En esta entrevista el prehistoriador tinerfeño José Farrujia de la Rosa advierte de la necesidad de reformular buena parte del discurso de las fuentes arqueológicas de Canarias con la finalidad de no proseguir difundiendo el enfoque colonialista y etnocéntrico que hasta ahora ha venido definiendo su inventario. Junto al fotógrafo Tarek Ode es el autor del volumen que acaba de presentar el Cabildo de Gran Canaria titulado ‘El Patrimonio indígena de las Islas Canarias. Arqueología y gestión desde los márgenes’.
– ¿A su juicio, las corrientes de estudio e investigación que se han ocupado del patrimonio indígena previo a la conquista y colonización europea de las Islas han estado secularmente orientadas por una concepción o interpretación colonialista o etnocéntrica de ese pasado?
«Efectivamente, así es. La producción del conocimiento en campos como el etnográfico, histórico y arqueológico está supeditada a los orígenes socio-históricos de los paradigmas que se utilizan en la descripción y en la interpretación del pasado. Las teorías, conceptos y cuestiones que adoptemos influencian la selección, descripción e interpretación de determinados «hechos». Es decir, los datos están cargados de teoría, y estas teorías, conceptos y preguntas son, en cierta medida, un producto de nuestro propio contexto socio-histórico. Las consecuencias de este tipo de enfoque no se restringen a los estudios académicos, también se manifiestan en ámbitos como la política, la práctica administrativa, la legislación y la gestión del patrimonio. En este sentido, la preservación de la herencia indígena canaria es un ejemplo típico de objetivación de la cultura, como si se tratase de un organismo de características culturales estáticas y que queda en posesión de la nación. Por tanto, la definición, el inventario y el enfoque de lo que se considera como una «auténtica» cultura indígena, está inmerso en una visión del mundo occidental o globalizado».
– ¿A qué cree que se atribuye que la línea de trabajo que analiza los vínculos arqueológicos entre los primeros pobladores del Archipiélago y el ámbito norteafricano amazigh haya sido tan poco profundizada en el contexto de nuestra historia?
«Históricamente se ha infravalorado o minimizado la naturaleza amazigh de los primeros pobladores de Canarias, por el peso de la herencia colonial. Esta actitud es similar a las tendencias desarrolladas en Europa entre los promotores de otras culturas «altas», por ejemplo la clásica, la grecolatina, aceptadas a nivel nacional, en detrimento de otras culturas de sustrato, indígenas. Este fenómeno, además, se está produciendo aún en pleno siglo XXI, en un momento en el que, la identidad amazigh moderna es una idea y, cada vez más, un movimiento que sirve como contrapunto tangible u oposición a las corrientes políticas y sociales islamistas».
– ¿Ahora cómo diría usted que se encuentran los procesos que están intentando revertir esa concepción y desde qué ámbitos o sectores se propician?
«El carácter amazigh del patrimonio arqueológico canario no ocupa un papel relevante o adecuado en el discurso académico, y tampoco en la difusión de los conocimientos científicos entre el público en general, debido al desarrollo en las Islas Canarias de una arqueología no “de-construida” y no “descolonizada”. En este sentido, este bagaje cultural amazigh tiene una mínima presencia en el mecanismo de interpretación del patrimonio en todos los museos y parques arqueológicos canarios. Queda un largo camino por recorrer, a pesar de que ya hay propuestas muy interesantes al respecto».
– ¿Cree usted que Canarias está sabiendo explotar convenientemente como un recurso potencial la dimensión de su patrimonio histórico-arqueológico?
«Estamos en un archipiélago en el que las políticas patrimoniales difieren entre unas islas y otras. Esto permite entender los propios desajustes internos que existen al respecto, con islas como Gran Canaria, en donde la política patrimonial desarrollada al respecto ha ido dando importantes frutos en el último decenio, frente al resto de islas, en donde el rezago es importante. Buena prueba de ello es que Canarias sigue siendo vista como un destino de sol y playa, a pesar de los claros síntomas de estancamiento de este modelo, y por ejemplo el patrimonio arqueológico no se ha incorporado aún a la oferta turística, si exceptuamos el caso de Gran Canaria».
