
Habla usted de que el festival no tiene repercusión en el ámbito cultural canario, pero si desaparece, los estudiantes de los conservatorios, los jóvenes que inician su difícil vida en la música, no dispondrían de un espejo en el que mirarse. Le puedo contar en ese sentido una experiencia personal. Aunque no participaba en el Festival de Música de Canarias una alumna de segundo de Educación Secundaria Obligatoria me contaba, con los ojos muy abiertos, como Asier Polo había acudido a su clase en el conservatorio y le había dado unos consejos sobre cómo mejorar con su violonchelo.
Por último, permítame decirle que no es un lujo ser un abonado de la OFGC, en mi caso de la OST, sino un derecho, los canarios o los que vivimos en Canarias, debemos tener acceso a la cultura, de no haber existido el Festival de Música de Canarias a mí y a muchos de los que se sientan conmigo en el Auditorio les habría sido imposible disfrutar de grandes orquestas, grandes directores y grandes intérpretes. Y le aseguro que no formamos parte de ninguna elite de privilegiados aristócratas que usurpamos lo que no es nuestro, con todo el respeto del mundo, es muy demagógico hablar de la dictadura franquista, de tirar de la manta, de carreteras y hospitales,… Por favor, sean valientes y si no desean que exista el Festival de Música de Canarias, díganlo.
Por alusiones:
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Buenos días, Sr. Brito Delgado:
Ante todo, quiero agradecer su comentario a mi artículo y, sobre todo, el tono empleado que, en líneas generales, es correcto y adecuado para un intercambio de impresiones sobre el tema que nos ocupa.
Dicho esto, me gustaría compartir con Vd. algunas observaciones al hilo de lo que apunta. Insisto en mi deseo de no ahondar más en el asunto de lo que ya he expuesto, pues correría el riesgo de repetirme y de convertir el tema en una cuestión machacona que no nos llevaría a ninguna parte. Si participo en esta respuesta es porque considero que su exposición se ha ajustado a los márgenes de una corrección en las formas y el contenido que merecen ser atendida a través de esta respuesta.
Me gustaría empezar por la oración que da cierre a su texto: “Por favor, sean valientes y si no desean que exista el Festival de Música de Canarias, díganlo”. Dos precisiones, no más: creo que lo correcto, dada mi condición de periférico y considerando que se dirige Vd. a mí, es singularizar su petición de valentía y la declaración que señala. Quien ha de ser valiente y decir “eso” he de ser yo. ¿Por qué? Porque no pertenezco a ningún grupo que me permita hablar en nombre de un colectivo. Yo me represento a mí mismo. La mayor o menor conexión que pueda haber entre mis palabras y el argumentario del que, en palabras de los antropólogos Ubaldo Suárez y Javier Moreno, se ha venido a reconocer como grupo de los “inclusivos” no me autoriza a convertirme en portavoz del colectivo afirmando si “queremos o no” el FIMC. Mi posición es la siguiente: sí debe haber un FIMC, pero no el FIMC que se ha venido desarrollando hasta ahora.
Las siguientes observaciones las haré siguiendo el orden de sus párrafos, para que sea fácil localizar la fuente de la que procede mi apunte:
-Es absolutamente respetable su posición con respecto a la nueva orientación dada al FIMC por parte del Sr. Díaz. Estaré encantado de leer sus razones. Como no dispongo de cuenta de Facebook, no he podido echarles una mirada antes de componer esta respuesta. No obstante, repito, para mí, su opinión sobre el festival es merecedora del mayor de los respetos.
-Desconozco las razones que impiden la aparición de sus comentarios o la desaparición de estos en el portal Canarias Cultura. Lo importante es que el suyo, dirigido a un servidor, ha visto la luz y ello posibilita este intercambio de información.
-Leí como Vd. la afirmación del Sr. Díaz con respecto al encaje de gastos e ingresos en 2014. Eso es bueno, sin duda alguna. El problema es que el festival lleva funcionando desde 1985. Si de 32 ediciones solo se resalta que han cuadrado las cuentas en una sola edición, creo que tenemos un problema financiero, ¿no le parece?
