Un espejo es la historia de una realidad compartida entre tu propia imagen y tú; pero también entre tu imagen y la de otros seres con sus particulares espejos. Nacemos con dolor en la caída estrepitosa de un espejo contra la superficie cementera, quedando varados en la tierra a la espera de que la fortuna nos haya acompañado. Y con suerte, quedamos visibles sobre los escombros de otros espejos que cayeron antes que nosotros. Rotos, sí; pero nunca inservibles. Fragmentados y heridos por la historia de nuestros antepasados y tras las sombras de los sueños insatisfechos de quienes soñaron antes que nosotros y se despeñaron ante la realidad humana.

Aun así, todos y cada uno de estos espejuelos polimórficos tienen la capacidad de refractar la luz que les llega durante unos instantes de su existencia y proyectarse indefectiblemente hacia fuera, provocando la alegría de vivir en sus semejantes. De esta manera, unos se pintan azul y, otros, arena; unos se encabritan con fuego ardiente y otros se visten con mar serena. Todos y cada uno de esos espejos no se reconocen hasta que alguien no se observa en ellos; y su imagen no es su imagen y sus pensamientos no son sino la intención de otros ojos. Es por ello que, cuando nos preocupamos por los demás, de sus ilusiones y miserias, también trabajamos por las nuestras.

Algunos de esos pedazos, como personas, no consiguen que ni un solo haz de luz les alcance y permanecen proyectando sombras en este mundo de espejismos. Otros, los más afortunados, quedan por azar expuestos permanentemente al sol, provocando un destello constante que nos hace pensar que el brillo es producto de su capacidad creadora cuando, en realidad, es la consecuencia de estrellas incandescentes ajenas a su albedrío. Pero a pesar de esa involuntariedad iluminadora, son capaces de regalar generosamente lo que les ha tocado, que no es ni más ni menos que la vida.

Como espejos que somos, tenemos la libertad ocasional de seleccionar qué “antropospejos” queremos que sean nuestros referentes para reflejarnos en ellos y así multiplicar de manera viral su buen o mal semblante, repitiendo una señal que sabemos de dónde vino, pero nunca hacia dónde avanza. Pues del mismo modo, otros espejos también se miran con ingenua curiosidad en el nuestro. Quizás, esperando encontrar en nosotros la bondad y la calma tan deseadas, herramientas fundamentales para lograr el objetivo primero y último: la Felicidad.