– Usted afirma en su libro que en Gran Canaria se viene desarrollando una gestión positiva e integral del legado indígena. ¿En qué parámetros se fundamenta su impresión?
«Es una realidad contrastada y al alcance de la sociedad, no sólo a partir de la oferta museística, sino sobre todo a partir de la red de parques arqueológicos diseminados por la isla, que permiten conocer cómo era el mundo indígena de los antiguos canarios. Se ha apostado por la recuperación de yacimientos de distinta tipología, y no sólo por explotar la faceta “artística” de los antiguos canarios a partir de los yacimientos rupestres, como sucede en otras islas en donde la oferta es unidimensional, se centra en el mundo rupestre. Gran Canaria ya es un referente en este sentido a escala regional. No es coincidencia que la arqueología de gestión también tenga mucha mayor actividad en esta isla».
– El libro editado refunda de alguna manera el papel de la fotografía en las publicaciones de esta naturaleza que han visto la luz hasta la fecha en Canarias, con la finalidad de mostrar al gran público otro registro más vinculado a un concepto visual y estético de ese legado arqueológico. ¿Cree que desde el ámbito de la comunidad científica no ha sido posible o no se han sabido articular estrategias divulgativas atractivas de acercamiento de ese patrimonio?
«Cada vez más, las nuevas tecnologías están propiciando que el patrimonio arqueológico sea conocido por la sociedad de una forma lúdica y atractiva. El mundo indígena canario ha calado en el teatro, en el cine, en el arte, en el comic, vehículos todos ellos que actúan como auténticas correas de transmisión. El problema reside en que hace algunos años, la arqueología canaria y en general, la comunidad científica, prestaban poca atención a estos campos. Pero el camino ya está abierto. Cada vez somos más los arqueólogos conscientes de la necesidad de ocuparnos de las llamadas “fronteras menores”. En el caso concreto de nuestro libro, hemos trabajado el patrimonio desde una óptica más visual, a partir de una mirada diferente, más “estética”, que pusiera en valor no sólo los bienes arqueológicos sino el propio entorno medioambiental que los acoge. Perseguimos, por tanto, crear una concienciación social sobre el legado indígena».
– ¿Cómo valora –si lo conoce- el proyecto que persigue el Cabildo grancanario de que Risco Caído y los espacios sagrados de montaña de la Isla sea declarados Patrimonio Mundial de la Unesco?
«Me parece una apuesta interesante porque permite acrecentar el conocimiento sobre esa realidad, divulgarlo fuera de nuestro archipiélago y, paralelamente, acercar a la sociedad a un patrimonio que se encuentra en zonas agrestes, con un importante valor medioambiental. Además, es un proyecto que contribuirá modestamente a subsanar las propias deficiencias que registra UNESCO a escala mundial, pues el patrimonio indígena está infra representado en la Lista Mundial de Patrimonio. El proyecto, además, también puede tener una repercusión interesante para el resto de Canarias, al abrir una vía para la futura declaración de otros yacimientos canarios como Patrimonio Mundial, como puede ser el caso de la Montaña de Tindaya o de diversos enclaves de La Palma».
– ¿Considera que aún quedan áreas de sombras o aspectos relevantes por investigar en el contexto del pasado indígena de las Islas correspondientes al periodo anterior a la Conquista española? ¿Cuáles serían y cuáles ofrecerían mayor grado de complejidad a la hora de estudiarlos?
«Quizás uno de los aspectos más complejos, pero a la vez más interesantes, radica en el estudio de los procesos de adaptación de los primeros pobladores de Canarias, de origen continental, a un marco insular como el nuestro. Hoy en día no conocemos en profundidad cómo fue su desarrollo vital y cultural en cada isla, durante un período de casi 3.000 años. La etapa epigonal es, por regla general, la mejor documentada, pero la etapa de ocupación indígena hasta llegar a la conquista y colonización de Canarias por los europeos, aún presenta muchas lagunas. ¿Cómo evolucionó en Canarias, desde el punto biológico y cultural, el sustrato amazigh de procedencia norteafricana?»