-El desglose de las cantidades que señala sobre abonos y apoyos empresariales, y los llenos puntuales por la presencia de relevantes artistas, no terminan de resolver, a mi juicio, desde mi modesta posición, el problema financiero que representa una iniciativa como el FIMC. Quienes viven de las taquillas (empresarios teatrales, músicos…) suelen afirmar que prefieren muchas noches de llenos moderados que una noche con un lleno absoluto y que luego la taquilla caiga. El motivo que argumentan es bien sencillo: por mucho lleno absoluto que haya una noche, con dos o tres noches de “moderados” se compensa, por lo que a la larga el beneficio siempre es mayor. Ojo, Sr. Brito, no lo digo yo, que no me dedico a estos menesteres, sino personas que sí controlan el medio. Imagino que sus razones tendrán.
-Me formula una pregunta muy concreta: “Dicho lo anterior ¿cree usted que con un descenso de la calidad del Festival se mantendrán los ingresos de años anteriores?”. Solo puedo responderle que desconozco el grado de descenso de calidad que señala, que no puedo pronunciarme sobre esta cuestión como si fuera un especialista. Soy capaz de señalar qué me gusta y qué me disgusta, qué estoy dispuesto a oír y qué me gustaría no escuchar. Pero pongámonos en el caso de que, efectivamente, como Vd. señala, el descenso de la calidad es una realidad; solo le podría señalar sobre el mantenimiento de los ingresos algo que es de Perogrullo: no lo sé, no sé si ese apuntado descenso que señala traería consigo un ingreso menor. Lo que sí sabemos Vd. y yo es que solo se ha hablado de una edición en la que cuadraron los gastos de un festival que se subvenciona al 100% por el Gobierno de Canarias.
-Entre un gasto exagerado del festival y la supresión para que no haya ningún gasto, hay un término medio, ¿no le parece a Vd.? Me parece bien que intervengan las autoridades en la OFGC y en la Ópera de Las Palmas, por supuesto, pero con luz y taquígrafo, con todo bien clarito sobre la mesa. Yo no he propuesto que el Cabildo se desentienda de la OFGC, me he pronunciado sobre el tema de los abonos porque es una realidad que han puesto delante de mí muchos músicos. Habría que preguntarse, llegados a este punto, por qué no hay problemas de taquilla en otros lugares del mundo con una cultura musical inveterada y sí, en cambio, en Canarias. ¿No le parece a Vd. que, si consolidamos la base, creamos una conciencia colectiva sobre la importancia de ir a los conciertos y de contribuir con la taquilla, con el tiempo estos problemas de financiación dejarían de ser tan graves? Es duro concluir (no sé si con acierto o no) que los propios músicos no van a los conciertos de música; algo así como si los escritores hubiesen desistido de comprar libros, ¿no cree?
-Sobre la OST y la selección de “El Mesías” de Haendel solo puedo apuntar lo siguiente: ¿No sería bueno que estos conciertos se diesen a lo largo del año (dos o tres por mes, por ejemplo) y en todos los municipios de la provincia o de la isla, por ejemplo? Me parece excelente que los primeros días de septiembre tres municipios de Tenerife disfruten de esta magistral pieza tocada por una de las mejores orquestas que existen en la actualidad (dicho por los especialistas), pero sería mucho mejor que esta generosa entrega se extendiese al resto de los municipios a lo largo del año. Y sería infinitamente mejor que el público esté compuesto en su totalidad por personas del pueblo, llanas, de la que no van nunca a un concierto, y que no se reserve un número de butacas para las autoridades. Es que esa es otra, Sr. Brito: cuando llegan los grandes artistas, un bloque considerable de butacas ya están reservados para las personalidades y, el resto, para que nos peleemos los ciudadanos por ellas. ¿Por qué si nuestros impuestos valen lo mismo que los suyos?
