El pasado sábado 17 de junio tuve la oportunidad de escuchar a Michael Nyman dentro del ciclo de “conciertos esenciales” del Teatro Leal de la Laguna. Un músico que no necesita presentación, conocido internacionalmente por su trabajo como compositor en la banda sonora de películas tanto independientes como de la industria hollywoodiense, entre ellas Gattacca y, sobre todo, El Piano. Con un teatro lleno y las entradas agotadas, el concierto consistió en una serie de piezas que acompañaron la proyección de varios cortometrajes de corte minimalista y experimental, algunos grabados por el propio Nyman.
El minimalismo se ha hecho inmensamente popular en la música actual para piano, y con frecuencia nos hallamos ante un tipo de música ideal para el mundo audiovisual. Pese a que existen piezas realmente interesantes en este estilo, suele tratarse de una música sencilla, sin un discurso propio que capte la atención del oyente al tener que subordinarse a la imagen. Este fue el caso del concierto al que asistimos ayer. Nyman planteó un concierto dividido en tres bloques, con sólo dos descansos para saludar, interpretando una pieza detrás de otra. El problema fue la absoluta falta de contraste entre ellas, sólo rota por la celebérrima The heart asks pleasure first, así como por Big my secret, que fueron con diferencia las más interesantes del programa. El resultado fue monocromo, una serie de bucles en ocasiones con armonías muy interesantes, pero casi sin diferencias en el tempo, y con una textura prácticamente invariable: melodías sencillas y repetitivas en la mano derecha acompañadas por tríadas en bloque en la mano izquierda.
Quizá la experiencia hubiera sido más llevadera con una interpretación solvente, pero esta fue mediocre. La práctica ausencia de matices, variaciones en el tempo y el toque machacón de Nyman fueron una constante de principio a fin. La amplificación del piano no fue buena, con una sección grave muy descompensada respecto de la aguda. Las constantes interrupciones en el fluir de la música para poder pasar las páginas de las partituras llegaron a ser molestas, algo con lo que un concertista con experiencia debería haber tenido más cuidado.
En resumen, un concierto desganado que no cumplió con las expectativas creadas, y que sin embargo concluyó con una ovación a la que el compositor y pianista respondió con una breve propina, repitiendo una de las piezas interpretadas. Este es un hecho que da que pensar. ¿Hubiera reaccionado así el público si el nombre del pianista no fuera Michael Nyman?
Ernesto Mateo
Compositor, intérprete y presidente de Promuscan
Claro que no hubiera reaccionado así, y tampoco se hubieran agotado las entradas ni nada parecido. Marketing, puro marketing, ¿y la música?
A lo mejor es que ustedes son tan cultos y tan eruditos que deberían tocar el piano mejor que él por todo el planeta y así merecer las ovaciones que el público «inculto» les ofreció «indebidamente» a Nyman…
Lleno total, entradas agotadas, artista de prestigio, concierto estupendo.
Elisa, ya hay miles de pianistas dando conciertos y recibiendo merecidas ovaciones, como Ernesto Mateo, el autor de la crítica. El tema es otro. El tema es que hay sitios a los que la gente viene relajadamente porque parten de la base de que no son tan exigentes y no dan todo. Enrique Mateu lo explica muy bien en otro artículo https://enriquemateu.com/2017/06/19/ovacion-quien-no-la-merece/
Es evidente k hubo gente k disfruto del concierto y gente que no. Lo raro es k no se ha publicado ni un solo articulo con datos objetivos hablando bien del concierto. Solo comentarios en internet diciendo k les gusto o no les gusto. Aqui por lo menos Ernesto explica sus razones y no solo sus gustos.
El sonido fue malo, y esto es un dato objetivo. El hombre estaba pegao a las partituras y la musica no fluia, esto es otro dato objetivo. Su musica es maravillosa, pero su interpretacion no estuvo a la altura, es un dato relativo.
Luego te puede gustar o no como las lentejas o los pimientos.