-Sí, hay “beneficios” difíciles de cuantificar. La percepción de mis interlocutores sobre la presencia de turistas vinculados al festival no coincide con la suya. Imagino que algunos especialistas venidos de fuera vendrán al festival con asiduidad, del mismo modo que van a otros, pero en lo que a turismo se refiere (ocio), la repercusión que señalan mis informantes es muy reducida por las razones expuestas en mi artículo.
-Por supuesto que una obra estrenada por un compositor canario en el festival permitirá que el nombre de la pieza y Canarias esté unido, y muchos artistas ponen en sus currículos el haber estado aquí, y hay personas que han venido de muy lejos para escuchar a Cecilia Bartoli…, sí, claro, yo no dudo de lo que apunta, pero esos casos sueltos que Vd. enumera, ¿ayudan a recordar esta tierra por su cultura? ¿Nos conformamos con eso? Para llegar a eso tan parco, ¿es razonable hacer una inversión tan elevada? ¿Realmente cree que con una semana de estancia de un artista X ya Canarias ha cumplido con el mundo mostrando que es una tierra de cultura? Probablemente, los venidos han disfrutado del magnífico marco que representa el FIMC, de nuestro clima, nuestra gastronomía, nuestra idiosincrasia…, pero ¿ahí lo dejamos todo? Me gustaría que recordasen esta tierra porque tiene un tejido cultural sólido y no porque han estado en un FIMC relumbrante. Es una visión del fenómeno cultural diferente la que yo defiendo, Sr. Brito: la mía es horizontal; la suya, vertical. No creo que ninguna sea mejor que la otra porque no creo en las verdades absolutas. Percibo que en su verticalidad hay una cúspide representada por el FIMC (entre otras razones dada la inversión pública que recibe) y en mi horizontalidad pienso en otras manifestaciones artísticas y en otra manera de repartir el dinero que debe ir a la música.
-Muchos profesores de música y muchos músicos afirman que la repercusión del festival en su ámbito es mínima o, para no ser tan radical, la misma que la de los conciertos de abonos de la OFGC, por ejemplo. El festival no supone para ellos un plus. Hay casos excepcionales, por supuesto que sí, y el de la alumna que señala es uno de ellos, pero no es lo general. Lo habitual es que el festival llegue, los disfruten unos poco y, como vino, se va, y poco más.
-Me preocupa (lo digo de la manera más afectuosa posible, créame) que haga recaer en el festival “el espejo en el que mirarse” el alumnado de música. Si hubiese dicho “uno de los espejos”, vale, pero convertir el festival en un evento fundamental para la formación de los jóvenes músicos me parece muy injusto y desacertado. ¿Serán peores músicos los que no puedan verse en ese espejo metafórico? ¿No sirven los muchos y buenos músicos canarios que hay para ser espejos?
-Hablo de lujo en lo de abonado de la OFGC porque me puedo permitir el gasto de 400 euros para disfrutar de una serie de conciertos que otros, quizás con más talento musical que el mío, no pueden. El dinero que invierto en la OFGC pertenece a mi partida presupuestaria personal dedicada al ocio, la cual, como todo presupuesto que se precie, puede variar en este capítulo. Me limito a constatar una realidad: yo puedo pagarlo, otros no pueden pagarlo. Entre esos otros pienso en personas a las que les gustaría asistir tanto o más que a mí. Yo no considero que le esté quitando nada a nadie, como Vd. parece exponer; ni tampoco me siento integrante de una élite de privilegiados aristócratas.
-Por último, intuyo que algunas metáforas quizás no quedaron muy claras (dictadura franquista, carreteras…). Es normal que haya sido así; al fin y al cabo, soy un juntaletras, y no de los más brillantes, por cierto.
BRAVO Señor Brito Delgado!!!! y me permito añadir que si hablamos de que con los impuestos de todos, también explicarle a este señor escritor que con los impuestos de TODOS nosotros, si TODOS, incluso los de esos aristócratas no se que que van al festival, se paga la Televisión canaria por ejemplo, la que muuuuchos muchos e de nosotros jamás vemos, y no sólo cuesta un millón sino creo que cerca de 40 millones anuales, también se paga el carnaval en el que muuuuchos muchos de los «aristócratas» tampoco participan, también se sostiene el Fútbol, vertiendo mucho dinero público en clubs privados, y así un largo etc, de eventos que se pagan con el dinero de todos donde no todos participamos. así qu peor favor, ya está bien de demagogia y de ponerse a ser ma spaistas que el Papa, que el señor victoriano haga una reflexión similar sobre los demás eventos. Seguramente no se atreverá, porque igual le saldría algún enemigo político y es que no es lo mismo hablar del Festival, además con MUUUUUUcho mucho desconocimiento de causa y esgrimiendo argumentos maníos e injustificables, que hablar de temas de «peso»
Estimado D. Tomás, sabemos que las propuestas de excelencia pueden ser, si no infinitas, muchísimas. El caché podrá estar, o no, a la altura de sus niveles de excelencia. Pero dígame, para entrar en materia de esta nueva programación que tan poco es de su agrado. Ya que habla usted con tanta claridad, ¿me podría decir qué artistas, grupos o solistas, le merecen desprecio (o no aprecio) para ser programado como para defender a uñas y dientes el anterior modelo? O dicho de otra manera más amable, ¿cuáles de estos artistas y formaciones no le merecen su confianza, por su carente calidad o por no merecer el reconocimiento de formar parte de este FIMC? Este sería un buen comienzo para un verdadero debate sobre la actual propuesta de programación.
Estimado Don Tomás, le realicé un pregunta anterior en esta misma entrada y no recibí respuesta, así que acudí a su perfil de facebook para realizarle la misma pregunta y comprobé que se había propuesto “no volver a escribir sobre este asunto, hasta el momento en que no haya noticias”. Permítame por lo tanto aumentar mis preguntas y apreciaciones, y dejarlas aquí hibernando hasta que usted reciba nuevas noticias, supongo que de los grandes medios de comunicación. Para ser usted un neófito en el terreno de la música, o por lo menos eso he entendido cuando ha confesado abiertamente, en una de sus respuestas anteriores, su ignorancia «en muchos campos del conocimiento, incluido la música», hay que reconocer que su osadía es elevada y percibo que le puede más la pasión que la instrucción, pues se atreve a realizar extensas argumentaciones poco fundamentadas –bajo mi humilde opinión-, sostenidas únicamente por el rumor de los vientos de Oriente. Esta cuestión le da a usted un semblante de aguerrido pero no necesariamente le da la razón. Permítame decirle que a mí no se me ocurriría, ni por lo más remoto, participar en un debate sobre la Feria o Festival del Libro X, por ejemplo, por mucho que sepa leer y me encante la lectura. Igual, para usted, esto demuestra que no gozo de su valentía, pero yo prefiero pensar que se trata de la prudencia que procuro cultivar. Si está tan documentado y ha seguido tan de cerca el festival de música de Canarias durante estos años, ¿podría solventarme algunas cuestiones que despiertan enormemente mi curiosidad? Después de leer la miríada de argumentaciones a favor y en contra de la nueva visión del FIMC, he podido comprobar cuán imprecisos son algunos datos. Parece ser que ha existido una enorme y aceptada desproporción [lógica y necesaria para algunos] en la representación de obras de creadores canarios en relación a las foráneas, es decir, unas 180 obras aproximadamente de autores NO canarios (contando en este dato a todos los grandes compositores de la música occidental) por 1 de autor canario o residente en Canarias durante estas 32 ediciones del FIMC. ¿Considera este dato más que suficiente como para representar a los autores que se han formado, al menos en su primera etapa, en Canarias, sean oriundos o residan en Canarias? Le recuerdo, aunque no haga falta, que estamos hablando de dinero público, y que ni siquiera el número llega a 32, que es el número de ediciones que se han llevado a cabo. ¿Conoce usted el dato análogo para la relación de intérpretes, entendiendo a una Orquesta sinfónica o un grupo de cámara como un intérprete? ¿Cuál ha sido la proporción de intérpretes canarios en relación a los de fuera? Y por último, lo que supongo que será sencillo calcular si se han llevado a cabo las obligadas memorias económicas; en términos porcentuales sobre datos económicos, ¿cuál ha sido la inversión de capital público que se ha aportado en estas 32 ediciones del FIMC en los productos canarios (creadores o intérpretes) en comparación a los productos foráneos? Si lo sabe, me encantaría que me ilustrase; yo intuyo algunas respuestas, pero no tengo certezas. Si lo desconoce, le ruego que al menos, por una vez, no se ponga tan a la defensiva ante un modelo que intenta poner en valor en mayor medida lo de aquí, sin que por ello se menosprecie lo de allá. ¿Quién se resistiría a escuchar y mucho menos a menospreciar la primera sinfonía de Mahler?. Créame, las veces que la he escuchado superan los dedos de mis manos y siempre la podré volver a escuchar en algunas de las infinitas e inmejorables grabaciones existentes; sin embargo, la de un vecino, coetáneo, que se podría titular ‘sinfonía anónima’, nunca la he escuchado y quisiera hacerlo, porqué no, en nuestro FIMC. Déjeme decirle una cosa más, mi nietita es una de los músicos que toca en una de esas formaciones que nunca tuvieron la oportunidad de participar en un festival como éste (voy a omitir su nombre y el de la formación, porque a ella no le agradaría que lo dijese). Ya tuvo que aguantar bastantes penurias por la continua incomprensión de familiares, amigos, conocidos y desconocidos, por quererse dedicar a esta dignísima y sacrificada profesión como es la música; muchísimas ocasiones las que tuvo que soportar estoicamente la segunda pregunta de “sí, pero, ¿qué estudias?”, después de aclarar en la primera ocasión de la misma pregunta que estudiaba música; ya tuvo que migrar para poder reforzar su formación durante unos pocos años en el extranjero; luchar duramente para ser reconocida y esforzarse mucho tiempo para entrar en una de estas 6 o 7 formaciones canarias de las programadas en esta edición del FIMC; como para que ahora, por una vez que la programan en 32 años, tenga que aguantar, también estoicamente, que gente como usted cuestione que la hayan programado, a ella y a todos sus compañeros, porque el FIMC va a aumentar en cantidad, pero va a descender estrepitosamente en calidad. ¿Por qué no se pone, sinceramente, un instante en mi posición y me dice qué siente?. Yo me siento tremendamente indignado y hasta humillado, por un daño que aunque indirecto, es el más directo que me podrían hacer. Y créame, se lo digo con el más absoluto respeto a su posición, pues usted es de los pocos que se atreven a generar debate desde los medios que tenemos, quienes solo podemos polemizar ‘educadamente’ desde las redes y no desde grandes plataformas de comunicación. Usted ha demostrado ser un demócrata y un valiente, y por ello le respeto, aunque no comparta en absoluto sus criterios para defender a ultranza el modelo que ha venido funcionando hasta ahora. Muchas gracias.
Quisiera apuntar dos datos que, principalmente a D. José Arcadio Buendía, le van a gustar, suponiendo que no los conozca ya.
Según todos los indicios, parece ser que en estos 32 años de Festival de Música DE Canarias se han programado en total 14 obras de 14 compositores canarios… ¿Pero cuántos compositores canarios tienen obra como para ser programada en un Festival de Música DE Canarias? Pues a riesgo de olvidarme de alguno de mis compañeros y quedar fatal les dejo una lista:
Ramón González Enríquez, Benito Lentini y Messina, Juan José Olives, Agustín Millares Torres, Carlos Guigou i Pujol, Manuel Sánchez, Armando Alfonso, Santiago Reig Pascual, Francisco Brito, Miguel de Yoldi, Juan González, Juan de Figueredo, Blanca Báez, Emma Martinez de la Torre, Carmen Martinón Navarro, Manuel de Tavares, Nicolás Tavares, Francisco Redondo, Ambrosio López, Melchor Cabello, Diego Durón, José Palomino, Cristobal José Millares Padrón, Juan Valladares, Domingo Crisanto Delgado, José Manuel Encinoso, Agustín Ramos, Francisco González, Teobaldo Power, Cirilo Olivera, Nicolás Power, Teresa Saurín, Juan Padrón, Mariano Navarro, Eusebio Navarro, José Hernández, Carmen Martinón, Tomás de Iriarte, Manuel Bonnín Guerín, Juan Álvarez, Atilio Ley de la Peña, Francisco Guigou del Castillo, Juan Reyes, Juan Padrón, José García de la Torre, Andrés García de la Torre, Santiago Tejera, Manuel Rodríguez y Molina, Francisco Alcazar, Efrén Casañas, Joaquín García, Juan Reyes Barlet, Gabriel Rodó, José Moya, José Rodríguez Cabrero, Mateo Guerra, Carmenlo Cabral, Pedro López Arencibia, Santiago Álvarez, Manuel Marrero de Armas, Rafael Ramírez, Richard H. Stein, Antonio Manchado Viglietti, Luis Manchado Medina, Manuel Bonino, Juan Manuel Marrero, Gustavo Trujillo, Lothar Siemens, Raquel Cristóbal Ramos, Miguel Angel Linares, Carlos Puig-Hatem, Juan José Olives, Juan Manuel Ruiz, Cecilia Díaz-Pestazo, Ylenia Álvarez, Laura Vega, Cristobal Ramos, Dori Díaz-Jerez, Isabel Ramos, Rafael Estévez, Gustavo Díaz Jerez, Nino Díaz, Angel Fernando Curbelo, Arístides Pérez Fariña, Ramón González, Daniel Roca, Xavier Zoghbi, Carlos Cruz de Castro, Blas Sánchez, Angel-Fernando Curbelo, José Brito, Rubens Askenar, Eliseo Alemán, Ricardo Fernández, Alberto Martínez, Moisés R. Sánchez, Guillermo García Alcalde, Antonio García Auyanet, Cárlos Sánchez, Weber Collins, Mario Rodríguez, Javier Infante, Carlos Pérez, Leandro Ramos, Juan Hidalgo, Gloria Isabel Ramos, Francisco González, Ricardo Fernández, Ramón González, Luis Cobiella, Javier Centenera, Olimpiadas García, Benjamín Dominguez, Joaquín Prats Moreno, Juan Vicente Marrero Córdoba.
La pregunta es ¿De más de un centenar de compositores solo 14 han merecido ser programados? ¿Y de las decenas de obras de cada compositor solo merecían ser programadas una de esos 14?
El segundo dato preciso es la cantidad de extranjeros que vinieron al FIMC en esta pasada edición, lugar de procedencia y la agencia o tour operador que lo gestionó:
– Maestro Tour Management trajo 35 ingleses.
– Barnowski Brigde Reisen trajo 50 alemanes.
– Saga Holydays trajo 39 ingleses.
La pregunta es ¿Cuánto costaron las campañas para promocionar el FIMC en el exterior? ¿Vale la pena esa inversión para 124 personas? ¿No sería mejor estrategia que nos lleve a que el 10% de los 13 millones de turistas que ya vienen a Canarias al año se gasten unos 100 euros en cualquier servicio o producto cultural canario, ya sea entradas para un concierto, un libro, un DVD, una cena, un espectáculo de danza, en visitar museos, etc? ¿No sería eso una inyección de 130 millones para las Industrias Culturales y Creativas de Canarias que repercutirían en más de 9 millones de IGIC y más de 20 millones en IRPF para las arcas de la administración?
Sra. Elena:
Tiene Vd. toda la razón del mundo:
-el costo de la Televisión Canaria es un disparate (no la veo y no me causaría un gran pesar que la suprimieran),
-lo que se invierte en los carnavales también está fuera de toda mesura (no participo de estas celebraciones porque no me gustan),
-lo que se paga a los club deportivos privados es un insulto a la ciudadanía (esto por un lado, no sé qué hace el dinero público ayudando a empresas privadas; por el otro, no soy aficionado al fútbol ni al deporte profesional)…
Así, pues, ya ve Vd., Sra. Elena, que la cosa no va de enemigos políticos ni de atacar a una banda para beneficiar a otra.
Desconozco las razones de su enfado por mi artículo. ¿La he ofendido en algo? ¿He menoscabado su dignidad? ¿He insultado a alguien cercano en lo afectivo a Vd.? ¿Por qué tanta agresividad? ¿Acaso no es posible mantener un intercambio de ideas sin necesidad de atacar las ideas contrarias utilizando expresiones que van a lo personal antes que al tema? ¿Por qué mis argumentos son «maníos»? ¿Por qué tacha mi actitud de ser más «papista que el Papa»? ¿Por qué ese tono de cabreo que se deduce de su escrito? ¿Pueden acaso mis palabras afectarle gravemente en lo personal? ¿Tengo yo alguna capacidad para determinar que algo se haga o se deje de hacer?
Un servidor, como Vd., ha hecho uso de su derecho a expresarse libremente y cuando incluye alguna afirmación que pudiera ser «punzante» (por decirlo de algún modo), jamás va dirigida a nadie en particular. Constátelo con mi artículo, por favor.
Al hilo de lo que le comento, le confieso que no sé por qué el tono con el que se están expresando los partidarios del FIMC de siempre es tan agrio, tan agresivo, tan inclemente en algunas expresiones. Creo que se pueden intercambiar ideas, sugerencias, observaciones… manteniendo un tono sosegado, ¿no le parece?
Yo estaré encantado de hacer cuantas reflexiones similares a las del FIMC sean necesarias sobre los demás eventos; y estaré encantado, además, de hacerlas con Vd. Me gustaría mucho conocer su opinión, leer o escuchar sus argumentos, contrastarlos con los míos… No le quepa la menor duda de que en este intercambio de ideas yo jamás dudaría del conocimiento que tenga sobre el asunto que debatamos. ¿Por qué habría de dudar yo de lo que sabe Vd. sobre un tema? Podré estar o no de acuerdo en todo o en parte, pero su opinión -razonada, mesurada, respetuosa y coherente- será siempre merecedora de todas mis consideraciones, Sra. Elena.
Un último apunte: me hubiese gustado dirigirme a Vd. citando sus apellidos, pero los desconozco porque no los he visto en su comentario. Quiero creer que ha sido un despiste por su parte el no poner la identificación completa (que es una marca de cortesía en todo comentario) y, en este sentido, no se preocupe, no se lo tengo a mal. ¿Por qué he de pensar mal de Vd. al respecto? ¿Acaso tengo razones para desconfiar de su buen hacer? No, por supuesto que no.
Muchísimas gracias por la información señor Mateo. Estos son los datos que se demandan en un debate serio y necesario como éste. Nos aclaran muchas cuestiones a los ciudadanos de a pie. De entrada, lo que se deduce claramente, es que no ha existido un interés real por promocionar la creación canaria dentro de este FIMC en estas 32 ediciones, y que lo que han ‘regalado’ a unos pocos (unos escasos 14 compositores de una lista realmente llamativa en número y calidad) es la limosna que les limpiaba la conciencia. Ni siquiera se ha promocionado a un compositor por edición.
Por otro lado, los datos sobre el número de consumidores extranjeros exclusivos para asistir al FIMC en la última edición -124 personas- son realmente penosos, pues echan abajo toda la teoría de los defensores del modelo vigente hasta ahora, sobre su sostenibilidad por la supuesta repercusión que tiene para el turismo en Canarias. Muchas gracias
Estimado señor Victoriano Santana, solo quería secundar el comentario del señor Chema Hernández y felicitarle por su artículo. Aunque se balancea sutilmente hacia una solución que yo no defiendo, la comprendo perfectamente y la respeto, es decir, la cuestionable supresión de un festival como éste. Pero puestos a ser crítico con mi propia defensa del festival, también le comento que si debo decidir entre el viejo modelo del FIMC y la supresión del mismo, preferiría la supresión y que destinasen ese dinero integramente a tantas apuestas educativas y culturales de base que se están desarrollando actualmente en Canarias. De momento, permítame que siga defendiendo un cambio radical del FIMC. Muchas gracias
Estimado José Arcadio:
Quiero pedir disculpas porque ni soy periodista ni tengo intención de serlo. Soy un modesto creador y tengo que compartir mi tiempo entre mi trabajo como generador de cultura, atender a mi familia e intentar ayudar a la comunidad, que en mi caso se traduce a temas puramente culturales.
Pero ‘al golpito’ voy avanzando en la difícil tarea de encontrar datos sobre FIMC y contestar a sus preguntas que, dicho sea de paso, me valdrán para escribir más sobre el Festival.
El dato que puedo compartir es referente a la proporción que le corresponde a creadores, intérpretes y ejecutantes canarios dentro del gasto ejecutado en un determinado año. De momento solo he podido calcular los años 2010 y 2011. Pero cuando tenga más años estudiados publicaré un artículo en el que además adjuntaré todos los datos.
En el año 2010 el gasto ejecutado ascendió a 3.231.252,53 euros de los cuales 105.554,20 euros fueron para pagar compositores, intérpretes y ejecutantes canarios (incluidas las dos orquestas canarias). Esto representa el 3,26% del total para las Industrias Culturales y Creativas de Canarias.
En el año 2011 el gasto ejecutado ascendió a 3.760433,533 euros de los cuales 105.084,62 euros fueron para pagar compositores, intérpretes y ejecutantes canarios (incluidas las dos orquestas canarias). Esto representa el 2,79% del total para las Industrias Culturales y Creativas de Canarias.
Yo creo que queda clara la importancia que daban los nostálgicos a lo canario con el viejo modelo.
Estimado señor Mateu, para no ser usted periodista, ni detective, parece gozar de las mismas destrezas que el mismo INE (Instituto Nacional de Estadística), teniendo en cuenta el nivel de transparencia del que presumimos en Canarias, solo que dentro del rango de las peores comunidades; y no lo digo yo, sino el TI (Transparency International España) que en el ranking que realizaron en el 2014 nos situaron en el puesto quince de diecisiete comunidades valoradas.
Una vez más, los datos que deja usted sobre la mesa son inquietantes. Si los porcentajes siguen una pauta similar los años anteriores, igual comprobamos que la inversión en productos locales (creadores o intérpretes) en el FIMC, no llega al 3,30%. Es realmente desolador el número y solo me queda pensar en nosotros, y particularmente en los artistas canarios, como un espejismo de los señores que durante estas 32 ediciones han querido o debido gestionar este FIMC. No voy a perder la cordura ni el respeto, pero permítame que manifieste que la defensa del modelo que ha venido funcionando hasta ahora, por quienes la defienden, solo la puedo comprender desde un distanciamiento de la realidad, desde una desconexión con la gente de a pie, incluso desde un cierto desprecio a los que no son consumidores asiduos de sus causas culturales, o simplemente, han estado sumidos en una burbuja repitiendo lo que se venía haciendo hasta convertirlo en ley. Ya decía mi padre Gaby, que la búsqueda de las cosas perdidas está entorpecida por los hábitos rutinarios, y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas. Pero por favor, ¡pongámonos a buscarlas!. Esto no debe ser así, sencillamente porque el anterior modelo del FIMC no está basado en el principio de la solidaridad y la justicia. Incluso, aunque yo no consuma ni tenga gusto, como es el caso, por el carnaval, el fútbol, la televisión y la radio pública, etc; éstas cumplen el requisito, para mí indispensable cuando se trata de dinero público, de intentar llegar a la mayoría de la sociedad y que por lo tanto, exista una proporción adecuada que esté acorde a la cantidad de ciudadanos que la necesitan y la consumen. Soy un defensor del FIMC, pero no puedo defender en ningún sentido el anterior modelo por pura coherencia. Ya comenté que mi nietita es músico y he contemplado durante toda su trayectoria los grandes desajustes de inversión cultural (y en educación) con capital público. Por ella, por todos los profesionales de la música, sean del estilo que sean, por todos los artistas, por todos los ciudadanos, no puedo más que sentirme, como ya manifesté en otra respuesta, canariamente indignado, que es algo así como sufrir de una ‘rabia serena’. Muchas gracias